Apenas sentía los rayos del sol filtrarse por las ventanas de la furgoneta, como hilos dorados que luchaban por atravesar el polvo acumulado en los cristales. Mi cabeza estaba pesada, mi cuerpo agotado por las horas sin descanso. El sonido del motor, ahora familiar, era la única constante en este viaje interminable. El traqueteo rítmico me arrullaba, haciéndome perder la noción del tiempo, y me sentía a medio camino entre el sueño y la vigilia.
Me despabilé un poco al sentir el calor del sol acariciando mi rostro, pero seguía sin tener fuerzas para abrir los ojos.
Fue entonces cuando escuché el grito de Oscar.
— ¡Mierda!.
El sonido fue como un jarro de agua fría, atravesando la niebla que había envuelto mi mente. Mi cuerpo reaccionó antes que mi cerebro, instintivamente me incorporé, las manos buscando algún punto de apoyo mientras la furgoneta oscilaba de un lado a otro.
El grito de Oscar no era normal. No era el típico tono de alarma que solía usar cuando había algo que deberíamos evitar, algo que él consideraba importante. .
Abro los ojos, ahora totalmente alerta, y miro alrededor, todavía confundido. La furgoneta sigue quieta a través de la carretera polvorienta, pero Oscar está de pie fuera de esta, con algo en sus manos trigueñas, prontamente volvió a poner sus rodillas contra la carretera.
— ¿Qué pasa?— le pregunto, mi voz rasposa por el sueño interrumpido.
Oscar no me responde de inmediato. Está paralizado, mirando hacia aquel papel con una sonrisa maquiavélica. Siguiendo su mirada, busco con ansiedad cualquier escrito en el papel pero no veo nada. Sólo una extensión interminable de su sonrisa.
— Nikos... mira...
Me acerco lentamente y me asomo por la furgoneta, sin entender del todo lo que sucedía. Y entonces lo vi.
Los nombres de las canciones estaban escritas en el orden que sonaban, y a la vez la primera letra de cada una estaba encerrada en un gran circulo. "Me encuentro por las montañas".
— La radio que encontramos aquel día, también posee las mismas canciones, debemos ir ahí, hacia las montañas, el mensaje es claro — dijo Oscar apuntando con su dedo a lo lejos.
— ¿Qué pasaría si no hay nada ahí?.
— Seguiremos buscando.
—Dios, se que es el fin del mundo, pero por lo menos me gustaría dormir bien.
— Liam, acabas de interrumpir el mejor momento.
Los tres volvimos a subir a la furgoneta encendiéndola, pero cuando esta apenas se encendía algo inusual sonaba a lo lejos.
— Silencio... — murmure girando mi cabeza hacia el retrovisor.
Y entonces el sonido del disparo resonó en mis oídos como un latigazo. Fue tan cerca que pude sentir el aire caliente del proyectil al pasar. Mi corazón dio un brinco, y antes de que pudiera procesar lo que estaba pasando, los gritos de Liam y Oscar me sacaron del shock.
— ¡Nikos, arranca!— gritó Oscar, su voz agitada.
— ¡Rápido!— añadió Liam, mientras sus ojos barrían el paisaje a través de la ventana, buscando algo, buscando a alguien.
No tuve que preguntar más. Mi mano, por instinto, apretó el volante y pisé el acelerador, haciendo que la furgoneta rugiera mientras se ponía en marcha. Pero antes de que pudiera siquiera tomar una respiración profunda, algo me hizo mirar por el espejo retrovisor. Dos sombras se asomaban a lo lejos, acercándose rápidamente. Un auto negro, sin ninguna patente, estaba a nuestra espalda.
— Mierda. ¿De dónde salieron? — me pregunté en voz baja, pero la respuesta no tardó en llegar.
El mismo disparo sonó de nuevo, esta vez más cerca, y el impacto de una bala rozó la parte trasera de la furgoneta. Estábamos siendo cazados.
— ¡Liam el volante!
Oscar ya se había adelantado, y Neleah estaba con él, mirando a través de las ventanas traseras como si estuviera esperando mi señal.
Oscar no dudó ni un segundo. Corrió hacia las puertas, se agachó y, con rapidez, tomó mis pies, mientras Neleah se preparaba para lanzarnos lo que más necesitábamos: una distraccion.
Los disparos continuaban sonando. Estaba concentrado en mover aquellos grandes troncos que iban apareciendo en el camino, para que de alguna forma ellos pudieran volquearse.
—¡Neleah, lánzalo!— grité, y ella, con precisión, levantó una botella de agua que habíamos encontrado días atrás. Sin pensarlo, comenzó a arrojar agua con todo lo que tenía hacia el parabrisas del auto negro.
El agua cubrió todo el vidrio en un parpadeo, pero eso no fue suficiente. Los tipos del auto negro no iban a detenerse. No podía permitirlo. Miré al frente, asegurándome de que Liam mantenía el control de la furgoneta, pero a medida que los dos autos se acercaban, un solo pensamiento cruzó mi mente.
No podemos permitir que nos atrapen.
Mientras la furgoneta avanzaba, el auto negro comenzó a tambalear. El agua en el parabrisas les dificultaba la visibilidad, pero no sabía por cuánto tiempo más podríamos mantenernos a salvo.
— ¡Siguen ahí, Nikos! ¡No los vamos a perder tan fácil!— gritó Liam, mirando por el espejo.