Crecer. Soñar con una persona con la persona que solo puedes tener en sueños, era lo que a muchas personas deja estancadas. Lizbeth pese ser descubierta en sus sentimientos tanto por el capitán Ross y su madre seguían amando al esposo de su madre. Quería ser fuerte. Quería gestionar aquellos sentimientos que solo la detenían, no podía avanzar como lo hizo su madre, su amiga y ahora Diego. Lo curioso era que los tres tenían algo en común y era que recibieron apoyo de personas cercanas a ellas.
Su madre del capitán. Su amiga Camila de su madre y de cierta forma se diría que Diego tuvo que ver y Diego el solo pudo crecer al despedirse y aceptar los sentimientos compartidos entre Aleni y él. Pero ella a quien tenía.
Sentada en su escritorio escribía en su diario todo lo que sentía, era su forma de expresar todo lo que sentía, pero un diario no te puede dar ese apoyo emocional que requieres al ser solo una caja de pandora de tus emociones.
—Mamá… ella podría ayudarme —dijo suave.
Rápido borro esa idea. No sería adecuado hablar del hombre que ella amaba y su madre sabia. Como pararse frente a su madre y decirle. “Mamá quiero hablar acerca de tu esposo.”
Amaba a su madre, pero no podía sacar un tema pasado o seguir con algo que no tenía ni pies, ni cabeza. El capitán no entraba en el tema, pese seguir amándolo. Por su mente paso Camila, y pedirle que la ayudara, después de que ella misma provoco que su amiga se derrumbara y pedirle ayudar seria ser hipócrita. Gaby paso por su cabeza, pero de hacerlo debería abrirse con ella y revelar muchos secretos. Secretos que con Camila era suficiente.
—Mariano —dijo su nombre.
Él era alguien que podría ser la excepción constantemente se mostraba algo desagradable. Buscaba una excusa para poder pelear con Diego. Talvez podía entender esas razones. De tener envidia de Diego. Al ser el chico cool del colegio varias chicas estaban locas por él, posiblemente no acepto que alguien insípido como Diego lograra estar con Aleni, que durante su estadía escolar fue considerada la mejor de su generación.
Aleni Lara era todo lo que un chico deseaba tener y que él nunca pudo conseguir. Diego con su actitud sombría, pudo tenerla.
—Talvez seas tú Mariano. Quien me ayude a crecer. Aunque talvez termine por destruirte —tenia fijado a su objetivo. Debía ser él. Lo utilizaría, pero no le daría alas pues sabía lo que quería. de hecho, tenia algunas ideas de porque debía ser Mariano. Se levantó bajando a la sala —lo siento. Pero debes ser tu —se dijo convencida.
Diego llego a casa últimamente llegaba tarde a casa y parecía algo cansado tenía la idea de que volvió a tomar las clases de defensa que el capitán pago. Ella hace un tiempo dejo de ir.
—Volviste —dijo ella.
—¿A dónde iría? —respondió.
—Últimamente sales mucho. ¿Qué haces? —volvió a preguntar.
Diego se sirvió un vaso de agua—no es tu incumbencia Lizbeth.
—Tienes razón. no es de mi incumbencia, pero díselo al capitán o mi mamá, para que no me estén preguntando por ti.
—Ellos no tienen de que preocuparse —dejo el vaso acercándose hasta ella —no haré nada que los perjudique —lo menciono con algo de desdén que ella supo interpretar.
—Habla claro Diego —pidió con seriedad.
—Tu amigo. Quien te visita estos días. Me ponen de malas, me molesta mucho sabes.
—Si. Pues mi importa bledo. Sabes.
—Espero que digas lo mismo. Cuando cruce la línea.
—¿Qué harás? Golpearlo, amenazarlo.
Ninguno de ellos se dio cuenta de la cercanía que se encontraban. Tan cerca y tan lejos a la vez. El silencio se hizo presente. Solo se miraron. Observándose como dos errantes que se habían hallado después de un largo tiempo.
Diego la miraba como algo confuso, como la sombra de un árbol en pleno desierto. Algo que necesitaba y solo ella podía darle. Lizbeth por su parte como alguien desconocido, pero que siempre estuvo ahí. Se sentía absorta y perpleja cortando la conexión visual e intento salir de la presencia de Diego que la sorprendió tomándola de la mano. Lo miro sin poder interpretar esos ojos.
—¿Diego?
Fue lo único que dijo al ser jalada hacia él y como una necesidad o deseo que se desarrolló en ese instante. Diego la tomo de la cintura uniendo sus labios con los de ella que no opuso resistencia simplemente correspondió aquel beso, como si fuera una necesidad y a la vez algo que no debía hacer, el deseo ferviente de pasión y furia luchaba en ella. Sus manos subieron hasta sujetar el pelo de Diego apartándolo, pero de nuevo se entregó a esos labios, para terminar con su mano impactando en la mejilla de Diego. Sin decir nada volvió a subir las escaleras encerrándose en su cuarto sintiendo sus mejillas arder. Solo quería olvidar aquel instante, pero no pudo sacar la sensación de su ser la pasión por inercia llevo su mano hasta sus labios tocándolos con sus dedos intentando emular el tacto de aquellos labios.
Diego no parecía indiferente a este hecho preguntándose. ¿Por qué diablos estaba frente la puerta de ella? Miraba la puerta como un muro que debía atravesar. Frente a ella tomando la perilla, la giro apenas sintiendo temor completo de girar la perilla por completo soltándola. Soltó el aire retenido en su cuello retirándose ingresando a su habitación. Talvez solo fue un impulso que lo movió hacer lo que hizo.
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Editado: 29.03.2025