Susurros de Magia y Corazón.

Capítulo 10: La Alianza de la Luz.

Los aldeanos comenzaron a relatar cómo las sombras habían crecido en número y ferocidad, atormentando a su comunidad y robando los sueños de los más jóvenes. Yisus y Lira escucharon atentamente, absorbiendo cada palabra como si fueran un mapa que los guiara hacia su próximo desafío.

—No solo atacan por la noche —dijo el anciano con seriedad—. También han comenzado a sembrar desconfianza entre nosotros. La gente tiene miedo de salir, de hablar. Cada día, la oscuridad se filtra más en nuestros corazones.

Lira sintió un nudo en el estómago. Sabía que el miedo era un aliado poderoso para las sombras, y que necesitaban actuar rápidamente para restaurar la esperanza.

—Debemos unir a la comunidad —dijo Lira, mirando a los aldeanos con determinación. —Si luchamos juntos, la luz será más fuerte.

Yisus asintió. —Podemos organizar una vigilia. Una noche de luz y unión. Si todos se reúnen y comparten sus historias, podremos encender la llama de la esperanza.

El anciano sonrió, un brillo de esperanza en sus ojos. —Eso podría funcionar, pero necesitaríamos algo más. Un símbolo de nuestra unión, algo que represente la luz que queremos recuperar.

Yisus reflexionó por un momento. —Podemos crear una antorcha, algo que pueda ser alimentado por la magia de todos. Juntos, podemos encenderla y mantenerla viva.

Los aldeanos comenzaron a murmurar entre sí, la idea pareciendo tomar forma en sus corazones. Uno de los jóvenes, con el pelo alborotado y una energía contagiosa, se acercó.

—Yo puedo ayudar a recolectar materiales. Hay un árbol en el bosque que tiene una savia luminosa. ¡Podríamos usarla para la antorcha!

Lira sonrió, viendo cómo la chispa de la esperanza comenzaba a encenderse en los rostros de los aldeanos. —Perfecto. Mientras tanto, Yisus y yo podemos comenzar a preparar el lugar para la vigilia.

Los aldeanos se pusieron en acción, algunos partieron al bosque mientras otros comenzaron a limpiar el claro. Yisus y Lira se dirigieron al centro del lugar, sintiendo la energía creciente a su alrededor.

—¿Crees que esto funcionará? —preguntó Lira, un poco insegura.

—Sí. La luz es contagiosa. Si podemos reunir a todos y crear un espacio seguro, la esperanza florecerá —respondió Yisus, firme en su convicción.

A medida que el sol se ponía, el claro se llenaba de risas y murmullos. Las sombras se deslizaron entre los árboles, pero Yisus y Lira estaban decididos a no dejar que eso afectara su misión.

Finalmente, el joven regresó con un frasco lleno de savia luminosa, que brillaba con una luz cálida y reconfortante. Los aldeanos se reunieron, formando un círculo alrededor de la antorcha que habían construido.

—Este es nuestro símbolo de unión —dijo el anciano, levantando la antorcha. —Que su luz nos guíe y nos proteja.

Los aldeanos se tomaron de las manos, y Yisus y Lira se unieron a ellos en el círculo. Con un gesto, el anciano vertió la savia en la antorcha, que comenzó a brillar intensamente, iluminando el claro y ahuyentando la oscuridad.

—Ahora, compartamos nuestras historias —dijo Lira. —Hablemos de nuestras esperanzas y nuestros sueños.

Uno a uno, los aldeanos comenzaron a hablar, compartiendo sus anhelos y sus miedos. La luz de la antorcha creció con cada historia, alimentándose de la conexión que estaban forjando. Yisus sintió cómo su propia magia respondía a la energía colectiva.

A medida que la noche avanzaba, el ambiente se llenó de risas y abrazos. La luz de la antorcha brillaba con fuerza, y las sombras se mantuvieron a raya, temerosas de la energía que emanaba del grupo unido.

Pero, de repente, un viento frío sopló a través del claro, apagando momentáneamente la antorcha. Un murmullo de inquietud recorrió a los aldeanos, y Yisus sintió que una presencia oscura se acercaba.

—¡No dejéis que el miedo os consuma! —gritó Lira, su voz resonando con la fuerza de su determinación. —Recordad por qué estamos aquí. ¡La luz vive en cada uno de nosotros!

Con esas palabras, Yisus extendió su mano hacia la antorcha, canalizando su magia hacia ella. Lira hizo lo mismo, y pronto, una nueva llama comenzó a bailar en la antorcha, más brillante que antes.

Las sombras se detuvieron, y una figura oscura emergió del bosque. Era un ser de pura oscuridad, con ojos resplandecientes que reflejaban la desesperación de aquellos que había devorado.

—¿Por qué lucháis? ¿No veis que la oscuridad es inevitable? —su voz era un susurro helado.

Yisus y Lira se miraron, sabiendo que este era el verdadero desafío. Pero en lugar de miedo, sintieron una oleada de fuerza.

—No estamos solos —dijo Yisus, levantando la antorcha. —La luz es más poderosa cuando está unida. ¡Estamos aquí para luchar!

Con un grito de determinación, todos los aldeanos se unieron a su voz, creando un coro de esperanza que resonó en el bosque. La luz de la antorcha se expandió, envolviendo a la figura oscura y obligándola a retroceder.

—¡Nunca dejaremos que la oscuridad nos venza! —gritó Lira, sintiendo cómo la magia bullía en su interior.

La figura oscura, aunque poderosa, comenzó a desvanecerse ante la fuerza de la luz unida. Yisus y Lira, junto con los aldeanos, sintieron que su conexión se fortalecía, y la luz brillaba más intensamente que nunca.

Finalmente, con un último grito, la figura oscura se disolvió en el aire, dejando solo un eco de su risa, que se desvaneció en la brisa de la noche.

El claro estalló en vítores y risas. La antorcha iluminaba el lugar con una luz vibrante, y los aldeanos se abrazaron, celebrando su victoria.

—Lo hemos logrado —dijo Yisus, sintiendo una profunda satisfacción.

Lira sonrió, su corazón lleno de alegría. —Esto es solo el principio. La luz ha comenzado a brillar, y juntos, podemos enfrentar cualquier oscuridad que venga.

Mientras la celebración continuaba, Yisus y Lira se miraron, sabiendo que su viaje apenas comenzaba y que había mucho más por descubrir. Pero por primera vez, sentían que la luz siempre prevalecería sobre la oscuridad.




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