Susurros de magia

El sello de las sombras

El sol apenas se filtraba entre las nubes grises cuando Nerea y Eloy llegaron a los antiguos restos de lo que alguna vez fue un santuario oculto en los bordes del bosque olvidado. Las piedras estaban cubiertas de musgo, quebradas por el tiempo, y en el centro se alzaba una losa de mármol blanco, todavía intacta, como si el tiempo se hubiera detenido en ella.

—¿Seguro que es aquí? —preguntó Nerea, observando con recelo el entorno.

Eloy asintió, sacando el mapa quemado y el trozo de pergamino que habían encontrado en la base del pozo.

—Sí, mira. Esta marca… coincide con la forma del santuario. Y justo aquí debería estar…

Se arrodilló frente a la losa. Al quitar la maleza, reveló una inscripción tallada en bajo relieve. Era un símbolo: tres líneas curvas entrelazadas, como serpientes formando un nudo, rodeadas por un círculo roto. No pertenecía a ningún idioma conocido, ni tampoco a los antiguos registros mágicos.

—¿Es un sello? —Nerea lo tocó con los dedos, sintiendo un leve cosquilleo—. Esto tiene magia… pero antigua. Y no cualquiera. Parece… sellada por miedo, no por protección.

Eloy frunció el ceño.
—Entonces quizá no lo sellaron para proteger algo… sino para encerrarlo.

El aire se volvió frío de golpe. Los árboles se sacudieron con un viento seco que no venía de ninguna parte.

—¿Sentiste eso?

—Sí.

Un chasquido.

Y luego, los arbustos estallaron a ambos lados.

Una criatura deformada y reptiliana surgió desde las sombras. Sus ojos no eran más que cuencas vacías, pero sobre su frente se encontraba tallado el mismo símbolo que habían descubierto en la piedra, esta vez en fuego oscuro, palpitando como si tuviera vida propia.

—¡Ese sello! ¡Está marcado! —gritó Eloy, retrocediendo.

—¡No puede ser coincidencia!

La bestia se lanzó contra ellos sin dudar. Nerea invocó su escudo mágico en forma de esfera luminosa, justo a tiempo para detener el primer golpe. Eloy buscó entre sus ropas un medallón encantado, el cual arrojó al suelo. Este estalló en una luz blanca que hizo retroceder momentáneamente a la criatura.

—¡Vamos, no va a durar mucho! —exclamó.

Nerea saltó hacia un lado y conjuró una cadena de fuego que envolvió la pierna de la bestia. Esta rugió con furia, sacudiéndose y lanzando un zarpazo que alcanzó a Eloy en el brazo, haciéndolo sangrar.

—¡Eloy! —gritó ella, al mismo tiempo que redoblaba su ataque.

Él, adolorido pero firme, murmuró una frase antigua. Las palabras de un conjuro prohibido, aprendidas entre los fragmentos recuperados del pozo. La criatura vaciló. Parecía reconocer esa magia.

Fue el instante que Nerea necesitaba. Concentró todo su poder y lanzó una lanza de cristal puro directamente al símbolo grabado en la frente del monstruo.
Un grito agudo rasgó el aire mientras la criatura se disolvía en humo espeso. En su lugar solo quedó el eco de su gruñido… y un pedazo quemado de tela negra, con el símbolo marcado en sangre seca.

Eloy, aún jadeando, se inclinó a recogerlo.

—No era un monstruo cualquiera… —susurró—. Fue creado. O… invocado.

—Y lo enviaron por esto —dijo Nerea, señalando la losa—. No quieren que descubramos lo que hay bajo este sello.

Ambos se miraron. Por primera vez, el misterio parecía tener rostro… o al menos, una organización oculta que se movía desde las sombras para evitar que el pasado saliera a la luz.

—Tenemos que volver y contarles a los demás. Pero esto... —dijo Eloy, levantando el trozo de tela con el símbolo—. Esto ya no es una simple búsqueda de pistas. Es una advertencia.




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