El día había empezado tranquilo en la peluquería. Liam ordenaba unos frascos encantados mientras Kai repasaba unos pergaminos en silencio. Todo parecía rutinario, hasta que la puerta se abrió de golpe.
—¡Liam! ¡Kai! —exclamó Eloy, jadeando un poco—. ¡Necesito contarles algo raro que me pasó!
Liam dejó lo que tenía en las manos, extrañado pero alegre de verlo.
—¿Estás bien?
—Sí, sí. Pero… anoche soñé con mi madre. Me cantaba esa canción antigua que solía tararear cuando yo era pequeño. Había… una montaña y unas puertas de piedra talladas. Cuando me desperté, tenía en la mano esto.
Sacó una pequeña piedra negra con un símbolo tallado. Al verla, el grimorio de Kai tembló ligeramente y brilló con una luz tenue.
Kai alzó una ceja.
—Eso… no es una coincidencia.
El grimorio se abrió solo, revelando una página nueva. Había un mapa dibujado con tinta brillante, que señalaba un lugar en las montañas del norte.
—¿Vamos allá? —preguntó Liam, ya sabiendo la respuesta.
Kai cerró el grimorio con decisión.
—Empacamos en diez minutos.
El camino hacia la cueva fue empinado, pero mágico. Plantas desconocidas y niebla densa los rodeaban, dándoles la sensación de estar en otro mundo.
Durante el trayecto, Eloy no paraba de hablar con Liam: sobre sueños, magia, e incluso cómo imaginaba que su madre alguna vez estuvo allí. Se reían, bromeaban, e intercambiaban ideas sin parar. Liam parecía relajado a su lado, como si llevaran años conociéndose.
Kai los seguía en silencio, atento al entorno... pero sus ojos se desviaban cada tanto hacia los dos. No sabía por qué le incomodaba tanto esa cercanía. Y eso lo inquietaba aún más.
Finalmente llegaron a una cueva oculta tras una cascada fina. Las paredes estaban cubiertas de símbolos y rostros tallados en la roca. Se sentía la magia en el aire.
—Wow… esto no estaba en ningún libro —susurró Kai.
—Hay muchos pasajes —dijo Liam, asomándose con curiosidad—. Sería peligroso explorarlo todo ahora. ¿Acampamos?
Kai asintió y comenzaron a preparar el campamento. Cuando llegó la hora de dormir, Liam estiró su manta y miró a Eloy.
—¿Te parece si dormimos aquí? Así estás más cómodo.
—¿Seguro? —preguntó Eloy, sonriendo.
—Claro.
Kai, sin decir nada, se ofreció para quedarse de guardia. Se sentó cerca de la entrada con la mirada baja. No podía entender por qué algo tan simple le molestaba. Pero el malestar era real.
Un crujido suave interrumpió el silencio de la noche.
Kai se puso de pie al instante, y los demás despertaron cuando una figura salió entre las sombras.
—Tranquilos. Soy yo —dijo una voz conocida—. ¿No pueden dormir sin mí?
Nerea apareció, envuelta en su capa oscura y con una sonrisa torcida.
—¿Qué haces aquí? —preguntó Liam, sorprendido.
—Mi pueblo vivía aquí hace siglos. Las leyendas dicen que esta cueva tiene pasajes bendecidos por un dios, pero ningún mortal ha logrado pasar. Las puertas se sellaron cuando se escribieron las profecías… y yo quiero ver qué dejaron atrás.
Los llevó hasta una cámara más profunda. Allí, había una gran puerta tallada con símbolos brillantes. En medio, un acertijo.
—No puedo resolverlo sola —admitió Nerea, cruzando los brazos.
Kai sacó el grimorio y lo abrió junto a Liam. El libro brilló… pero no lo suficiente.
—Es como si… necesitara una conexión —murmuró Liam.
Kai dudó un segundo, luego estiró su mano.
—Intenta tomarla.
Liam entrelazó sus dedos con los de Kai. En ese instante, el grimorio brilló intensamente y las figuras de la piedra empezaron a moverse. La puerta vibró, y lentamente se abrió.
Ambos seguían de la mano, absortos.
—¿Van a seguir con el acertijo o quieren una habitación? —dijo Eloy, alzando una ceja.
Liam se soltó rápido, sonriendo nervioso. Kai lo miró… con una expresión indescifrable.
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Editado: 16.06.2025