Susurros De La Mente

El Laberinto de los Recuerdos

El dolor llegó primero. Un filo invisible atravesando la mente, dividiéndola en mil fragmentos. Gabriel intentó gritar, pero su voz se quebró dentro de su cabeza. El mundo se volvió líquido, y la celda desapareció. Cuando abrió los ojos, ya no estaba encadenado.nEstaba en una habitación amplia, cálida, iluminada por la luz dorada del atardecer. El aire olía a rosas y a lluvia reciente. El corazón se le aceleró. Reconocía aquel lugar.

La mansión Harrow. Antes del incendio. Una sensación helada lo recorrió.

—No… esto no puede ser…

La puerta se abrió despacio. Y allí estaba Lucien. Vestido de negro, con la misma elegancia que la primera vez que lo vio. Su sonrisa era amable, su mirada azul cálida.

—Despiertas tarde, amor —dijo con ternura— Te estaba esperando.

Gabriel retrocedió un paso.

—¿Qué es esto?

—Nuestro hogar —respondió Lucien, acercándose— Todo lo que siempre quisiste. Nadie nos persigue, nadie nos teme. Solo tú y yo.

Su voz era perfecta, sus gestos exactos, pero algo no encajaba. Su presencia carecía del peso real, del calor que recordaba. Era una sombra demasiado perfecta.

—No eres él… — murmuró Gabriel.

Lucien alzó una ceja.

—¿No lo soy? —preguntó, y lo tomó de la mano. Su piel estaba tibia, su tacto real— Mírame, Gabriel. Tócame. ¿Acaso dudas de tu amor?

Gabriel retiró la mano con violencia.

—Evelyn… —susurró, comprendiendo— Esto es obra tuya.

La voz de la mujer resonó desde todas partes, suave como una caricia venenosa.

—Qué lástima, Gabriel. Tan inteligente, pero tan predecible.

El falso Lucien sonrió con frialdad.

—¿Por qué duele tanto creer que esto es mentira?

—Porque él no habla así —replicó Gabriel, temblando— Porque el verdadero Lucien no me ofrece un sueño, sino la verdad, por cruel que sea.

La habitación se estremeció. El atardecer se tornó rojo. Y el rostro del falso Lucien se desmoronó como cera derretida, revelando un vacío oscuro debajo. Evelyn apareció tras él, vestida con un manto plateado que reflejaba las luces de los espejos que flotaban a su alrededor. Su belleza era inhumana, como si la perfección la hubiese condenado.

—Eres fuerte —dijo con admiración sincera— Pero todos se quiebran, Gabriel. Incluso él lo hizo.

Gabriel la miró con odio.

—No volverás a mentirme.

—¿Mentirte? —Evelyn sonrió—. Solo te mostraré lo que él nunca se atrevió a confesar.

Chasqueó los dedos, y los espejos que flotaban comenzaron a girar. Cada uno mostraba un recuerdo distinto: Lucien niño en una celda, gritando bajo los experimentos de la Orden; Lucien firmando un pacto con una figura encapuchada; Lucien mirando un retrato de Evelyn con amor en los ojos. Gabriel negó con la cabeza.

—No, esto no es real.

—Oh, sí lo es —susurró Evelyn, acercándose— Él me amó mucho antes de amarte a ti. Y lo haría de nuevo.

Las lágrimas comenzaron a brotar de los ojos de Gabriel, pero su voz se mantuvo firme.

—Eso no cambia lo que somos.

—¿No? —Evelyn sonrió con crueldad— Mírate. Lloras como un niño que descubre que su dios tiene barro en los pies.

El suelo se quebró. Gabriel cayó de rodillas, los recuerdos envolviéndolo. Lucien y Evelyn juntos en un jardín; Lucien besándola bajo la lluvia; Lucien prometiéndole algo que solo los amantes dicen..El dolor lo perforó como una lanza.

—¡Basta! —gritó— ¡No quiero verlo!

—Pero debes verlo —respondió ella con dulzura— Porque solo así entenderás que su amor por ti no fue más que un reflejo un intento de revivir lo que perdió conmigo.

Gabriel hundió los dedos en el suelo, temblando. Las imágenes ardían dentro de su mente, cada una más real que la anterior.
Empezó a dudar. Por primera vez, la certeza se volvió un abismo.

—¿Y si tiene razón? —susurró.

—La tengo —dijo Evelyn, inclinándose a su oído— Y cuando lo odies, cuando sientas repulsión al oír su nombre, entonces el Eco será mío.

Gabriel cerró los ojos, llorando en silencio.
La oscuridad lo envolvió..Podía sentir su corazón partiéndose, cada latido una grieta más. Pero en medio de ese vacío, una brisa cálida recorrió su piel. Una voz, débil pero reconocible, atravesó las mentiras.

Gabriel no creas lo que ves. Mi amor por ella fue un error. Pero el tuyo es lo único que me hizo humano.

Gabriel levantó la cabeza. Evelyn frunció el ceño.

—¿Qué… qué hiciste?

Yo no te busco en los recuerdos, Gabriel. Te busco en el alma.

Las ilusiones comenzaron a temblar. Los espejos se resquebrajaron uno a uno, lanzando fragmentos de luz. Evelyn gritó, retrocediendo.

—¡No! ¡Aún no! ¡Aún lo controlo!

Gabriel se levantó. Su mirada ardía.

—No puedes controlar el amor, Evelyn.

El mundo se derrumbó. Las paredes de la ilusión cayeron, dejando solo un desierto mental infinito. Evelyn desapareció en un torbellino de luz. Y Gabriel, exhausto, cayó de rodillas.

Su mente era un campo devastado. Pero el vínculo con Lucien latía débilmente, una chispa azul en medio de la ruina.

—Lucien… —susurró, con la voz rota—. No te pierdas… te necesito.

Evelyn apareció entre la niebla, herida pero sonriendo, sosteniendo un espejo agrietado entre sus manos.

—Muy bien, Gabriel. Ganaste esta batalla. Pero no la guerra.

Acarició el espejo con los dedos ensangrentados.

—Tu mente sigue unida a la suya, y eso será tu perdición. Porque cuando él llegue hasta ti descubrirá lo que has visto.

—¿Qué…? —murmuró Gabriel, atónito.

—Tus dudas. Tus lágrimas. Tus miedos. Todo.

La sonrisa de Evelyn se volvió sombría.

—Y entonces, Gabriel será él quien te destruya.

El espejo estalló, lanzando una onda que lo arrastró de nuevo a la oscuridad. Y en la distancia, el eco de la voz de Lucien resonó, atormentado:

¿Qué hiciste, amor mío, qué me ocultas?




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