Susurros de Medianoche

Pacto de Medianoche

El día siguiente amaneció frío y gris. Evelyn se despertó con la sensación de haber tenido un sueño profundo y extraño, aunque los detalles de la noche anterior estaban grabados con intensidad en su mente. Intentó convencerse de que su encuentro con Azrael había sido solo una alucinación, el resultado de una noche sin dormir y del estrés acumulado, pero cada vez que cerraba los ojos, veía la intensidad de su mirada, escuchaba su voz profunda en su cabeza. Sabía que lo que había experimentado era real, por mucho que su lógica quisiera negarlo.

Durante todo el día, Evelyn se sintió inquieta. Apenas consciente de las palabras de sus profesores. Su mente vagaba constantemente hacia Azrael, hacia el bosque sombrío en el que la había llevado.

Una parte de ella deseaba no volver a verlo, regresar a su vida normal y olvidarse de lo ocurrido. Pero otra parte -una que crecía a cada segundo- ansiaba encontrarse con él de nuevo, descubrir más sobre el oscuro secreto que le había insinuado.

Esa noche, la tormenta volvió. El viento sacudía las ventanas con furia, y la lluvia caía con tanta fuerza que parecía que el mundo entero estaba envuelto en un manto de oscuridad y caos. Evelyn se encontró sola en su habitación, mirando la ventana con una mezcla de anticipación y temor. Había un instinto en su interior que le decía que Azrael vendría esa noche, como si la tormenta misma fuera un presagio de su llegada.

Como si fuera una señal, las luces parpadearon y el aire en su habitación se volvió denso, cargado de una energía familiar y penetrante. Entonces, en el rincón de la penumbra, Azrael apareció nuevamente, tan imponente y cautivador como la primera vez. Sus ojos rojos brillaban en la oscuridad, fijos en ella con una intensidad que hacía que su corazón latiera desbocado.

—Te estaba esperando —dijo Evelyn, intentando sonar segura, aunque su voz tembló un poco al pronunciar las palabras.

Azrael sonrió, un gesto que parecía estar lleno de misterio y una pizca de peligro. Dio un paso hacia ella, y Evelyn sintió el mismo magnetismo que la había atrapado en su primer encuentro.

—Sabía que lo harías —respondió él, su tono suave pero firme. —No muchos humanos pueden soportar la realidad que les mostré. Tú eres diferente.

Evelyn sintió que el color subía a sus mejillas. Había algo en sus palabras, en la forma en que él la miraba, que la hacía sentirse especial, única. Pero también sabía que estaba jugando con fuego, que su conexión con Azrael era una puerta a un mundo desconocido y peligroso.

—¿Qué quieres de mí, Azrael? —interrogó finalmente, buscando en sus ojos alguna respuesta que le diera claridad.

—Quiero que aceptes quién eres realmente. Hay un poder dentro de ti, Evelyn, uno que está esperando ser liberado. Juntos, podemos desatarlo, pero solo si confías en mí —sus ojos rojos resplandecieron en la penumbra.

— ¿Confiar en ti? Eres un demonio… ¿Cómo puedo confiar en alguien como tú? —Evelyn se cruzó de brazos, su tono desafiante a pesar del nerviosismo que sentía.

Azrael mantuvo su mirada fija en ella, con una expresión que parecía oscilar entre la paciencia y una especie de desafío.

—La confianza es algo que debe ganarse. Pero te ofrezco algo que ningún mortal ha recibido antes: el conocimiento de la magia ancestral, el poder para controlar lo que otros solo pueden soñar. Todo lo que tienes que hacer es aceptarme como tu guía.

Evelyn sintió que su corazón se aceleraban. La idea de poseer algún tipo de poder, de explorar un mundo que estaba más allá de su entendimiento, la tentaba de una manera que nunca habría imaginado. Sin embargo, sabía que las ofertas de los demonios siempre tenían un precio, y dudaba que este fuera la excepción.

— ¿Qué ganarías tú? —preguntó, estrechando los ojos mientras lo observaba con atención.

—Mi satisfacción es ver a los humanos descubrir su verdadero potencial. Pero, como dices, soy un demonio. Siempre habrá un precio —contestó Azrael, y una sombra oscura pareció pasar por su mirada. —Ese precio lo sabrás en su momento. No te pido que aceptes ciegamente, pero tampoco te daré todas las respuestas desde el principio.

Evelyn dudó, mordiéndose el labio mientras lo pensaba. Sabía que estaba jugando con fuego, que un pacto con Azrael podría ser una trampa que la llevaría a una oscuridad irreversible. Pero algo en su interior —una voz que había estado dormida por años— le decía que debía seguir adelante, que debía arriesgarse.

— ¿Y cómo sé que no me estás engañando? —preguntó, queriendo escuchar alguna certeza en su respuesta.

Azrael irritante, y por primera vez, ella vio un atisbo de vulnerabilidad en su expresión.

—No puedes saberlo. Solo puedes decidir si deseas confiar en mí. Pero te puedo prometer una cosa: jamás te haría daño, Evelyn. Mi conexión contigo es… especial.

Las palabras de Azrael resuenan en el silencio. Evelyn sintió un extraño alivio y, al mismo tiempo, una tensión en su pecho. Había algo en él que le hacía querer confiar, que le hacía sentir que esta aventura, aunque peligrosa, sería un viaje inolvidable.

—Está bien. —Su voz salió más fuerte de lo que esperaba. —Acepto tu oferta. Pero si descubro que me estás mintiendo, romperé nuestro pacto, sea lo que sea.

Azrael asintió, y una expresión de satisfacción cruzó su rostro. Con un movimiento lento, extendió su mano hacia ella.




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