Sustitutos

Capítulo 31

En su habitación miraba por la ventana la calle despejada y de vez en cuando un auto o bus pasaba. Tenía la cuenta de 17 autos en total cruzar, en las diferentes direcciones. Sujeto las piernas, pegando su rostro en las rodillas. Suspiro profundo.

Sola en su habitación mientras su madre y el capitán Ross estaban en la cocina preparando una comida deliciosa para Diego por ganar el campeonato. Estaban poniendo mucho empeño en la preparación después de todo fue su gol quien los corono como campeones. En el camino de regreso a casa se detuvieron al mercado para comprar y no pudo evitar sentir los celos emergentes de su interior, al ver su madre así de feliz con el capitán Ross.

Realmente eran felices.

No podía ser egoísta. Después de todo lo ocurrido con su madre, con su padre esto era lo que ella se merecía. Buen hombre como el capitán Ross. Apretó más sus piernas.

—Pero… ¿Por qué tenía que ser él? —soltó melancólica. Sintiendo esa opresión en el pecho. —duele. Duele mucho.

Unos golpes en la puerta de su habitación la sacudieron, pero no se movió. En eso la puerta se abrió ingresando su madre sujetando lo que parecía una rebanada de pastel —hija mira lo que tra… —sus palabras se quedaron en suspenso al ver el estado de su hija. Como toda madre. Ella conocía las aflicciones de su hija. Se acercó sentándose en el filo de la cama dejando la rebanada de pastel sobre la mesita de noche —¿Qué sucede hija? —hablo con suavidad. Sin obtener respuesta el silencio de su hija le comenzó a preocupar. Su cuerpo tenso y un ligero temblor recorriéndole se acercó y la abrazo como cualquier madre amorosa —hija.

Lizbeth se acurruco como niña pequeña en los brazos de su madre, aquellos brazos que ella amaba que la tratara con cariño. No obstante, también era los brazos que cada día la distanciaba del hombre que ella amaba. Los sentimientos confusos eran cada vez más notables. En cierta forma no quería que ella la abrace, pero también la necesitaba.

—¿Por qué? ¿Por qué mamá? —pregunto —¿Por qué duele tanto?

—¿Qué te duele hija? ¿Algo te lastima? —pregunto su madre.

Lizbeth se quedó en silencio quería responderle. Lo que le duele era el amor. Y lo que la lastima era ella. El amor que ella y el capitán Ross se profesaban. Quería decirlo. Quería gritar sus sentimientos incluso si eso significaba dañar la felicidad de su madre.

Su madre que tanto había sufrido en la relación con su padre y que ahora era plenamente feliz, de verdad estaba dispuesta a destruir esa felicidad que había encontrado.

—Nada mamá —expreso con tristeza.

La señora Diana no pidió explicaciones, pero sabía la raíz de su estado emocional —si necesitas ayuda hija. siempre estaré aquí para ti. —la abrazo con más cariño. Se levantó. —come el pastel de queso. Sé que te gusta.

Miro el pastel era el casero preparado por su madre. —gracias mamá. —tomo el plato.

—Pon una carita feliz hija. Hoy vamos a celebrar —respondió la señora Diana alegre, saliendo de la habitación.

Lizbeth tomo la cucharita apartando un pedazo del pastel llevándoselo a la boca —está rico —declaro tomo otro bocado.

Hasta dejar la mitad del pastel y centrarse de nuevo en la ventana. Centrándose en cierto chico que conocía bien ingresar en su campo de visión. Caminando con tranquila hasta la entrada de la casa en eso se detuvo levantando la mirada. La mirada de los dos jóvenes se conectó a través del cristal. Se leyeron como almas suplicantes, deseando un poco de amor, un poco de pasión, de fuego que aliviara esa opresión de su pecho.

Escucho la voz fuerte y feliz del capitán Ross —ah… aquí está el campeón —la viva voz del capitán la hacía sentir emocionada en su interior. Escucho la queja de Diego.

—Diego estamos preparando una comida deliciosa. Te gustara —escucho la voz de su madre —y llegas justo a tiempo.

—Gracias. Pero… quiero darme un baño primero.

—Ah… si. Huele que apestas —comento el capitán Ross.

Lizbeth tomo su celular notando algunos mensajes de WhatsApp de su grupo. De parte de Camila, diciendo que quería contarles algo increíble que paso el día de hoy. Gaby su otra amiga preguntando con emoción que había pasado. Camila relato lo que había pasado con Diego. Los mensajes eran de hace más de una hora.

En eso sus dos amigas preguntaba a Lizbeth por su opinión acerca de lo ocurrido. Si había alguna oportunidad de establecer alguna relación con Diego. Busco en su cajón sacando unos audífonos y pulso el icono de video llamada.

—Hola chicas —saludo.

—¡Por fin respondes! —manifestó Gaby. —¿Dónde estabas?

—Lo siento. Estaba con mi mamá y el capitán Ross haciendo compras. —respondió Lizbeth.

—¿Harán una fiesta? —manifestó Camila.

—Eh… no, solo una pequeña comida. Diego no es de fiestas.

—¡Que aburrido es! —expreso Gaby. —en fin. ¿Qué piensas de lo ocurrido con ellos? —Lizbeth movió ligero la cabeza.

—Acerca de que la acompañara a casa y el helado.

—Y eso beso —intervino Gaby —¿cierto? Camila. ¡Oh por favor! Dime como fue.

Camila detallo cada detalle de ese beso, del arrimón en la pared de la casa del vecino, demostrando una devota necesidad de ella. Como si hubiera esperado mucho tiempo por aquel beso.




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