Susurros de magia

Nuevo día, una nueva rutina

Liam había llegado más temprano de lo normal. Desde que fue al bosque con Kai, no dejaba de repasar los movimientos para encantamientos simples. Se había quedado con la sensación de que ese mundo oculto y mágico tenía mucho más que ofrecerle... y él no podía desaprovechar ni un segundo.

Frente al espejo, sin clientes aún, practicaba el gesto para encantar un peine: un giro leve de muñeca y una línea curva en el aire. El peine se elevó un poco, temblando.

—Casi —se dijo, con una sonrisa tonta.

Desde el fondo, Kai lo observaba mientras organizaba algunas pociones. Se detuvo un momento, cruzó los brazos y pensó:

"Tiene talento. Aunque no lo sepa aún..."

La campanilla de la puerta sonó, y entró un hombre alto, de cabello gris y rostro amable. Un cliente sin magia. Lo notabas por cómo caminaba con cierta inseguridad, observando el local con fascinación y temor a la vez.

—Kai, ¿puedes hacerme el mismo corte que la última vez? —preguntó.

—Claro —respondió Kai con una inclinación leve—. Siéntate.

Liam se quedó mirando el proceso. Kai era meticuloso, casi elegante al trabajar. Sus movimientos eran precisos, y aún sin usar magia, lograba resultados impecables. El hechizo de limpieza al final fue sutil, como un suspiro en el aire.

Cuando el cliente se fue, Kai, sin mirarlo directamente, dijo:

—¿Disfrutaste el espectáculo?

Liam se tensó, sonrojándose. Kai no añadió nada más, pero sonrió para sí.

Poco después, la puerta se abrió de nuevo.

Entró una joven de cabello castaño claro y ojos violetas, con una piel luminosa y una sonrisa casi sobrenatural. Vestía ropa sencilla, pero cada movimiento suyo parecía bailar con una gracia imposible de imitar.

—Buenas tardes —dijo, con voz melodiosa.

Liam la reconoció enseguida. Era el hada, aunque disfrazada… seguía irradiando magia.

—Ah… ah, sí, buenas… tardes. ¿En qué puedo ayudarte? —preguntó Liam, tropezando con las palabras.

—Solo un corte. Algo sutil. Me recomendaron este lugar —respondió ella, sentándose con calma.

Mientras la atendía, Liam intentó disimular su nerviosismo. El hada le guiñó un ojo discretamente, y él se sobresaltó.

—Me llamo Elira —susurró en un momento en que Kai no miraba—. Vine porque sentí que habías cambiado después del bosque. Me alegra verte bien.

Conversaron suavemente durante el corte. Elira le hablaba de plantas que crecen en la sombra, de sueños que se repiten y de puertas que sólo abren si no se está buscando nada.

Cuando terminó, se miró en el espejo y sonrió.

—Perfecto, gracias —dijo. Luego añadió, en un susurro—: Sigo cerca, si me necesitas.

Y se fue, dejando una fragancia floral y una energía extraña en el ambiente.

Kai lo vio irse, y aunque no dijo nada de inmediato, alzó una ceja.

—No sabía que eras tan hábil conversando con las clientas. Se veían muy… coordinados. ¿Desde cuándo se conocen?

Liam se tensó.

—¡N-no la conozco! Solo fue amable. Y… educada. Y… yo solo soy educado también. Eso. Profesional.

Kai lo miró en silencio. Luego soltó una breve risa nasal.

—No mientas tan mal, Liam. Pero está bien. Todos tienen secretos. Y a veces... esos secretos tienen alas.

Liam abrió la boca para replicar, pero Kai se le adelantó.

—Para aliviar la incomodidad… ¿qué te parece si te empiezo a enseñar algo más útil?

—¿Más útil?

—Magia defensiva. Y algo de ataque. No lo exige el trabajo, pero… nunca sabes cuándo vas a enfrentarte a otro oso. O algo peor.

Más tarde, en el sótano del local —un lugar amplio, rodeado de espejos encantados y columnas viejas— Kai se colocó frente a Liam.

—Primero, concentración. Luego, movimiento. El poder viene después.

Le enseñó cómo canalizar la energía en la palma, cómo dibujar escudos con un barrido del brazo y cómo lanzar una onda mágica al punto que deseara. Liam falló varias veces, pero en un momento, logró una chispa blanca que chocó contra una de las columnas, haciendo un pequeño estruendo.

—¡Lo hice! —gritó Liam.

Kai se acercó, colocó una mano en su hombro y murmuró:

—Eso fue mejor que "casi". Vas por buen camino.

Liam lo miró, con el pecho aún agitado por la emoción. Pensó que, tal vez, esta era la primera vez que alguien creía realmente en él.!




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