El lugar entero comenzó a vibrar. No era un temblor común: era como si el aire, la tierra y la magia estuvieran siendo arrancados de sus cimientos.
Las esferas de luz —las almas de los monstruos derrotados— giraban sobre el Creador como un remolino brillante, cada una emitiendo un canto extraño, como voces que pedían regresar a su lugar. El resplandor era tan intenso que cegaba, y aún así Kai no apartaba la mirada. Su corazón latía con violencia.
El Creador extendió los brazos, solemne. Su voz retumbó en el templo como un trueno.
—El recipiente está listo. La semilla que se negó a marchitarse ahora albergará la raíz del equilibrio.
Kai apretó los dientes, sintiendo cómo su pecho se rompía en pedazos.
—¡No! ¡Basta! ¡No puedes hacerle eso!
Pero Liam, en el centro del círculo mágico, no se movió. Tenía los ojos cerrados, y su expresión era de paz. Lysan flotaba débilmente a su lado, como si el vínculo estuviera drenando también su fuerza.
El Creador habló de nuevo.
—Liam, ¿estás dispuesto?
Los labios de Liam se movieron con un susurro que apenas se escuchó:
—Sí.
El Creador bajó la mano.
Las almas se deshicieron en corrientes de luz que atravesaron el cuerpo de Liam. Cada rayo era como fuego y hielo al mismo tiempo. Kai lo vio arquearse, con un grito ahogado que le desgarró el alma.
—¡Liam! —su voz fue un rugido, pero Nerea lo sujetó de los hombros para impedirle lanzarse al círculo.
El aire vibraba, las paredes se agrietaban, y el mundo mismo parecía inclinarse hacia ese punto donde Liam contenía el poder.
Entonces, él abrió los ojos. Brillaban como dos estrellas.
Miró a Kai. Miró a Nerea. Miró a Eloy.
Y sonrió.
—Ojalá nunca más los vea tristes… —dijo con voz quebrada, pero firme.
El Creador levantó la mano y un torrente de símbolos antiguos lo envolvió.
—Recibe la magia ancestral. Sé raíz y semilla, sacrificio y esperanza.
Liam levantó los brazos, y un hechizo desconocido brotó de sus labios, como si siempre hubiera estado allí, esperando.
—¡Sello de la Eternidad!
Un estallido. El cielo fuera del templo se iluminó con columnas de luz. Las grietas en la tierra, en el mar y en el aire se cerraron una por una, expulsando las sombras de vuelta a la nada. La magia que había desgarrado al mundo fue atraída hacia el corazón de Liam, hasta que ya no quedó nada más que silencio.
El Creador bajó lentamente la cabeza, su forma empezando a desvanecerse.
—Mi deber termina aquí. El resto… dependerá de ti, Semilla.
Con esas palabras, desapareció, como polvo brillante en el aire.
Kai apenas podía respirar. Sus manos temblaban mientras veía a Liam inclinarse hacia adelante, la sangre escurriendo de su nariz, de su boca, manchando el suelo.
—¡Liam! —corrió hacia él, pero Lysan cayó al suelo primero, su luz titilando apenas como una llama al borde de extinguirse.
Nerea y Eloy se arrodillaron de inmediato, canalizando lo poco de energía que aún quedaba en ellos.
—¡Vamos! —gritó Nerea, con lágrimas corriendo por su rostro—. ¡Resiste, maldita sea!
—No nos hagas esto, Liam… —Eloy apretó los dientes, forzando más magia de la que tenía—. ¡No después de todo!
Pero Liam no respondió. Su cuerpo temblaba, mareado, su respiración se cortaba. Kai lo sostuvo, sintiendo cómo el calor de su piel se convertía en frío.
—No, no, no… —Kai lo abrazó con desesperación—. ¡No te atrevas a irte! ¡No después de todo lo que me prometiste!
Entonces, un suspiro suave.
Flores comenzaron a brotar alrededor de Liam. Pequeñas al principio, tímidas, como semillas recién despertando. Pero crecían rápido, enredándose por el suelo, llenando el aire con un aroma dulce.
Kai abrió los ojos de par en par al ver que la piel de Liam empezaba a endurecerse, a transformarse en piedra, como si su cuerpo mismo quisiera contener la magia antes de liberarla y destruirlo todo.
—No… —Kai susurró, con la voz rota—. Por favor, no.
Liam lo miró, los ojos ya llenos de luz, las lágrimas resbalando por sus mejillas.
—Gracias… —dijo apenas, antes de que una última lágrima, brillante como cristal, rodara por su rostro.
El silencio se volvió absoluto.
Kai apretó el cuerpo que ya comenzaba a volverse rígido, gritando con una rabia y un dolor que sacudieron el templo.
Nerea se cubrió la boca para no romper en llanto. Eloy bajó la cabeza, con los puños cerrados hasta sangrar. Lysan, apenas un resplandor tenue, gimió como un eco apagado, arrastrándose hasta la figura de su dueño.
Y así, en un mar de flores y lágrimas, Liam comenzó a convertirse en piedra.
En semilla.
En el sacrificio que el mundo necesitaba.
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boylove, destinos entrelazados, criaturas magicas sobrenaturales
Editado: 10.09.2025