Sustitutos

Capítulo 37

Ser sustitutos para ellos era como ser un analgésico, para el dolor temporal que ellos sentían. Donde a escondidas podían saciar ese incontrolable deseo de ser estrujados por los brazos de quienes ellos amaban y el hecho de tener cierto parecido a sus progenitores era un alivio total, pero también los sumergían en las profundidades de ese abismo.

El tiempo paso dejaron correr mucho tiempo, y ni siquiera se habían acercado para hablar acerca de lo que sentían, o cruzar una palabra. Ellos dos no cambiaron para nada, mientras que las demás personas de su alrededor lo hacían, un ejemplo era Camila, su radical cambio hacia de ella una chica realmente atractiva incluso estudiantes, compañeros de clase de Diego lo reprocharon, por dejar escapar a una chica como ella.

Solo un completo idiota dejaría a una chica como Camila, y más con su nueva versión. Varones y mujeres de su salón de clases lo miraron de forma despectiva como burlándose de él al dejar o no intentar nada con ella. Esas miradas lo molestaban, pues lo mantenía en la vista de todos como el imbécil que dejo escapar un diamante y ni siquiera pudo tener una piedra.

Otro gran cambio que sucedía era bajo su propio techo Diego y Lizbeth observaron como la señora Diana y el capitán Ross se mostraban incluso más felices. ¿Por qué tal felicidad? Era duro. Mientras ellos se hundían en un poso sin fin, todos los demás gozaban de la felicidad. Esa noche en la mesa el capitán propuso lo siguiente.

—Escuchen familia —hablo con emoción y brillo en sus ojos —que les parece si mañana vamos de acampada. No se acepta un no por respuesta.

—Papá yo…

—Esta bien —intervino Lizbeth interrumpiéndolo.

Diego la miro con seriedad —me parece bien —la señora Diana se manifestó —no salimos mucho. Debemos pasar más tiempo familiar.

—Muy bien. dejen preparando todo, que mañana salimos temprano.

—¿Y… a dónde vamos? —pregunto Lizbeth.

—A la laguna amarilla —respondió el capitán.

—Estamos en invierno hará mucho frio —protesto Diego.

—Por eso hay que ir bien preparados —contesto el capitán Ross.

—Ahg… —bufo Diego —nos hará falta tiempo.

El capitán sonrió divertido —hijo, tengo todo lo necesario para mañana. No te preocupes. Mejor después de terminar de cenar vayan a sus cuartos y preparen ropa para mañana.

Continuaron su comida en silencio, esa misma noche hicieron todo, preparando todo para el día de mañana incluso dejaron lavando toda su ropa pues el viaje les tomaría un largo tiempo, especialmente la caminata. Esa noche Diego y Lizbeth se reunieron a las afuera de la casa en completo silencio bajo la intemperie de la noche. El silencio estaba presente, solo miraron el firmamento nocturno.

—¿Qué sucederá mañana? —pregunto Diego. Conocía a su padre y sabía que si hacia algo así, era porque algo estaba a punto de pasar.

—¿A qué te refieres? —respondió Lizbeth con otra pregunta.

—Eventos inesperados como este, de parte de mi papá. Solo debe significar algo —respondió.

Lizbeth entrecorto la mirada ella también lo sabía —es cierto. Seguramente algo muy importante sucederá mañana.

Diego tomo la palabra —lo he decidido —declaro y Lizbeth lo miro.

—¿Qué has decidido? —pregunto.

—Eh dejado pasar mucho el tiempo. Lo eh pospuesto una y otra vez. Estoy viendo como los demás, avanzan y yo sigo cayendo en este poso. Mañana todo terminara.

—Hmm… —Lizbeth bufo suave y abrió ligero los ojos —¿Quieres hacerlo mañana?

Diego dirigió su mirada a ella —si no es mañana, entonces nunca lo será. Seguiré aplazándolo una y otra y otra vez. Así nunca podré avanzar, o por lo menos detener esta caída. ¿Qué harás tú? —le pregunto.

Ella le sostuvo la mirada y la volvió hacia el firmamento —supongo que tienes razón, también lo eh estado aplazando. —se levantó con determinación —pase lo que pase mañana. Todo debe terminar. Incluso si destruye esta familia.

—A grandes riesgos. Grandes consecuencias —respondió Diego levantándose. —entonces que todo termine mañana. —Compartieron miradas mientras el viento frio de la noche los envolvió.

Como si de abrir los ojos se tratara la mañana llego el capitán y la señora Diana estaban colocando todo lo necesario dentro del carro, dos tiendas de campaña, y el equipo necesario. la mañana parecía estar agradable pese estar en invierno este día los recibió como una calidad luz solar, abrigando sus cuerpos. Parecencia que sería un día agradable o solo era el inicio de un buen día, pero terminaría con la lluvia. Con dos corazones rotos.

—Diego. Lizbeth. Rápido hay que llegar a tiempo. —llamo el capitán Ross.

Ambos jóvenes salieron de casa con su vestimenta cargando una mochila cada uno las dejaron junto al equipo ingresando al auto sin decir palabra alguna. Pues decir alguna palabra que no diría para este día seria innecesario. Debía reunir toda la fuerza de voluntad y coraje para este día y no era por la caminata que llevarían a cabo hasta el lugar donde se encontraba la laguna amarilla, eso era lo mínimo, el verdadero desafío era la revelación de sus sentimientos hacia las personas que ellos amaban.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.