La lluvia caía con fuerza sobre la ciudad, creando un sinfín de charcos que reflejaban las luces titilantes de las farolas. Evelyn se sentó en su escritorio, rodeada de libros abiertos y hojas de notas esparcidas por toda la superficie. La tormenta, aunque aterradora, le proporcionaba una extraña sensación de tranquilidad. Para ella era un día perfecto para estudiar, y su examen de historia antigua se acercaba. Sin embargo, la concentración le resultaba esquiva, su mente divagaba mientras el sonido del agua golpeando la ventana la envolvía.
Mientras repasaba los nombres de antiguos reyes y reinas, una sensación inquietante la invadió, un escalofrío recorrió su cuerpo por completo. A medida que el viento aullaba afuera, los vidrios de su ventana vibraban como si intentaran romper la calma que la envolvía. Con un suspiro, Evelyn se levantó y fue a cerrar la ventana, pero antes de que pudiera hacerlo, un trueno retumbó, dejando su corazón palpitando inquieto.
De repente, el ambiente en su habitación cambió. La temperatura cayó, haciendo que la piel de sus brazos se erizara. Sin saber por qué, un escalofrío recorrió su columna vertebral. Miró a su alrededor, pero nada parecía fuera de lugar. En ese instante, las luces comenzaron a parpadear, y una oscuridad profunda se filtró en la habitación.
Fue entonces cuando lo sintió, un aura extraña, pesada, casi palpable.
En un rincón de su habitación, una sombra comenzó a tomar forma, manifestándose en la penumbra. Evelyn quedó paralizada, incapaz de mover un músculo mientras un ser imponente emergía de la oscuridad. Era alto, con una presencia que irradiaba tanto peligro como magnetismo. Sus ojos, rojos como brasas, brillaban intensamente en la penumbra.
— ¿Quién… quién eres? —logró preguntar, su voz temblando a pesar de sus esfuerzos por mantenerse firme.
—Soy Azrael —respondió el demonio, su voz profunda resonó en la habitación como un eco de los antiguos, —el que ha sido llamado por tu soledad.
Evelyn se sintió invadida por un torbellino de emociones. El miedo luchaba contra una extraña curiosidad, y, a pesar de su naturaleza, había algo en él que la atraía. Su aspecto era tan fascinante como aterrador
—No puedo creer que esto esté sucediendo —musitó Evelyn, dando un paso atrás, pero su mente estaba demasiado ocupada tratando de entender lo que estaba pasando. —¿Por qué estás aquí?
—Tu corazón clama por compañía —respondió Azrael, su mirada fija en ella, penetrante y casi hipnótica. —He estado observándote. Hay un vacío en ti que he sentido desde el inframundo.
—¡Esto no puede ser real! —exclamó Evelyn, sintiendo cómo su corazón latía desbocado. —¿Un demonio? Esto es una locura.
—Quizás, pero eres tú quien me ha invocado. Este encuentro no es casualidad.
Mientras sus palabras se repetían en su mente, Evelyn se sintió atrapada entre la incredulidad y un deseo creciente de entender más. No podía ignorar la conexión que empezaba a sentir. Sin embargo, su mente seguía luchando contra el miedo que la envolvía.
—¿Qué quieres de mí? —preguntó, su voz un susurro lleno de desconfianza.
—No quiero nada, pero puedo recomendarte mucho —dijo Azrael, dando un paso hacia ella. La proximidad hizo que un escalofrío recorriera su piel. —Te ofrezco conocimiento, experiencias y la posibilidad de explorar el lado oscuro de tu existencia.
Evelyn frunció el ceño. No sabía si debía sentirse halagada o asustada. Había leído sobre demonios en libros de mitología, pero nunca imaginó que se encontraría cara a cara con uno. El impulso de huir se debatía con el deseo de quedarse.
—¿Conocimiento? ¿Qué tipo de conocimiento? —preguntó, su curiosidad comenzando a superar el miedo.
—El conocimiento de lo que hay más allá de esta vida mundana, de lo que realmente eres y de las posibilidades que te ofrece el inframundo —respondió Azrael, su voz tomó un tono mas ronco pero suave, como si tratara de seducirla.
Evelyn se mordió el labio. Sabía que se adentraba en un terreno peligroso, pero había algo en Azrael que la intrigaba. Su mirada era cautivadora, y su presencia despertaba en ella una sensación de emoción y peligro que nunca había experimentado.
—No sé si debería confiar en ti — el eco de su voz resonó en la habitación.
—La confianza se gana con el tiempo, pero puedo asegurarte que no te haré daño —respondió Azrael, con tono más suave. —Solo quiero que me conozcas.
Evelyn sintió un impulso inexplicable de acercarse a él, como si una fuerza invisible la atrajera. A pesar del miedo, una chispa de valentía se encendió dentro de ella.
— ¿Cómo puedo conocerte? —preguntó, sintiéndose atrapada en su propia curiosidad.
—Permíteme entrar en tu vida, en tus sueños, en tus pensamientos. Estoy aquí para ayudarte a descubrir la parte de ti que ha estado dormida —dijo Azrael, sus ojos ardían con intensidad.
—Y si no quiero eso? —replicó Evelyn, aunque su corazón latía más rápido ante la idea.
—No hay vuelta atrás una vez que la puerta ha sido abierta —respondió, y la habitación pareció temblar ligeramente a su alrededor. —Pero puedes elegir el camino que deseas seguir.
Un trueno rugió nuevamente, haciendo eco en la distancia, mientras la lluvia arremetía con más fuerza. La tormenta parecía reflejar el caos en su interior. Sin embargo, Evelyn no podía negar que su encuentro con Azrael había desatado un torrente de emociones en ella, una mezcla de miedo, deseo y la curiosidad insaciable que la había llevado a estudiar la historia antigua.
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Editado: 04.11.2024