Susurros de magia

El origen

El bosque estaba más silencioso de lo normal. No era el silencio tranquilo de la noche, sino uno pesado, casi mágico, como si todo el entorno contuviera la respiración.

Kai iba unos pasos por delante, apartando ramas con su guante de cuero. Liam lo seguía, mirando a su alrededor con curiosidad y alerta. Habían decidido investigar una zona olvidada, fuera del camino marcado. Una que aparecía brevemente en uno de los mapas ocultos del grimorio.

—¿Estás seguro de que esto vale la pena? —preguntó Liam, alzando la voz para hacerse oír entre el crujido de ramas.

—Nada aparece en un grimorio sin motivo —respondió Kai, sin voltear—. Este lugar fue testigo de algo… y nos está esperando.

Siguieron avanzando hasta que el suelo comenzó a cambiar. Ya no era tierra ni raíces, sino piedra antigua cubierta de musgo. En medio de esa plataforma natural, una losa con inscripciones grabadas se alzaba, como una tumba olvidada.

Liam, curioso, se agachó para observarla más de cerca. Rozó con los dedos la inscripción y, sin darse cuenta, una espina mágica se clavó en su dedo índice. Una gota de sangre cayó sobre la piedra, y el aire cambió.

La tierra tembló ligeramente.

—Kai… —susurró Liam, retrocediendo.

Con un crujido seco, la losa se partió en dos y dejó al descubierto una abertura en el suelo. Desde dentro emanaba un resplandor azul tenue. Kai frunció el ceño.

—Un acceso sellado con sangre... —murmuró—. Esto es magia antigua.

Sin perder tiempo, descendieron por una escalera de piedra en espiral, cubierta de polvo y símbolos casi borrados. El aire se volvía más espeso con cada paso, como si se internaran en un recuerdo olvidado por el mundo.

Cuando llegaron al fondo, se encontraron en una cámara subterránea. Paredes cubiertas de enredaderas secas, estructuras rotas, restos de antiguos artefactos.

Pero no estaban solos.

De la sombra surgieron criaturas deformadas, hechas de humo y odio. Restos de la guerra mágica, atrapados en el lugar donde todo había comenzado. Gritaban sin boca, se arrastraban sin piernas. Kai reaccionó al instante, invocando un escudo mágico con un giro de muñeca.

—¡Atrás!

Liam retrocedió, pero una criatura se le lanzó encima. Levantó las manos por reflejo, y una onda de luz lo rodeó. La criatura se disolvió al contacto.

—¿Qué fue eso? —jadeó, asustado.

—Tu magia… está despertando —dijo Kai, con asombro. No había tiempo para preguntas.

Lucharon codo a codo. Liam invocaba luz y energía como si su cuerpo recordara hechizos que su mente no conocía. Kai, firme y ágil, dirigía la defensa. Finalmente, las criaturas cayeron, una a una, dejando solo silencio.

—¿Estás bien? —preguntó Kai, acercándose a Liam. Este asintió, sin aliento.

—Sí… pero ¿qué fue todo eso?

—Guardianes. Espíritus de guerra. Estaban protegiendo algo.

Al fondo de la sala, una estructura se iluminó con su llegada: un espejo imponente, antiguo, de marco tallado en piedra lunar. Su superficie estaba opaca… hasta que Liam se acercó. Entonces el espejo vibró y una figura apareció en él. Un rostro sin edad, de mirada penetrante.

—Por fin… han llegado.

Ambos se tensaron.

—¿Quién eres? —preguntó Kai.

—Un eco —respondió la figura—. La memoria de lo que fue. El guardián del Origen.

El espejo empezó a hablar. Les contó todo. La guerra mágica. Las batallas entre clanes por el control de la magia. La ruptura del equilibrio. La grieta. El caos.

Y luego, la creación de una semilla. Una última esperanza.

—Una magia pura… antigua. Nacida para restaurar la vida. Sellar la grieta. Traer el equilibrio —explicó la figura—. Pero la semilla no fue activada. Fue escondida… dentro de un alma humana.

Kai miró a Liam. Algo en su pecho se contrajo.

—¿Estás diciendo que…?

—Él es la semilla —confirmó el espejo—. Su sangre es el catalizador. Su alma, el receptáculo.

Liam tembló. Dio un paso atrás.

—¿Y si no quiero serlo?

—No puedes huir de lo que eres —dijo el eco—. Pero puedes elegir cómo usarlo.

El espejo comenzó a desvanecerse, dejando tras de sí una runa brillante grabada en la piedra. En ella, el nombre de Liam, escrito en un idioma imposible.

Kai no dijo nada. Solo se acercó y puso una mano en el hombro de Liam.

—Lo descubriremos juntos —susurró.

Ambos se quedaron en silencio, observando la runa. El aire a su alrededor parecía más denso, más real. Afuera, el mundo seguía, sin saber que algo antiguo acababa de despertar.




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