Yisus y Lira se apresuraron a salir del parque, el eco extraño aún resonando en sus oídos. La atmósfera se tornó tensa, cada sombra parecía cobrar vida, y el bullicio del festival se desvanecía a medida que se alejaban.
—¿Qué crees que fue eso? —preguntó Yisus, tratando de mantener la voz firme, a pesar del nudo en su estómago.
—No lo sé, pero he sentido esa presencia antes —respondió Lira, con una mirada preocupada. —Algo oscuro se mueve en la ciudad. No es la primera vez que lo siento.
El rostro de Yisus se endureció. —¿Por qué no me lo dijiste antes?
Lira se detuvo, mirándolo intensamente. —No quería asustarte. Pero en este mundo, hay fuerzas que buscan aprovecharse de los poderes de quienes somos. Y tú, Yisus, eres un blanco.
Un escalofrío recorrió la espalda de Yisus. Pensar que su habilidad con el tiempo lo convertía en objetivo lo hacía sentir vulnerable. —¿Qué tipo de fuerzas? —preguntó, la inquietud brotando en su voz.
—No lo sé con certeza, pero he oído rumores sobre una organización que busca controlar la magia de otros. Se hacen llamar “Los Sombra” —dijo Lira, su voz temblando ligeramente. —Cazadores de poder.
Yisus sintió el peso de sus palabras. La magia era un regalo, pero también una maldición en manos equivocadas. —¿Y qué hacemos al respecto?
Lira se quedó en silencio por un momento, como si estuviera considerando su próxima respuesta. —Podemos aprender a protegernos. Hay un antiguo templo en las afueras de la ciudad, un lugar donde se habla de un antiguo arte de protección. Tal vez allí encontremos respuestas.
Yisus sintió que la emoción crecía en su interior. —¡Vamos entonces! No podemos quedarnos de brazos cruzados.
—Es peligroso —advirtió Lira, pero la determinación en su mirada era innegable.
Ambos comenzaron a caminar hacia la salida del parque, y mientras se adentraban en la oscuridad, la magia del festival se desvanecía lentamente. Las luces de las hadas eran reemplazadas por las sombras de los árboles, y el viento soplaba con una intensidad inquietante.
—¿Has estado alguna vez en el templo? —preguntó Yisus, intentando romper la tensión.
—No, pero he escuchado historias. Dicen que quien entra debe estar preparado para enfrentar sus miedos. Es un lugar donde la magia se siente viva, y a veces, puede ser abrumadora —respondió Lira, su voz cargada de reverencia.
—¿Y tú? ¿Qué temes? —preguntó Yisus, intrigado.
Lira lo miró, sus ojos reflejando una mezcla de valentía y vulnerabilidad. —Temo perder el control sobre mi magia. Temor a quemar a aquellos que amo. Y, quizás, a no ser lo suficientemente fuerte para enfrentar mi pasado.
Yisus sintió que su corazón se apretaba. Comprendía el peso que ella llevaba. —No estás sola en esto. Juntos podemos enfrentar cualquier cosa.
Lira sonrió levemente, y por un instante, la tensión se disipó. Pero la oscuridad seguía acechando, y la sensación de peligro se intensificaba con cada paso que daban.
Al llegar a las afueras de la ciudad, el paisaje se transformó. Las luces de Lunaria se desvanecieron, y en su lugar, el templo antiguo se alzaba ante ellos, cubierto de enredaderas y sombras. La estructura parecía respirar, como si guardara secretos que solo los valientes podían descubrir.
—Estamos aquí —susurró Lira, su voz apenas audible.
Yisus sintió un escalofrío de anticipación. —¿Listos?
Ella asintió, y juntos se acercaron a la entrada. La puerta de piedra estaba cubierta de símbolos antiguos que brillaban débilmente con luz mágica. Al tocarla, los símbolos comenzaron a brillar más intensamente, y la puerta se abrió lentamente.
Dentro, el aire era fresco y el eco de sus pasos resonaba en las paredes. Las antorchas encendidas iluminaban un vasto salón lleno de estatuas de antiguos magos. Cada una parecía observarlos, como si fueran guardianes de un conocimiento olvidado.
—¿Qué hacemos ahora? —preguntó Yisus, sintiendo la presión de la atmósfera.
—Debemos encontrar el altar central. Allí es donde se dice que se puede aprender el antiguo arte de protección —respondió Lira, guiándolo con determinación.
Mientras avanzaban, el eco de sus pasos se mezclaba con un suave murmullo, como si el templo hablara. Yisus sintió que su magia vibraba en el aire, y el tiempo parecía ralentizarse.
De repente, una sombra se deslizó por el rincón de su visión. Yisus se detuvo en seco, su corazón latiendo con fuerza. —¿Viste eso?
Lira se giró, sus ojos se expandieron. —Sí. No estamos solos.
En ese momento, un susurro resonó en el templo, un eco que parecía provenir de las paredes. La voz era etérea, cargada de advertencias y secretos. Yisus sintió cómo su piel se erizaba.
—Debemos seguir adelante —dijo Lira, su voz firme, aunque temblorosa.
Ambos se adentraron más en el templo, sintiendo que las sombras se acercaban. Sabían que el verdadero desafío apenas comenzaba, y que la magia de sus corazones debía unirse para enfrentarlo.