La tarde había caído por completo cuando Nerea y Eloy llegaron por fin a la peluquería. El lugar, a pesar de su apariencia modesta, parecía más cargado de energía que de costumbre. Todos estaban ahí: Kai y Liam, que habían regresado de su expedición secreta, esperaban junto a una mesa con varios libros antiguos y un mapa extendido. La tensión flotaba en el aire, contenida por miradas que no se atrevían aún a convertirse en palabras.
—Encontramos esto —dijo Nerea, dejando el diario sobre la mesa—. Está lleno de detalles sobre la organización. Y sobre el símbolo.
Eloy asintió, aún con la tela en sus manos.
—El símbolo que vimos coincide con lo que hay en este diario. Hay descripciones… y advertencias. Este grupo creía que la magia debía “reconectarse” con su fuente original. Eso implicaba un… sacrificio.
Un silencio incómodo se impuso.
—¿Sacrificio? —repitió Liam, tragando saliva.
Nadie respondió de inmediato. Kai cerró los ojos unos segundos y apoyó las manos en el borde de la mesa. Luego, habló:
—Si esto es cierto, entonces ya estamos demasiado adentro. Pero lo que importa ahora es saber: ¿quién lidera este intento de repetir la historia?
Elira aún no se había manifestado. Pero estaba allí.
Una figura en silencio, apartada. Disfrazada con magia.
Porque Elira ya no era Elira.
Había adoptado un nuevo rostro, una nueva voz, una nueva manera de respirar. Y estaba entre ellos, esperando el momento justo.
—Creo que necesitamos aire —sugirió uno de ellos, el que ya no era quien creían.
Salieron al jardín trasero, uno a uno, atraídos por una voz suave, por una presencia que parecía familiar, confiable.
Y entonces ocurrió.
Un destello blanco surgió del suelo. Los símbolos de la tela que Eloy había conservado comenzaron a brillar en sus bolsillos sin que él lo notara. La magia atrapada se activó como una trampa perfectamente tejida. Una onda de energía envolvió a todos los presentes y los arrastró… a otro lugar.
Cuando abrieron los ojos, no estaban en el jardín. Ni en la ciudad. Ni siquiera en su mundo.
Estaban en una especie de sala sin fin, construida con espejos y niebla flotante. Sus reflejos los observaban desde todos los ángulos, pero algo no coincidía. Algunos reflejos sonreían cuando no lo hacían. Otros se alejaban cuando ellos se acercaban. Era como si sus almas estuvieran atrapadas en un juego del que no conocían las reglas.
—¿Dónde estamos? —preguntó Liam, pegado a Kai.
—En un plano espejo —dijo Kai, en voz baja—. Una prisión creada con magia ilusoria. Antigua. Muy poderosa.
Fue entonces cuando uno de los reflejos habló, pero no con la voz de ninguno de ellos. Era la voz de Elira.
—La verdad se revela más rápido entre los que no saben en quién confiar.
Su imagen se proyectó frente a ellos, a través de un espejo alto que se fracturó en el centro. La verdadera Elira se encontraba del otro lado, observándolos como si fueran piezas en un tablero.
—¿Elira? —preguntó Eloy, confundido—. ¿Qué estás haciendo?
—Cumpliendo con lo que debió suceder hace mucho tiempo —respondió ella, con una voz más grave que de costumbre—. Ustedes ya están dentro. El siguiente paso… será decidir a quién van a perder.
Kai dio un paso al frente.
—¿Qué quieres de nosotros?
Elira sonrió.
—No de ustedes. De él.
Y señaló a Liam.
El silencio que siguió fue abrumador.
—¿Por qué yo? —preguntó Liam, con la voz quebrada.
—Porque tú… eres la semilla. Y lo que duerme en ti… ya comenzó a despertar.
Los espejos se agitaron a su alrededor. Uno de ellos mostró una imagen: Liam, más joven, con el grimorio en manos. Una escena imposible, un recuerdo robado o una visión del pasado.
Kai se colocó frente a Liam, como un escudo.
—No importa qué sea esto —murmuró—. No te va a tocar.
Elira entrecerró los ojos. Su forma comenzó a distorsionarse ligeramente, dejando ver por breves segundos el rostro del miembro del grupo que había imitado. Todos se miraron unos a otros.
—¿Quién era? —preguntó Nerea, en voz baja.
—No lo sé —dijo Kai—. Pero lo vamos a descubrir.
Y en ese momento, una grieta mágica se abrió en el centro de la sala espejo. Un portal que, tal vez, podría devolverlos a casa. O llevarlos aún más lejos.
La escena se congeló un segundo. Elira desapareció tras el reflejo.
Liam miró su propio rostro en el cristal. Pero algo estaba mal. Su reflejo no lo seguía, ni copiaba sus gestos.
Y entonces, sonrió.
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boylove, destinos entrelazados, criaturas magicas sobrenaturales
Editado: 10.09.2025