Susurros de Medianoche

Ecos del Pasado

Las noches se volvieron un ciclo de aprendizaje y transformación para Evelyn. Cada encuentro con Azrael la conducía más allá de lo imaginable, llevándola a explorar los rincones oscuros de su mente y alma. Cada vez que la guiaba a través de ese mundo de sombras y ecos, ella sentía que algo en su interior despertaba, un poder y una conexión que hasta entonces habían permanecido dormidos.

Aquella noche, Evelyn esperaba su llegada con una mezcla de ansiedad y expectación. La tormenta rugía afuera, el viento aullaba contra las ventanas y la lluvia golpeaba los cristales como si intentara entrar. Azrael, fiel a sus misteriosas apariciones, se materializó en el rincón oscuro de la habitación, su silueta difusa al principio, hasta que sus ojos rojos se encendieron como brasas en la penumbra.

—Esta vez, será diferente —anunció él, rompiendo el silencio de la habitación. Su voz tenía una matiz de urgencia, como si lo que estaba a punto de mostrarle fuera esencial.

Evelyn lo miró con curiosidad. Hasta ahora, él había sido su guía en el dominio de las sombras, enseñándoles a moldearlas a su antojo, a transformar el dolor en fuerza. Pero esa noche, había algo distinto en su mirada, un brillo oscuro que la inquietaba y al mismo tiempo la hacía querer saber más.

—Quiero que entiendas de dónde proviene tu conexión con el mundo oscuro —continuó, acercándose hasta quedar frente a ella.

Evelyn frunció el ceño, sin saber a qué se refería exactamente. ¿Había algo en su pasado, en su linaje, que la unía a este poder? Su mente comenzó a divagar, recordando las historias que su abuela le contaba cuando era niña, relatos de seres antiguos y lugares oscuros, aunque nunca había pensado que fueran algo más que cuentos de terror.

—No eres como los demás, Evelyn. Tu alma está marcada, conectada con las fuerzas que habitan en las sombras —explicó Azrael, su tono firme, como si hablara de un destino que ella no podía evitar.

Evelyn sintió que las palabras de Azrael calaban hondo, pero una parte de ella luchaba por aceptar esa revelación. ¿Cómo era posible que ella, una estudiante universitaria ordinaria, estuviera destinada a algo tan trascendental? Sin embargo, en su interior, algo le inquietaba, como si cada palabra de Azrael despertara una memoria olvidada en lo profundo de su ser.

Sin advertencia alguna, Azrael extendió su mano hacia ella. Evelyn, ya acostumbrada a los gestos enigmáticos de su mentor, no vaciló en colocar su mano en la suya. De inmediato, sintió una corriente de energía que la recorrió de pies a cabeza, como si cada célula de su cuerpo se electrificara. Las sombras comenzaron a ondular a su alrededor, envolviéndolos en una oscuridad tan profunda que el mundo real desapareció por completo.

—Cierra los ojos y respira —le indicó suavemente, sin necesidad de añadir explicaciones.

Evelyn obedeció, concentrándose en la sensación de la energía que fluía entre ellos. En su mente, una serie de imágenes comenzó a formarse, recuerdos y sensaciones que no le pertenecían al todo, pero que parecían terriblemente familiares. Vio paisajes sombríos, vastos y desolados, y rostros que parecían reflejar el antiguo dolor. Entre esos rostros, reconoció uno que le resultó inquietantemente familiar.

Era el rostro de su madre, mucho más joven, con una expresión que nunca le había visto en vida. En sus ojos había una mezcla de tristeza y temor, como si supiera algo que Evelyn jamás hubiera imaginado. La visión de su madre comenzó a desvanecerse, y en su lugar apareció un símbolo, una marca antigua y desconocida, tallada en piedra y envuelta en sombras que parecía bailar a su alrededor.

Evelyn abrió los ojos, con el corazón latiéndole rápidamente. Azrael observaba su reacción, su mirada parecía escrutar cada detalle, cada emoción que ella intentaba procesar.

—Ese símbolo... —Evelyn apenas podía formular las palabras—. Lo he visto antes.

Azrael asintió, como si ya hubiera anticipado su respuesta.

—Forma parte de tu linaje, de una herencia que te conecta con fuerzas que otros no pueden comprender. Tus antepasados ​​hicieron un pacto hace mucho tiempo, uno que vendió la conexión de tu sangre con las sombras. Por eso, Evelyn, eres capaz de percibir y manejar energías que la mayoría de los humanos nunca conocerán.

Evelyn sintió que una mezcla de orgullo y temor la invadió. Su familia había mantenido esta conexión en secreto, un secreto tan profundo que ella misma apenas empezaba a comprender. Era como si su vida anterior hubiera sido una mentira, una fachada detrás de la cual yacía un poder latente, guardando a ser liberado.

Azrael observó cómo las sombras alrededor de ellos comenzaban a cobrar forma de nuevo, adoptando figuras que parecían humanas. Evelyn se estremeció al reconocer algunas de las figuras, registrando vislumbres de sus propios sueños.

—Cada uno de estos seres que ves es un fragmento de tu historia, de los lazos que tu familia forjó con las sombras. Ellos existen en tu memoria, en tus venas —explicó Azrael, señalando a las figuras que la rodeaban.

Evelyn alzó la mano hacia una de las sombras, que tenía la forma de una mujer anciana con ojos oscuros y penetrantes. Sintió una conexión inmediata, como si de algún modo comprendiera que aquella mujer había sido una antepasada, una figura que había influido en su destino de maneras que recién empezaba a entender. La sombra la observará con una mezcla de gravedad y respeto, y luego se desvaneció en el aire, dejando tras de sí una energía cálida y poderosa.




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