En el silencio del alma, encuentro a Dios,
una comunión sutil, más allá del velo.
En la oración, susurra el viento divino,
tejiendo hilos de paz, en un eterno sendero.
La luz de lo trascendente, como un sol interior,
ilumina los recovecos del corazón.
En la quietud del espíritu, danzan estrellas,
reflejos divinos que acarician la razón.
La comunión, un diálogo en el lenguaje del amor,
una danza cósmica, en la que el alma es flor.
En cada latido, resuena la eternidad,
un eco divino, guiando mi andar con humildad.
En las páginas del ser, Dios escribe con tinta de gracia,
una poesía eterna, sublime y abrazada.
La comunión, un abrazo del infinito,
un pacto divino, en el que el ser encuentra su mito.
Así, en la comunión con lo sagrado,
mi corazón late al ritmo del Amado.
En la sencillez del encuentro, descubro la verdad,
una conexión divina, en la que el alma es libertad.