La mañana comenzó tranquila en la peluquería. Afuera, la niebla aún no se había disuelto del todo, como si el día no tuviera prisa en empezar. Liam estaba barriendo con calma, cuando un susurro leve le rozó la oreja. Se giró, pero no había nadie.
Fue entonces cuando lo vio: un trozo de pergamino flotaba en el aire, suspendido como por un hilo invisible. Revoloteó con gracia, girando sobre sí mismo, hasta posarse justo frente a Kai, quien lo tomó con suavidad.
—Una carta encantada —dijo Kai, sin mucha sorpresa, mientras los símbolos mágicos empezaban a brillar solo para él—. Es de una clienta antigua… muy antigua.
Liam se acercó, curioso.
—¿Qué dice?
—Dice que su cabello está maldito. Que la magia la sigue donde vaya. Y que solo confía en nosotros.
—¿Nosotros? —preguntó Liam, alzando una ceja.
Kai le dirigió una de esas miradas que aún no podía descifrar del todo. Luego, sonrió con la calma que lo caracterizaba.
—Sí. Nosotros.
Bajaron al sótano poco después. Kai movió una baldosa en el suelo con su zapato y murmuró una palabra en voz baja. Un leve temblor recorrió las paredes. Luego, apareció una escalera de piedra que descendía en espiral, iluminada por faroles flotantes.
—Debemos ir por la Raíz de Sombraluz. Solo crece bajo tierra… y solo si confía en ti.
Liam lo siguió sin hacer preguntas. Había aprendido que, en este lugar, no todo tenía lógica, y eso lo hacía aún más fascinante.
El túnel olía a tierra húmeda y magia antigua. Las paredes estaban cubiertas de símbolos que emitían un leve resplandor verdoso cada vez que Liam se acercaba. Kai los notó, pero no dijo nada.
—¿Esto es normal? —preguntó Liam, tocando uno de los símbolos.
—No —respondió Kai, sin dejar de mirarlo—. No del todo.
Llegaron a una cámara circular. En el centro, una gran raíz oscura salía del suelo, rodeada de pétalos que se movían como si respiraran. Frente a ella, una criatura se levantó del suelo: de piel blanca como la tiza, ojos vacíos y largos dedos.
—Drayil sennat kaii renaa, —dijo la criatura, su voz parecía el crujido de hojas secas.
—¿Qué dijo? —susurró Liam.
Kai respondió con respeto:
—Quiere saber si eres digno.
La criatura alzó una mano, y un círculo de luz surgió en el aire, dentro del cual se formaron palabras antiguas. Un acertijo. Una prueba.
"No tengo boca y puedo hablar, no tengo piernas y puedo correr. Soy viejo como el tiempo, y a veces traigo temor. ¿Qué soy?"
Liam lo repitió en voz baja. Algo en su interior se agitó. Sintió que ya había oído ese acertijo, en algún lugar, mucho antes… en una voz suave… una voz femenina.
—…El viento —dijo, de pronto.
La criatura lo miró en silencio. Después, cerró sus ojos vacíos y se retiró lentamente, dejando la raíz expuesta.
Kai, sin decir nada, puso su brazo frente a Liam, como si todavía dudara de que todo estuviera bien. Liam lo miró sorprendido, y por un momento, vio preocupación genuina en los ojos de Kai.
De regreso en la peluquería, el caldero pequeño burbujeaba suavemente. Kai sostenía el tallo de la raíz, y luego lo tendió a Liam.
—Hazlo tú.
—¿Seguro?
—Solo rómpela al medio. Con intención.
Liam obedeció. Cuando la raíz cayó dentro del caldero, un humo azulado se elevó y perfumó el aire. El cabello de la clienta, que esperaba al otro lado del salón, perdió su rigidez maldita, y sus mechones volvieron a su color natural.
Ella se fue agradecida, dejando una piedra mágica como pago.
Al terminar la limpieza, Liam fue a preparar té, como ya era costumbre. Al volver, encontró a Kai sentado en uno de los sillones, más relajado que de costumbre. Le ofreció la taza, y Kai la aceptó sin decir una palabra.
Liam se sentó frente a él, tomando también su taza. El silencio se hizo cómodo, cálido. Hasta que Kai lo miró con más intensidad.
Y en ese momento, algo se encendió dentro de él. Una chispa que vino acompañada de una sensación antigua. Un recuerdo. No de esta tarde, ni de esta semana. Algo más lejano.
Un jardín con viento. Unos ojos observándolo desde la distancia. Un susurro de palabras mágicas dichas con miedo…
Kai bajó la mirada. Sus dedos rodearon la taza como si necesitara anclarse a algo.
—¿Por qué cada vez pareces… más familiar?
El silencio volvió a llenar la sala, pero esta vez, no era incómodo. Era el eco de algo que ambos aún no comprendían.
Y el capítulo terminó ahí, como si el día se detuviera solo para ellos.
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boylove, destinos entrelazados, criaturas magicas sobrenaturales
Editado: 25.07.2025