Susurros de magia

El chico curioso de la esquina

La mañana se abrió paso entre las cortinas polvorientas del salón. Liam bostezó mientras barría los últimos cabellos encantados que no se dejaban atrapar con facilidad. Desde que había llegado, empezaba a notar que no todo en esa peluquería seguía las reglas del mundo normal… ni siquiera los cabellos cortados.

Silnath —repitió por tercera vez, apuntando con la varita de práctica hacia las tijeras.

Un destello suave. Las hojas volvieron a afilarse con un chasquido metálico. Liam sonrió satisfecho.

—¿Te estás divirtiendo? —preguntó Kai desde su silla, mientras bebía té sin mirarlo directamente.

Liam asintió, escondiendo su orgullo tras una mueca casual.
—Es raro, pero… me gusta. Se siente como si las cosas estuvieran vivas. Como si escucharan.

Kai lo miró de reojo.
—Quizá lo hagan.

Justo en ese instante, el sonido de pasos frente a la puerta llamó su atención. Alguien estaba allí, observando.

—¿Esperamos a alguien? —preguntó Liam, mirando a Kai.

Kai se limitó a levantarse con calma y acercarse a la entrada. Al abrir la puerta, un chico más o menos de su edad los miraba con una sonrisa ladeada. Llevaba una mochila deshilachada al hombro y el cabello despeinado como si el viento jugara con él cada mañana.

—Eh… hola —saludó el desconocido, sin dejar de observar el interior con una mezcla de asombro y descaro—. Siempre paso por aquí y juro que este lugar estaba abandonado. ¿Desde cuándo tiene vida?

Liam intercambió una mirada con Kai.
—Entraste a una peluquería y no traes cabello para cortar, ¿cierto? —preguntó Kai, cruzado de brazos.

—Quizá solo soy curioso. Me llamo Eloy —dijo, sin parecer intimidado por el tono seco de Kai—. Además… vi una tijera flotar hace unos días desde esa ventana. Eso no es común, ¿verdad?

Liam soltó una risita que trató de ocultar.

Kai, en silencio, alzó una mano muy sutilmente, los dedos trazando un pequeño gesto en el aire mientras murmuraba algo en una lengua que no pertenecía a este mundo. Sus ojos se entrecerraron cuando notó cómo una chispa casi imperceptible vibraba alrededor de Eloy. No era fuerte… pero estaba ahí.

—¿Y qué más has visto, Eloy? —preguntó Kai, aún con ese tono neutral, mientras el chico paseaba la vista por los espejos encantados y las herramientas flotantes.

—Nada más… aunque tengo una caja rara en casa que era de mi abuela. Tiene símbolos por todos lados. Nunca logré abrirla —respondió con tono casual, sin notar el interés repentino en los ojos de Kai.

—Las cosas antiguas a veces esperan el momento correcto para revelarse —murmuró Kai—. O a la persona adecuada.

Eloy se encogió de hombros y sonrió.
—Quizás. Bueno, solo quería ver qué había. Me voy antes de que me echen con tijeras mágicas.

Liam lo despidió con un gesto divertido. Cuando cerró la puerta tras él, se giró hacia Kai.

—¿Crees que… tiene algo?

Kai no respondió de inmediato. Se acercó a las tijeras aún flotando en el aire y las hizo caer con un gesto suave de su mano.

—Todo en este mundo tiene algo. Solo hay que saber mirar bien.

Liam lo observó un momento más. Luego regresó a su escoba encantada, que se movía sola sin mucha eficiencia.

Desde la ventana, Kai lanzó una última mirada hacia la calle. Eloy caminaba despreocupado, como si nada hubiera pasado. Pero el brillo sutil en sus pasos decía otra cosa.




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