Esa noche mientras la pareja de matrimonio descansaba cómodamente, Lizbeth cubierta por la oscuridad de la noche, se levantó de su cama. Con cuidado de no hacer ruido abrió la puerta de su habitación mirando la puerta de aquella habitación. Frente a ella giro la perilla comprobando que estaba abierta e ingreso dentro encontrando a Diego recostado sobre su cama. Se acercó con cuidado y lo observo.
No quería causa mucho jaleo por lo que extendió su mano para sacudirlo, pero en ese instante —¿Qué haces aquí? —hablo Diego dándole un susto.
—¡Ay Dios mío! —expreso sobresaltándose —creí que estabas dormido.
—Sabía que vendrías a verme —respondió Diego y ella solo lo miro.
—Tú… no importa. ¿Qué te paso realmente? —pregunto.
Diego se movió —descúbrelo tú misma.
Ella lo tomo como si Diego le incitara a adivinar la razón de su rostro golpeado —tengo una idea.
—Una idea. Y ¿Cuál es?
—No estoy para adivinar —dijo molesta —te peleaste con Mariano.
—¿Qué? Si fue así. Acaso, debo darte explicaciones de todas mis cosas. Porque yo no te he pedido ninguna a ti.
—No imagines cosas —respondió ella razonando el responder de Diego —solo dime. ¿Por qué se pelearon?
—Talvez algunas razones. La primera seria que es un imbécil y la segunda…. Me cae mal —respondió Diego.
—¡Que infantil! —expreso ella.
—De todas formas, no me creerás. Así que confía en su versión —respondió Diego. Ella notando que no obtendría nada de Diego solo se dio la vuelta para marcharse, pero en ese instante se detuvo al escuchar una pregunta que no venía al caso. —¡Que rayos le ves a él!
—¡Que! —fue lo que dijo ella. Diego se levantó de la cintura para arriba. Solo la miro directo un acto que si no fuera por la ausencia de luz se vería descubierto. Lizbeth sonrió para ella y se acercó de nuevo —¿Quién es el pide explicaciones ahora? —interrogo.
—¿Y que si lo hago? —respondió jalando a Lizbeth sobre la cama, mirándola con ferocidad.
—¡Oye! Ya suéltame —dijo Lizbeth bajo para no despertar a su madre ni al capitán —¡Que me sueltes! Te digo.
—¡Qué sino lo hago! —acerco su rostro al de ella.
Lizbeth se vio pequeña ante la mirada de Diego, sintió su corazón acelerarse, esta cercanía ya no la tenía desde hace un tiempo. El calor que emanaba de su cuerpo era cálido, estaba luchando por liberarse, pero Diego la inmovilizo, acercando más su rostro.
Esta cercanía lo hacía desesperarse, pero al mismo tiempo lo tranquilizaba. Una confusión de sentimientos que deseo interpretar. Su nariz choca con la de ella.
—¡No lo hagas! —pidió ella en suplica.
Ante su rechazo Diego se deslizo sobre su mejilla llegando hasta su oído le susurro —entonces vete —pegando la comisura de sus labios en su tacto. La sensación la hizo estremecer al mismo tiempo que Diego aflojo su agarre.
Lizbeth salió sonrojada y con un calor creciente en su cuerpo, se encerró en su cuarto. Se dio cuenta que Diego la estaba provocando con su comportamiento y sus cortas palabras. Además, desde hace un tiempo, nota un comportamiento muy ajeno al de él. Como si estuviera molesto con alguien, decidió no pensar en eso, ni en lo que había pasado hace un momento y se metió en la cama.
Del otro lado Diego sintió la profunda necesidad, de detenerla cuando se marchó. Incluso ahora sentía la necesidad de ir hasta su habitación y concluir su intención, pero se detuvo un momento de intentarlo, pues en su pensamiento esta sensación de molestia o de celos era por las palabras que Mariano le dijo. Si enamoraba a Lizbeth podría fingir que estaba con la madre es decir con la señora Diana.
Con aquel pensamiento se detuvo de levantarse y volverse a cubrir con las cobijas. E intento descansar tranquilamente para mañana, pero no pudo hacerlo le costó mucho poder dormir. Y como un reflejo y coincidencia ambos se encontraron en la mañana para realizar su práctica deportiva. Lizbeth aparentaba tranquilidad, pero por dentro al igual que Diego tenía una encrucijada.
Lo observa ahí dando golpes al saco de box, mientras hace sentadillas, o flexiones de pecho. Mira que golpea con fuerza como si intentara desahogarse, pero aun así ese exceso de barbaridad que sería lo correcto decir, le resultaba algo atractivo. Algo excitante.
El desayuno y la caminata hasta el colegio, ambos permanecieron en silencio el ambiente tenso entre ellos, era palpable ahora eran dos desconocidos, pero con un deseo voraz creciente en ellos. Diego sintió que debía decir algo, pero se detenía de hacerlo y tuvo el valor de hacerlo justo en la entrada del colegio.
—Liz, yo…
—Linda —Mariano apareció. Lizbeth lo miro y al igual que Diego tenía el rostro golpeado.
—¡Mariano! —dijo sorprendida al verlo golpeado.
—Liz —escucho la voz de Gaby. Saludo y miro a Mariano —¡Dios! ¿Qué te paso?
—Hola —reconoció la voz de Camila.
Diego se alejó para no tener qué, pero regreso la vista para verlos. En verdad le molestaba verla tan cerca de él.
—¡Dios mío! ¿Quién te hizo eso? —Pregunto Camila.
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Editado: 29.03.2025