Después de la visión de su hermana, Evelyn se sintió transformada, pero no estaba segura si aquello la fortalecía o la debilitaba.
Había algo distinto en ella, en sus propios temores y deseos que ya no la hacían sentir la misma. Las sombras a su alrededor se sentían más cercanas, casi como si pudiera tocarlas y sentir su textura, su profundidad. Cada vez más, el límite entre el mundo oscuro y el real se volvía tenue, y Evelyn no sabía si debía temerlo o aceptarlo.
Esa noche, mientras la luna se ocultaba tras nubes pesadas y el viento helado llenaba la habitación, sintió que algo la llamaba. No era la presencia de Azrael esta vez, sino algo más primitivo, más profundo.
Un impulso inexplicable la llevó a salir de su cama y caminar hacia la ventana, donde las sombras se arremolinaban en una danza inquietante bajo la tenue luz de la tormenta que amenazaba con desatarse.
Cerró los ojos y dejó que el sonido de la noche la envolviera. Las sombras parecían susurrarle secretos, promesas de un poder desconocido, algo que no podía ignorar, algo que la atraía con la intensidad de una llama.
A pesar del peligro que sabía que representaba, el deseo de saber más sobre aquel mundo era irresistible. Abrió los ojos y, con una determinación que antes no tenía, dejó que el impulso la guiara.
Decidida, se adentró en las calles oscuras, con el corazón palpitante y los pensamientos mezclados en una maraña de emoción y aprehensión. Apenas podía ver más allá de unos metros, pero sentía una extraña familiaridad en la oscuridad, como si algo o alguien la estuviera esperando.
Mientras avanzaba, sus pasos la condujeron a un lugar desconocido, un parque abandonado y cubierto de maleza. Allí, entre los árboles secos y las sombras que parecían bailar entre las ramas, surgió una figura desde las tinieblas. Era Azrael, pero algo en él parecía distinto. Su figura, aunque siempre enigmática, emanaba un aura tenebrosa que le heló la sangre.
—Sabía que vendrías, Evelyn. La llamada es imposible de ignorar una vez que has cruzado el umbral —sus palabras flotaron en el aire como una sentencia inevitable, y Evelyn sintió una extraña mezcla de miedo y aceptación.
—¿Por qué me trajiste aquí? —preguntó sin esperar respuesta, comprendiendo que aquella reunión tenía un propósito oculto, algo que iba más allá de su aprendizaje habitual.
Azrael extendió una mano hacia el parque, y en un instante, el entorno cambió. Las sombras se disiparon y, en su lugar, apareció una visión distorsionada de su vida, como si estuviera en una versión alternativa de su propio mundo. Vio a sus compañeros de la universidad, a su familia, pero algo era distinto en sus rostros, una frialdad que le resultaba perturbadora.
—Este es el mundo que dejaste atrás cuando aceptaste el poder de las sombras. Ahora debes decidir si deseas continuar o renunciar a todo esto.
Evelyn observó la escena sin saber cómo reaccionar. Sabía que el camino que había elegido era peligroso, pero no había comprendido hasta ese momento cuánto estaba dejando atrás, cuán irreversibles eran sus decisiones.
—Quiero continuar —afirmó con convicción.
Azrael se acercó levemente y, con un simple movimiento de su mano, la visión se desvaneció, dejando solo la negrura del parque. Sin mediar palabra, se acercó a ella, su presencia tan intensa que Evelyn sintió que todo el mundo a su alrededor desaparecía.
—Entonces, debes aprender a dominar cada sombra en tu interior —sus palabras eran más que una instrucción; parecían un pacto, una alianza oscura sellada en el momento en que ella decidió aceptar el precio.
En silencio, Azrael la guió hacia un claro en el parque, donde la luna apenas se asomaba entre las nubes, creando un ambiente espectral y onírico. Evelyn podía sentir que algo monumental estaba a punto de suceder, algo que transformaría el curso de su vida de manera irreversible.
Frente a ella, Azrael levantó una mano y, de la nada, una forma sombría comenzó a tomar forma. Era un ser envuelto en una oscuridad más profunda que cualquier otra sombra que hubiera visto. Su figura se distorsionaba constantemente, como si su esencia misma fuera una mezcla de miedo y misterio.
—Este es un reflejo de tus propias sombras, tus propios miedos y deseos reprimidos. Solo enfrentándote a él podrás continuar. —Evelyn sintió un escalofrío recorrer su columna.
Frente a ella, aquel ser oscuro la miraba con ojos vacíos y perturbadores. Había algo en él que le resultaba extrañamente familiar, como si fuera una versión distorsionada de sí misma. Tragó saliva y, sin apartar la vista, dio un paso hacia él, enfrentándolo.
—No me temo a mí misma —murmuró, más como una afirmación que como una declaración.
La figura avanzó, y Evelyn sintió un dolor agudo en el pecho, como si una herida invisible se abriera en su interior. Las sombras parecían alimentarse sus inseguridades, sus miedos más profundos, y con cada paso que daba, sentía cómo sus propios pensamientos oscuros intentaban envolverla. Sin embargo, no retrocedió. Recordó las palabras de Azrael y las hizo suyas, como una plegaria oscura que repetía en su mente.
Finalmente, cuando estuvo lo suficientemente cerca, alzó una mano y tocó la figura sombría. En el momento en que lo hizo, el ser se desintegró en una nube de oscuridad, mezclándose con ella. Evelyn sintió una explosión de energía, una fusión de luz y sombra que la atravesó por completo, dejándola temblando, pero más fuerte que nunca.
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Editado: 04.11.2024