primera luz del amanecer se filtró a través de las rendijas de la cabaña, trayendo consigo una calma irreal, como si el mundo intentara olvidar las tensiones de la noche anterior. El aire fresco de la mañana me golpeó la cara cuando me levanté lentamente de la cama, tratando de despejar la confusión que aún me pesaba en la cabeza. La pesadilla de anoche seguía viva en mi mente, como una sombra que se negaba a desvanecerse. ¿Qué significaban esas palabras? ¿Por qué sentía que me estaban persiguiendo incluso mientras estaba despierto?
Me levanté, con el cuerpo rígido y agotado, y me dirigí hacia la pequeña ventana de la cabaña. Afuera, la luz del sol comenzaba a dibujar sombras largas sobre el suelo, y el cielo parecía haberse coloreado de un rosa suave, anunciando un nuevo día. Sin embargo, esa paz visual contrastaba con la tormenta que todavía rugía dentro de mí. La voz en mis sueños, esa advertencia inquietante... "Si sigues buscando, perderás todo lo que alguna vez fuiste." ¿Qué debía hacer con eso?
Me tomé unos momentos para respirar profundamente, como si el aire fresco pudiera disipar la pesadilla que se anidaba en mi pecho. No lo logró. La sensación de estar atrapado en una red de recuerdos rotos y fragmentos de mi pasado seguía envolviéndome.
Al final, me di por vencido y salí de la cabaña, buscando algo que me ayudara a centrarme. El día ya estaba comenzando, y los demás estaban saliendo de sus cabañas, preparándose para el día. Pero no podía quitarme esa sensación de que todo estaba a punto de desmoronarse, como si el mundo entero estuviera jugando un juego de piezas que yo no lograba entender.
Oscar fue el primero en notar mi presencia. Me miró, y por un instante, sus ojos parecieron reflejar algo más allá de lo superficial. Algo más profundo, como si pudiera ver la tormenta que se desataba dentro de mí.
—¿Nikos? —su voz suave rompió el silencio, y yo me giré hacia el, forzando una sonrisa que no llegó a mis ojos.
—¿Qué pasa? —respondí, aunque no estaba seguro de si quería saber la respuesta.
Oscar se acercó, su mirada llena de preocupación. Por un momento, todo se sintió más personal, como si no estuviera observando a un hermano, sino a alguien que de alguna manera había tocado una fibra sensible.
—Estas bien, ¿verdad? —dijo, bajando la voz para que los demás no pudieran escuchar. —Todo lo que está pasando...
Mis palabras se quedaron atascadas en mi garganta, como si hubiera un nudo en el fondo. No sabía si estaba hablando de mí o de algo que ni siquiera tenía nombre. Mi mente seguía atrapada en las mismas imágenes de la pesadilla: el laboratorio, el bebé, la voz, las palabras.
—Lo sé —respondí, mi voz casi inaudible. —Anoche... tuve otro sueño. Algo... algo me dijo que no busque la verdad, que me perderé a mí mismo si lo hago. Y no sé si debo seguir buscando, si debo detenerme antes de que sea demasiado tarde.
Oscar se quedó en silencio, mirando al suelo por un momento. Algo en sus ojos mostró una comprensión profunda, como si el supiera exactamente lo que sentía, aunque no hubiera compartido mis sueños.
—Lo que estás buscando, Nik, no es algo que puedas encontrar solo en los recuerdos. Quizás sea algo más... algo más grande de lo que imaginas. Pero no puedes dejar que eso te consuma. A veces, las respuestas vienen cuando menos las buscas — comento Liam sentándose a mi lado y uniéndose a la conversación de susurros qué manteníamos con Oscar.
No estaba seguro de si sus palabras eran una advertencia o una promesa, pero sentí que había algo en ellas que resonaba en lo más profundo de mi ser. ¿Realmente estaba buscando la verdad, o simplemente me estaba aferrando a algo porque no sabía qué más hacer?
Rea se acercó en ese momento, su presencia fría como siempre, y me cortó cualquier posibilidad de seguir conversando con mis amigos.
—Es hora de entrenar —dijo, su tono autoritario como siempre, pero algo en su mirada parecía más aguda hoy. Quizás solo quería asegurarse de que no perdiéramos más tiempo del que ya habíamos desperdiciado.
Todos asentimos sin decir nada más, y yo me dirigí hacia el área de entrenamiento, tratando de deshacerme de las imágenes que seguían rondando mi mente. Necesitaba centrarme, hacer algo que me sacara de esa espiral de dudas. Pero mientras caminaba, sentí que algo había cambiado. No podía explicarlo, pero la sensación de que la verdad me estaba acechando, de que estaba a punto de enfrentar algo mucho más grande que todo lo que había vivido, se intensificaba.
El campo de entrenamiento era el mismo de siempre, pero hoy, para mí, era diferente. Cada paso que daba me acercaba más a un punto de no retorno, a una verdad que, aunque temía, sabía que tendría que enfrentar en algún momento.
Rea me dio una mirada rápida, como si viera en mí algo más de lo que quería mostrar. Sin embargo, no me habló, y la instrucción comenzó en silencio. El aire se sentía pesado, como si el peso de las palabras que había escuchado en la pesadilla todavía flotara sobre nosotros.
El día comenzó con entrenamientos rutinarios, pero mi mente no podía detenerse. Sabía que la oscuridad no había desaparecido, que aún me acechaba. Y aunque el amanecer había llegado, con él también lo hacía la incertidumbre sobre lo que deparaba el futuro.
Un futuro que, al parecer, no podría controlar.