Susurros de magia

Una tarde tranquila

El sol entraba por los ventanales de la peluquería, pintando el suelo con manchas de luz cálida. No había clientes ese día, así que el lugar se sentía más silencioso de lo normal. Solo se oían algunos ruidos suaves: un frasco que giraba solo sobre la repisa, una escoba que se movía por su cuenta, y las hojas de un libro pasando solas en el mostrador.

Liam estaba ordenando algunos frascos en los estantes. Iba con más confianza que antes, aunque todavía miraba dos veces antes de tocar algo con etiqueta rara. Aún recordaba la vez que un bote de "brisa de otoño embotellada" le sopló en la cara y lo dejó despeinado por horas.

Kai hojeaba un libro sentado en su rincón favorito, cerca de la chimenea apagada. Levantó la vista un segundo.

—Ese estante solo se deja limpiar si le hablas —comentó, sin mucho tono.

Liam frunció el ceño.

—¿Hablarle?

Kai asintió sin más y volvió a su lectura.

Liam miró al estante, que parecía aguantarse las ganas de sacudir los frascos que él había ordenado.

—Eh… gracias por no tirarme nada hoy —murmuró.

El estante vibró apenas y dejó que siguiera colocando los frascos. Liam parpadeó.

—Esto no deja de ser raro.

Kai esbozó una pequeña sonrisa, sin dejar el libro.

Después de un rato, Liam se sentó en el banco junto a la ventana. Había algo tranquilo en esos momentos sin prisa. Se estiró un poco y, sin mirar a Kai, dijo:

—Hoy volví a ver a Elira.

Kai alzó la vista, sin sorpresa.

—¿Y?

—Solo hablamos. Me está enseñando algunas cosas… no magia, más bien cómo sentirla —dijo Liam, jugando con la manga de su suéter.

Kai cerró el libro con calma, se levantó y se sirvió una taza de té. Luego se acercó con otra para Liam.

—¿Pensabas que no sabía? —preguntó mientras le pasaba la taza.

Liam lo miró, confundido.

—¿Qué cosa?

—Que ves a Elira. Que la has estado viendo desde hace días.

Liam se congeló un segundo.

—¿Desde cuándo lo sabes?

Kai dio un sorbo al té.

—Desde la primera vez que saliste por la ventana trasera creyendo que nadie te había visto. Eres más ruidoso de lo que crees, además hay ciertos lugares donde te puedo ver desde lejos.

Liam sonrió, un poco apenado.

—Pensé que… no sé, que lo ibas a prohibir o algo.

—No veo por qué —dijo Kai, encogiéndose de hombros—. Aunque sí me causa algo de gracia ver cómo intentas esconder cosas. No se te da muy bien.

Se quedaron en silencio un momento, pero era un silencio cómodo. Afuera el viento soplaba suave. Dentro, la peluquería estaba en paz.

—No me molesta que hables con ella —agregó Kai—. Pero ten cuidado. Las hadas pueden parecer encantadoras, pero no siempre muestran todo.

—Lo sé —dijo Liam, bajando la mirada hacia su taza—. Pero Elira… se siente distinta. No me juzga. Me escucha.

Kai asintió, serio.

—Eso vale mucho.

Siguieron sentados un rato. Hablaron de cosas simples, sin demasiada importancia. De una clienta que pidió un peinado con luces flotantes, de una escoba que se había salido de control el día anterior, de un gato callejero que a veces dormía bajo la puerta trasera.

—Gracias por dejarme quedarme —dijo Liam de pronto.

Kai lo miró, tranquilo.

—Este lugar también te eligió, no solo yo.

Liam no dijo nada, pero sonrió.

Cuando la tarde empezó a volverse noche, Kai apagó las lámparas flotantes con un gesto. Algunas palabras en un idioma suave salieron de su boca, y los frascos dejaron de moverse. Todo quedó en calma.

—Mañana será otro día —dijo Kai, antes de desaparecer tras la cortina que llevaba al fondo.

Liam se quedó un momento más en la sala, con la taza entre las manos. Miró alrededor, respiró hondo y apoyó la cabeza contra el respaldo del banco.

Tal vez no entendía todo lo que pasaba. Pero por primera vez en mucho tiempo, no tenía la urgencia de irse a ningún lado.

Y eso… ya era algo.




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