Susurros de magia

El día en que Ardieron los Cielos

"Tú... ¿Tú sabes quién se esconde tras la máscara? Detrás de la sonrisa amable, de las palabras tranquilas, de la historia que todos creyeron cerrada."

Rowen. Asistente de los Aetherval. Inteligente, disciplinado, de mirada tranquila y voz suave. Un joven que parecía destinado a la grandeza, al equilibrio, a ser el puente entre dos casas de poder. Lo que nadie sabía era que era hijo de dos magos legendarios: Alther Norhart y Celyn Norhart, expertos en magia del alma, cuya muerte en la Gran Guerra se había envuelto en misterio.

Pero esa historia no fue como la contaron.

Era un amanecer rojo.

No por el sol, sino por el cielo hendido, rasgado por una energía que nunca debió ser liberada. Era el día que el mundo había olvidado y que el tiempo se había empeñado en enterrar. Pero no todos lo olvidaron. Algunos recordaban. Otros pagaron con su existencia.

Los Aetherval, una de las casas más antiguas, estaban al frente del último bastión de protección mágica. Magos de luz, custodios de grimorios vivientes. A su lado, los Norhart, guardianes del alma y lo invisible. Entre ellos, brillaban los padres de Kai: Solen Aetherval y Miriel Aetherval.

Solen, de cabello plateado y ojos dorados, era considerado el hechicero estratégico más brillante de su era. Miriel, de voz suave y temida determinación, dominaba el lenguaje rúnico prohibido.

La grieta había comenzado a abrirse.

Criaturas sin forma estable habían cruzado la frontera del Vacío. No respondían a hechizos comunes. Eran impulsadas por el caos puro. Y entonces, la semilla fue descubierta: una esfera de alma mágica viva, un fragmento del primer origen, capaz de reescribir las reglas del mundo.

Alther y Celyn Norhart querían protegerla. Pero los Aetherval tenían otra orden. El Oráculo había hablado: "Si la semilla cae en manos equivocadas, el mundo perecerá. Sólo el vacío puede sellar al vacío."

Solen y Miriel tomaron una decisión cruel. Guiados por su deber, emboscaron a los Norhart en medio del campo de batalla. Un combate silencioso. Breve. Devastador. Lo hicieron con dolor, con rabia contenida, pero lo hicieron. Nadie presenció el hecho. Nadie supo el precio.

Rowen no estaba ahí.

Cuando volvió, solo encontró una capa ensangrentada y un suelo quemado por una maldición sellada. Fue entonces cuando se rompió. Cuando la sombra se plantó en su corazón. Cuando decidió desaparecer.

Solen y Miriel sellaron la semilla en un altar sagrado, donde el tiempo se curva y la magia duerme. Y luego lucharon hasta el final de sus fuerzas para cerrar la grieta.

Una grieta que nunca se cerró del todo.

Una guerra que nunca terminó de verdad.

Una semilla... que terminaría por germinar.

Y Liam. Nacido años después, ajeno al pasado, portador de una luz que no le pertenece del todo.




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