Susurros de magia

Cenizas

Todo estaba en silencio.

Un silencio tan profundo que parecía haber devorado el tiempo mismo. Kai caminaba por un lugar que no conocía pero que, en el fondo, le resultaba dolorosamente familiar. El suelo era de cristal resquebrajado, reflejando fragmentos de memorias. El cielo, inmóvil, parecía hecho de cenizas suspendidas. El mundo a su alrededor no era real... pero dolía más que cualquier realidad que hubiese vivido.

Cada paso crujía. Cada crujido era una imagen.

Liam riendo torpemente en el jardín. Liam sujetando el grimorio sin entender del todo lo que sostenía. Liam mirándolo con esa mezcla de admiración y ternura.

Eran solo ecos. Y estaban rotos.

Kai avanzó con dificultad, como si algo invisible lo tirara hacia atrás. De pronto, una figura encapuchada surgió de la niebla. Su rostro no era visible, pero su voz... su voz era suya. Un reflejo oscuro.

—¿De verdad creías que podrías protegerlo sin dejar que entre en tu mundo? —preguntó.

Kai no respondió. Su pecho ardía. La figura dio un paso más cerca.

—¿O es que en el fondo... pensabas que si no lo llamabas amigo, no podrías perderlo?

El suelo tembló. Kai cayó de rodillas. Y entonces lo vio: la escena del beso. Ese momento en que al fin se atrevió a decirle lo que sentía. Y después… las manos de Rowen brillando en el pecho de Liam. Su grito. Su cuerpo sin fuerzas. El corazón… la semilla…

Un alarido desgarrador brotó de Kai. Gritó hasta que el mundo se rompió en mil pedazos. Todo se volvió negro. Pero, en medio de esa oscuridad, escuchó algo.

Un latido. No el suyo. El de la semilla.

Kai despertó jadeando. El pecho le dolía, como si su magia estuviera intentando recomponerse por dentro. Estaba vendado. Su ropa había sido cambiada. El techo era rocoso. Estaban en una cueva.

A su lado, Eloy dormía recostado contra la pared, con expresión agotada. Un poco más allá, Nerea observaba desde la entrada. El fuego iluminaba la escena con una luz temblorosa. Kai intentó moverse. Sentía los brazos pesados, los músculos tensos, como si hubiese estado bajo agua demasiado tiempo.

Pero lo que más lo sacudió fue el vacío.

No sentía a Liam. No escuchaba su magia, no percibía su presencia. Era como si alguien hubiese cortado un hilo invisible entre ellos. De pronto, miró su muñeca. Había una marca. Un símbolo que brillaba débilmente con un tinte dorado.

—Esa marca apareció cuando gritaste —dijo Nerea con voz baja—. Justo después de que… se lo llevaron.

Kai no parpadeó. No hablaba. Solo murmuró:

—¿Él gritó...? ¿Sintió dolor…?

Nerea tragó saliva antes de contestar:

—No. Solo… solo te miraba. Hasta el final. Nunca apartó la vista de ti.

Kai desvió la mirada. Todo su cuerpo temblaba, pero sus ojos no derramaban lágrimas. Ya no quedaban.

—Dijo que estaría conmigo —murmuró—. Que íbamos a volver a la peluquería… juntos…

Se levantó, con dificultad. Caminó hacia un espejo roto entre los objetos recuperados. Al mirarse, su reflejo estaba cubierto de sombras… pero, por un segundo, vio algo más.

Liam.

No estaba realmente allí, pero su imagen sonreía en el reflejo. Kai se acercó y apoyó la frente en el vidrio roto. Las lágrimas brotaron entonces, en silencio.

—Lo siento… —susurró—. No otra vez… No voy a perderte otra vez.

Se giró. Nerea lo observaba con compasión. Eloy empezaba a despertar. Pero Kai ya no era el mismo.

Ahora estaba roto. Pero dentro de las grietas, su magia comenzaba a arder.

Y esa llama… era furia. Era amor. Era promesa.

El capítulo se cerró con Kai empuñando su bastón. Su mirada cruzaba la oscuridad como una flecha.

—Rowen. Elira. Van a pagar cada gota de lo que hicieron.

Porque Kai ya no tenía nada que perder. Solo algo que recuperar.




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