Sustitutos

Capítulo 46

¿Qué será? ¿Por qué desde ese día lo molestaba tanto que Lizbeth estuviera tan cerca de ese cretino? Sentía un sabor amargo en su boca y nudo en el cuello. La razón de esa molestia no podía ser justificada o talvez si podría justificarlo. Seguramente esa molestia se debía a que Mariano dijo algo indebido en presencia de Diego.

La molestia que sentía, la amargura, debía ser por la mención de la señora Diana. Esa debía ser la razón por la que sentía aquella incomodidad, trato de mantenerse distanciado de todo aquello. No necesitaba ser el hermano que protegiera a Lizbeth, ella conocía de sobra la historia de Mariano así que no debía ser tan ingenua para caer sus redes. O eso pensaba él.

Desde ese día Mariano logro un apego incuestionable hacia Lizbeth y sus amigas. Camila y Gaby. Ellas también parecían confiar en él, después de todo él salto la reja corriendo detrás de Lizbeth, acompañándola hasta el hospital. Un acto como aquel no podía solo pasar por alto, era claro que se había ganado unos puntos con ellas, al igual que su padre y la señora Diana. Marino comenzó a frecuentar la casa haciendo visitas. Precisamente estaba de visita en casa.

—¡Que gusto tenerte aquí Mariano! —expreso la señora Diana.

Mariano con una sonrisa hablo —bueno solo quiero estar cerca, de esta hermosa chica —dirigió su mirada a Lizbeth que solo sonrió.

Lizbeth había cambiado estaba más relajada, con una mirada de esperanza en sus ojos. Se podría decir que empezaba a confiar en Mariano, ya no lo quería para usarlo y seguir delante de hecho era como si hubiera creado una conexión con él. Solo que talvez no era reciproco. Mariano de forma audaz desviaba su mirada entre Lizbeth y su madre, encontrando el gran parecido entre ellas. Lizbeth era como la copia de juventud de la señora Diana. El deseo ferviente de poseerlas se incrementó, no obstante, era imposible, la señora Diana era una mujer casada, además estaba en cinta y era la esposa del capitán Ross. Intentar seducir a una mujer madura como ella siendo solo un crio. No era algo que podía hacer.

Se bastaría con poder estar con Lizbeth. Si podía estar con ella de cierta forma estaría con su madre, ya que ella era igual a su madre.

—Dime muchacho. ¿Qué piensas hacer después de graduarte? —pregunto la señora Diana.

—La verdad. Mi papá quiere que estudie medicina…

—Medicina. Es una carrera admirable —interrumpió la señora Diana.

—Sí. Es una gran carrera —hablo Mariano —pero no es lo mío.

—¿Entonces? —pregunto Lizbeth.

—La Policía. Voy apuntar a la escuela superior de Policía. Así puedo ayudar a la gente y mantener el orden —expreso con orgullo.

—Una gran vocación, pero también es muy arriesgada —aseguro la señora Diana —muchas cosas pueden ocurrir en tu vocación.

—Conozco los riesgos señora. Aun así, quiero hacerlo proteger a las personas. No hay mayor satisfacción que eso.

Mariano. Cada palabra, cada expresión lo decía con tal seguridad y convicción que podía convencer a cualquier persona. Tenía una habilidad y un poder tan impresionante para poder hacerse con la confianza de las personas, para él no importaba si había malos rumores sean ciertos o no él podía usar su poder y cambiar las convicciones de los demás, justo como ahora lo estaba haciendo con Lizbeth y la señora Diana. Aunque Lizbeth era quien estaba en su juego cambiando las convicciones que tenía respecto a él.

—Ya regreso —escucharon decir a Diego que se hizo presente en la sala.

Diego los observo, su mirada se detuvo un instante en la señora Diana, no debía preocuparse por una mujer como, estaba seguro de que alguien como ella no se dejaría influenciar por alguien como Mariano. Centro su vista en Lizbeth, ese cambio en ella lo sacudió un poco y finalmente Mariano que lo miraba con diversión, pero podía verla otra intención.

—¿A dónde vas? —pregunto la señora Diana.

—Voy a entrenar un poco —respondió.

—Vas a retomar las clases de defensa personal —continuo la señora Diana.

—¿Defensa personal? —interrogo Mariano. Sonrió —mmm… ¿Dónde entrenas Diego? ¡Me gustaría aprender un poco! Así puedo proteger a mi chica.

—¿Tu chica? —respondió Diego.

Mariano asintió —sí, la tienes justo a tu derecha.

—Yo no soy tu chica —repuso Lizbeth.

—¡Por favor! —expreso Mariano algo dolido.

—Por ahora solo amigos —soltó la señora Diana.

La conversación se estableció algo monótona, donde Mariano intentaba establecerse como la pareja de Lizbeth. Diego sintió esa incomodidad crecer. ¿Qué demonios le importaba si Lizbeth tenía o empezaba un romance con Mariano? Ella sabía cómo era él y si aun así lo hacía cometiendo aquel error, entonces que ella aprenda de su error. No tenía por qué salvarla o protegerla como una niña pequeña ya tenía su edad y pronto entraría en su mayoría de edad. Ella debía velar por sí misma. No necesitaba de algún príncipe azul. La dejaría, así como tal y que aprendiera de su error.

—Me voy —soltó Diego saliendo de casa.

—¡Hey espera! —dijo Mariano. Salió detrás de Diego —¡Oye espera! —se lanzó sobre él colgándose del cuello.




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