Sustitutos

Capítulo 50

La mirada atenta de sus progenitores sobre ellos era intimidante, esperando por una respuesta a lo que habían presenciado hace unos instantes. Ni Diego, ni Lizbeth dijeron palabra, pues no tenían como justificarse por sus acciones.

—Estamos esperando —hablo el capitán con su semblante afilado, pero no hubo respuesta por parte de ellos. —Diego, Lizbeth —pronuncio sus nombres con enojo.

Esto los hizo sobresaltar —escuchen yo…

—¡Quiero a Diego! —interrumpió Lizbeth asombrando a la pareja de esposos —yo me entregue a él. Porque lo quiero.

—¡Hija…! —dijo con algo de asombro la señora Diana.

—Yo también la quiero —la mirada de los adultos se posó ahora en él —me di cuenta de lo que sentía por ella y ahora, no quiero perderla.

—Se dan cuenta de lo que significa esto. Ustedes…

—No tenemos lazos sanguíneos mamá —interrumpió Lizbeth.

—Liz. Pensé que estabas con ese chico Mariano —hablo el capitán con duda ante este acontecimiento. —¿Qué paso?

Lizbeth bajo la mirada su expresión se volvió algo triste, algo que su madre supo interpretar —¡Ay hija! —la abrazo.

—¡Ese mocoso! —expreso con rabia el capitán. Diego dio las gracias de no ser Mariano, el pobre se las vería con el capitán.

—¡Lo siento mucho! Pero… —su tono se endureció —te entregaste a Diego por despecho.

—Señora Diana…

—No fue así mamá. Confieso que estaba destrozada, pero Diego solo me apoyo y… —sonrió con un sonrojo en sus mejillas.

—Señora Diana —Diego se levantó —soy un antisocial, un idiota, algo traumado, pero…en verdad quiero a Lizbeth. Y, talvez esto suene tonto o posesivo, pero. Si la veo con alguien que no sea yo, me pone de malas —rió con una sonrisa autentica —esto es algo nuevo para mí. Y no quiero renunciar a esto.

—¡Diego! Nunca había visto esa risa —hablo su padre.

—Sera porque —miro a Lizbeth acercándose tomo sus manos —si estoy enamorado de ti Liz. —los ojos de ella se iluminaron —señora Diana, capitán —uso un tono formal —incluso si ustedes no lo aprueban. Quiero estar junto a ella.

—Yo también quiero estar con él —añadió Lizbeth.

El capitán exhalo arrimándose contra el espaldar del mueble. Y volvió hacia delante —están seguros de esto. Ante los ojos de quienes los conocen ustedes son…

—Pero no lo somos. Y yo quiero a Lizbeth. —interrumpió Diego.

—Tendrán muchas críticas. ¿Seguro que podrán soportarlo? —indago la señora Diana.

—La gente siempre hablara mamá. Y no me importa —respondió con seguridad Lizbeth.

—De acuerdo —dijo la señora Diana con alivio y una sonrisa —pueden estar juntos.

—Diego —el capitán uso un tono ronco, que lo hizo estremecer —puede que seas mi hijo, pero. Ella es mi hija, mi princesa. Si la lastimas juro hacerte pagar bien caro, por todas sus lágrimas —amenazo.

—De acuerdo… lo tendré en cuenta —dijo Diego pasmado sintiendo un escalofrió, sabía que su padre no decía en serio. Lizbeth y la señora Diana soltaron una risita.

—Además —intervino la señora Diana —aquí en la casa nada de romance. Que les quede claro. Primero sus estudios.

—Una cosa más —hablo el capitán —¡por favor! Díganme que usaron protección.

—Sí, lo usamos —respondió Diego rápido tratando de ser convincente.

—¡Muy bien! Porque no quiero ser abuelo todavía —añadió el capitán.

—Linda —escucharon la voz de Mariano afuera de la casa.

Ella se asomó a ver comprobándolo —yo voy ustedes quédense aquí y no interfiera —pidió ella saliendo hacia la calle.

—Linda ¿Dónde estabas? Estaba muy preocupado cuando volví no te encontré en la sala. Tampoco respondiste a mis mensajes. —ella permaneció en silencio —Liz. Linda —volvió a de decir. Ella levantó su mano impactando abiertamente con el rostro de Mariano. Un golpe seco que los tres miembros dentro de la casa escucharon claro. —Liz —volvió a decir, pero recibió otra cachetada. —¿Qué rayos te pasa? —pregunto con molestia.

—Vengarte de Diego por lo de Aleni —empezó por decir y los ojos de Mariano se abrieron —acostarte conmigo para después botarme como basura.

—Espera Liz yo…

—Cállate. Fui una tonta al pensar que podías ser diferente, pero creo que me lo merezco por lo que yo pensaba hacer al inicio contigo. Pero tu si me gustabas Mariano y quería empezar algo contigo, quería sanar contigo. Pero tu solo buscabas un par de tetas y culo para saciar tu ego herido por Aleni y vengarte de Diego —contuvo el aire —quiero decirte tantas cosas, pero no lo vale. Lárgate. Lárgate de mi casa —pidió ella.

Mariano al ver que todo se había perdido en sus planes y al notar la presencia del capitán en el umbral de la puerta se resignó marchándose. Lizbeth tenía el apoyo de su familia y eso le bastaba para afrontar lo que se venía de ahora en adelante. Camino de regreso a casa donde su madre la abrazo.

—¿estás bien hija? —pregunto y ella asintió

—Liz. No sé qué paso entre ustedes, pero creo que es mejor que no lo sepa. Lo único que me importa es que estés bien. nada más que eso —hablo el capitán Ross.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.