Susurros de magia

Oculto

Pasaron dos semanas.

Desde el descubrimiento del grimorio con su nombre, Liam no había sido el mismo. Cada noche traía sueños peores, como si un recuerdo ajeno se filtrara en su alma. Las reuniones del grupo se volvieron más frecuentes, intentando desentrañar el misterio del libro y de las marcas que, según Elira, no pertenecían a ningún registro mágico conocido.

Pero esa noche, justo cuando el cielo comenzaba a teñirse de púrpura, Eloy regresó.

—¡Nerea! ¡Lo encontré! —gritó desde la entrada, jadeando, con el cabello revuelto y la piel cubierta de polvo—. ¡Tienes que verlo!

Ambos entraron a la peluquería donde el resto se había reunido por costumbre. El grupo se sobresaltó al verlo tan agitado, pero no tardó en desplegar sobre la mesa unas fotografías borrosas.

—¿Qué es eso? —preguntó Kai, frunciendo el ceño.

—En el fondo de la segunda cámara, la que se activó con el artefacto… había una pared cubierta de runas. Pero no son cualquiera. Están dispuestas como un círculo de invocación, y en el centro… —Eloy tragó saliva—. Hay un dibujo. Es... un humano, o al menos lo parece. Pequeño, sin rostro, pero rodeado de lo que parecen alas negras.

El grupo intercambió miradas incómodas.

Entonces, como si la inquietud hubiera invocado su presencia, Elira apareció en el umbral.

—No es solo un dibujo —dijo con su tono dulce, casi musical—. Es una advertencia… y también una llave.

—¿Llave para qué? —preguntó Nerea con desconfianza.

Elira sonrió.

—Para abrir lo que duerme bajo el mundo mágico. Para traer de vuelta lo que se perdió en la guerra que dividió los reinos. Para unirlo todo de nuevo, como era antes.

Kai se puso de pie, con el cuerpo tenso.

—¿Estás diciendo que quieres... revivir la guerra?

—¿Guerra? No, no… solo quiero restaurar el equilibrio —dijo Elira, paseando la vista por cada uno de ellos—. Pero para abrir esas runas… se necesita un sacrificio.

La palabra cayó como un trueno.

—¿Qué tipo de sacrificio? —susurró Liam, su voz más frágil de lo habitual.

—Una vida —respondió Elira sin rodeos—. No necesariamente una vida humana… pero sí una vida con poder mágico.

Nadie dijo nada. El silencio fue una grieta que creció entre todos.

Kai dio un paso al frente.

—Estás hablando de magia prohibida. Eso es lo que hizo que mis padres no volvieran jamás.

—Exactamente —dijo Elira, y por un momento, su mirada dejó ver algo frío, distante—. Porque ellos intentaron detener algo que ya estaba en movimiento.

Liam sintió un escalofrío. Su pecho ardía ligeramente. Miró a Elira con desconfianza, pero también… con una extraña familiaridad. Como si ya la hubiera visto antes, en un lugar que no recordaba.

—¿Qué estás ocultando, Elira? —preguntó, con una voz que no parecía completamente suya.

Elira se giró hacia él y su expresión se suavizó. Pero esa suavidad era inquietante, como una máscara que apenas cubría algo mucho más oscuro.

—Tú deberías entenderlo mejor que nadie, Liam. Tú también llevas algo dentro… algo que despierta cada vez que te acercas a ese grimorio.

—¿Cómo sabes eso?

Elira solo le guiñó un ojo.

—Porque no soy la única que escucha los susurros de las ruinas. Él también los escucha.

—¿"Él"? —repitió Kai.

Pero Elira no respondió. Dio un paso atrás y desapareció entre sombras, dejando un leve aroma a flores nocturnas.

Esa noche, mientras todos intentaban procesar lo ocurrido, Liam se encerró en su habitación.

Abrió el grimorio lentamente. Las páginas estaban en blanco… hasta que una frase surgió, escrita con tinta oscura que parecía hervir.

"Cuando la llave se vuelva consciente, la puerta se abrirá desde adentro."

Y debajo, un símbolo que no había visto antes: un círculo rodeado de alas negras… el mismo de la pared en la cueva.

Liam tragó saliva.

Y entonces lo sintió: una voz, débil, enterrada en su mente… que no era suya.

“Pronto, vas a recordarlo todo.”




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