La suave brisa agito sus mechones de cabello, al parecer necesitaba un corte de cabello. Sus mechones empezaron a golpear sus ojos cuando tenía el cabello húmedo o mojado. Se los acomodo hacia el flequillo derecho con la mano.
—Deberías usar un poco de gel o cera para el cabello —recomendó Camila sentada en el otro tronco de madera.
Diego la miro. Seguía sin entender la razón del apego de aquella chica, con él. Ya había demostrado más que suficiente que no era el adecuado para ella. No tenía habilidades de comunicación, el silencio podría decir que era su segundo nombre, su actitud era seria y distante. Prácticamente era un completo antisocial.
Lo más probable era que las personas que le dirigían la palabra o lo involucraban una frase, para que participe en la conversación, lo hacían por lastima, pero se decepcionaban de las mono palabras que respondía.
No. Si. Supongo. Debería.
Eran las respuestas más comunes de Diego al participar en alguna conversación. Seguramente lo hacía para que no lo involucren en temas que no eran de su interés o talvez solo se aburría de dichas reuniones o temas de comunicación. Como si lo más importante para él fuera, que nadie supiera de él, o talvez que alguien le demuestre que realmente lo quieren en su vida.
Se preguntó si la chica obstinada frente a sus ojos, realmente lo quería en su vida. O talvez solo era un capricho de ella, algo que ella con el tiempo desecharía, de la misma forma que alguien deshecha algo que ya utilizo, después de un tiempo y se dio cuenta que los resultados que imagino no eran como pensó y solo adquirió la experiencia, de ese aprendizaje. De esa decisión.
—Me aplico un poco en la frente —respondió Diego.
—Deberías aplicarte un poco más, aunque me gusta ese tono salvaje y rebelde de tu cabello —se acercó a Diego usando su mano peino su cabello hacia el lado derecho —te queda mucho mejor.
Se observó las cejas pobladas de Diego y sus pestañas prominentes. Sabía que eran naturales, a diferencia de otros chicos de la misma edad que no se las notaba tanto. Esas características acompañadas por su aura de misterio y los rasgos fuertes y suaves de su rostro, al igual que su cuerpo lo hacían ver muy atractivo. Desplegando cierto magnetismo que, ni él sabía que poseía.
La cercanía de ella era algo que lo incomodaba, pero no era desagradable. De hecho, eran pocas las posibilidades de tener esta clase de cercanía con una chica. La observo detenidamente. Era bonita, no lo negaba, tenía un físico que todo hombre le gustaba. Su mirada era trasparente y no parecía tener algún secreto. Esas eran sus impresiones.
Agudizo más su mirada, esto hizo que el cuerpo de Camila se sobresaltara levemente al notar la mirada de Diego.
—¿Qué sucede? ¿Por qué me miras así? —dijo nerviosa.
—¿Te gusto?
La pregunta le tomo desprevenida, pero de inmediato se relajó sentando frente a él. Suavizo su expresión sonriendo mirándolo con un brillo en los ojos —Sí. Me gustas mucho —respondió ella.
Esa clase de respuesta era la que Diego esperaba, eran la misma respuesta que él hubiera dicho, si la señora Diana le hubiese preguntado con su pregunta. O cualquier otra pregunta, la respuesta que él hubiera dado seria corta y directa sin dar explicaciones de un ¿Por qué?
No entendía, la terquedad de ella por él prácticamente en términos de sentimientos se diría que ellos eran iguales. Dos inexpertos en el campo del amor. Esa parte podía comprenderlo, lo que no entendía era porque ella seguía insistiendo pese que siempre se comportaba como tal. Talvez debería ser más duro para que lo dejara, para que viera que no era una opción. O simplemente ceder ante ella y crecer aprendiendo, de esta experiencia.
—¿Qué te gusta de mí? Yo no encuentro nada, por lo que una chica pueda interesarse en mí.
—Te subestimas demasiado, sabes —respondió. Diego ladeo su cabeza. —es verdad eres muy callado y una actitud que dice aléjate de mí, no soy quien tú crees.
—Si te das cuenta. ¿Por qué no abandonas? ¿Por qué corres el riesgo? Solo saldrás lastimada.
Ella se acercó más rostro de él de manera peligrosa conectando sus ojos a los de él tomándolo por sorpresa, no se esperó esa reacción de su parte.
—Amar conlleva sus riesgos. Yo me estoy arriesgando contigo y de igual forma tú lo harás.
—Sí, es verdad. Mi riesgo es destruir la felicidad de mi padre. Si hago lo que intentas hacer —pensó Diego.
—Todavía no respondes a mi pregunta. ¿Qué te gusta de mí?
—Antes de ese día. Siempre parecías alguien aburrido, sin mucha emoción pese que eres un gran deportista. Pero ese día mostraste algo totalmente diferente. Además, si me fijo bien, eres atento y maduro…
—¿Maduro? Creo que de nuevo te confundes. Mi personalidad no dice madurez por ninguna parte. Talvez solo sería insensatez. Además, por tu respuesta creo que ya se lo que buscas de mí —uso un tono ronco y duro —si eso es lo que buscas de mí. Entonces solo pierdes tu tiempo.
Se apartó e intento levantarse al descubrir la razón de ella de querer estar a su lado, pero un agarre con firmeza decisión. Lo detuvo de irse, pudo sentir la determinación en ese agarre y con la fuerza, de su cuerpo femenino lo devolvió a su lugar y ante su sorpresa ella pego sus labios a los suyos, no parecía la reacción de una mujer frágil y débil. Sino de alguien fuerte y segura.
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Editado: 29.03.2025