Susurros de magia

El pueblo que olvido temer

Elira no volvió a aparecer en las dos semanas siguientes. Pero su advertencia quedó grabada como fuego sobre la piel.

Kai no podía dejar de pensar en lo que dijo: el sacrificio, el pasado, la guerra.

Liam, por su parte, seguía teniendo sueños cada vez más oscuros. La figura de alas negras se le aparecía en lugares cada vez más familiares… hasta que una noche, se vio a sí mismo de niño, en medio de un campo marchito, de pie frente a una puerta negra tallada en piedra.

Y una voz —la misma que lo atormentaba— susurró:

“Tú fuiste el primero. Pero no el único.”

A los pocos días, Eloy y Nerea regresaron con algo más: un mapa antiguo, escondido en el reverso de una de las fotografías tomadas en la cueva.

—Esto no estaba antes —dijo Eloy mientras lo extendía en la mesa.

El mapa mostraba un lugar olvidado, tachado en tinta roja: Dälmir, un pueblo al norte, del que casi nadie hablaba.

—¿Dälmir? —repitió Kai, frunciendo el ceño—. Mis padres me mencionaron ese lugar cuando era niño. Decían que allí la magia fue maldita.

—Y que... allí se selló una grieta —añadió Liam de pronto, sin saber por qué sabía eso.

Todos lo miraron.

—¿Cómo sabes eso? —preguntó Nerea.

Liam se quedó en silencio. No sabía la respuesta. O no quería decirla.

El viaje a Dälmir fue tenso. El pueblo estaba cubierto por una neblina densa, como si nunca hubiera salido de un largo invierno.

Las calles estaban vacías. Las casas, abandonadas. Solo quedaban estatuas rotas, símbolos extraños en las paredes, y una torre central de piedra negra.

—Aquí... ocurrió algo muy grande —susurró Liam al bajar del auto.

Kai asintió. También lo sentía. El aire pesaba.

Entraron en la torre, donde descubrieron un antiguo templo subterráneo. Allí, talladas en piedra, estaban las profecías de los dos portadores.

“Cuando el mundo olvide temer, uno despertará.
Y el otro decidirá si se abre el cielo… o el abismo.”

—¿Uno… y otro? —preguntó Nerea.

Kai y Liam se miraron. Un escalofrío les recorrió al mismo tiempo.

“Tú fuiste el primero. Pero no el único.”

De pronto, el suelo tembló.

Las runas del templo comenzaron a brillar con una luz púrpura, y una enorme grieta se abrió en el altar, liberando una energía oscura que se elevó como humo vivo.

De entre la grieta surgió una figura con alas negras, ojos grises, piel pálida… y una sonrisa que parecía antigua.

—Al fin despierto… —dijo con una voz doble, como si dos almas hablaran a la vez—. Al fin el sello se debilita.

Liam retrocedió. Algo en su interior se removía, como si esa presencia tocara una parte suya que no sabía que existía.

—¿Quién eres? —gritó Kai, conjurando una esfera de energía azul entre sus manos.

La figura giró lentamente su rostro hacia él.

—Yo soy lo que tú olvidaste… y lo que él ya recuerda.

Señaló a Liam.

—Ambos me pertenecen. Porque ambos fueron creados por la misma historia. Y es hora de que esa historia se repita.

De pronto, el aire estalló en energía y la figura desapareció, dejando tras de sí una grieta temblorosa, latiendo como un corazón.

Horas después, el grupo volvió a la peluquería.

—¿Qué fue eso? —preguntó Nerea, aún agitada—. ¿Quién es Él?

Kai se quedó en silencio.

Liam, por primera vez, habló con voz baja pero firme:

—Ese ser... vivió antes. En una guerra mágica. Fue sellado por dos personas: un niño con magia pura… y un guerrero con sangre de conjuradores.

—¿Cómo sabes eso? —preguntó Eloy.

Liam lo miró.

—Porque yo… era el niño.
Y creo que Kai... era el otro.

Kai lo miró sorprendido.

—¿Tú y yo...?

—No sé cómo, ni por qué, pero esta no es la primera vez que estamos juntos. Este no es nuestro primer mundo. Algo… o alguien… nos repite. Como si estuviéramos destinados a fallar, o a salvarlo todo.

En la mesa, el grimorio volvió a brillar.
Una nueva página se escribió sola:

“Cuando el abismo mire hacia ustedes… ¿tendrán el valor de no devolvérselo?”




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