Susurros de Medianoche

Entre Dos Mundos

Aquella noche, después de una agotadora jornada de estudios, se refugió en su habitación, pero el cansancio no lograba apartarla de los pensamientos que la atormentaban. Algo había cambiado en ella, y era imposible fingir que podía vivir como antes.

Miró la tenue luz de su lámpara y observó las sombras proyectadas en las paredes; una parte de ella deseaba que se movieran, que la invitaran a aquel mundo de misterio y oscuridad. Sin embargo, nada sucedió, y se sintió extrañamente sola.

Un suave susurro irrumpió en la quietud. Al principio, lo desechó, convencida de que era producto de su agotamiento. Pero al oírlo nuevamente, se percató de que no estaba sola. Levantó la vista y, a los pies de su cama, la figura oscura de Azrael emergió como una sombra de la penumbra.

—Has estado evitando este mundo, Evelyn —señaló con una voz grave y envolvente.

—Pensé que… necesitaba tiempo para entenderlo —murmuró ella, incapaz de apartar la mirada de él.

Azrael la observó en silencio, su sola presencia parecía iluminar partes de ella que prefería no mostrar, aquellas sombras internas que había intentado ignorar. Sabía que él podía ver más allá de sus palabras, más allá de sus dudas.

—No puedes esconderte de las sombras. Están en ti, son parte de ti, pero no es necesario que las veas como una amenaza —comentó, acercándose unos pasos más hasta que estuvo a su altura.

Evelyn bajó la mirada, pero la tensión en su cuerpo hablaba por sí misma. Se sentía vulnerable, y aunque Azrael parecía comprender su dilema, ella no terminaba de aceptar la idea de vivir constantemente entre dos mundos tan opuestos.

—No es fácil, Azrael. Siento que he perdido el control, como si ya no supiera quién soy —confesó, sintiendo en ella el peso de sus miedos e incertidumbres.

Con un gesto lento, él extendió su mano hacia ella. Evelyn, aún dudando, aceptó su contacto. Una vez más, la energía que emanaba de él la envolvió.

—No estás perdida, Evelyn. Solo estás en el inicio de tu verdadero ser. Es normal sentir esa dualidad, esa lucha interna. Pero puedes aprender a reconciliar ambos lados. Deja que te guíe, déjame mostrarte cómo encontrar el equilibrio —su tono era bajo, pero firme, y Evelyn sintió cómo sus palabras la tranquilizaban.

Inspiró profundamente, permitiendo que la conexión con Azrael la tranquilizara, aunque su mente seguía llena de preguntas. ¿Cómo era posible que una vida tan ordinaria como la suya hubiera tomado este rumbo? Y, sobre todo, ¿qué significaba esa conexión con él?

Azrael percibió su vacilación y la miró con un destello en los ojos, un brillo que indicaba que tenía la respuesta a sus dudas.

—Estás aquí porque este es tu destino, Evelyn. Las sombras no son algo que hayas elegido, sino algo que te eligió a ti. No temas a lo que llevas dentro; teme, más bien, a lo que ocurriría si lo reprimieras. Porque eso no te llevará a ningún lugar.

Evelyn alzó la mirada, tratando de comprender plenamente sus palabras. La claridad de su tono y el poder que irradiaba eran innegables, pero las dudas aún pesaban en su pecho. Sin embargo, una parte de ella anhelaba ese poder, deseaba abrazarlo sin miedo ni dudas.

—Muéstrame, Azrael. Muéstrame cómo abrazar lo que soy, sin temor —susurró, con voz llena de determinación.

Azrael extendió una mano y en un abrir y cerrar de ojos, la habitación se desvaneció. A su alrededor se alzó un paisaje que le resultaba extrañamente familiar y, al mismo tiempo, extraño: un oscuro bosque, donde los árboles se erguían como colosos, y cada sombra parecía vibrar con una vida propia. La luna apenas lograba atravesar las ramas, proyectando un juego de luces y sombras que creaba una atmósfera inquietante y sobrenatural.

Evelyn miró a su alrededor, asombrada. Sentía que, en algún rincón de su memoria, había visitado ese lugar antes, aunque sabía que era imposible. Sin embargo, su instinto la guiaba entre los árboles, como si siempre hubiera conocido el camino.

—Este bosque representa las sombras en tu interior. Cada árbol, cada rincón oscuro es una parte de ti que aún debes conocer —explicó Azrael, caminando junto a ella, su figura apenas era visible entre las sombras.

Ella asintió, comprendiendo que aquel viaje no sería fácil, pero sintiéndose lista para enfrentarlo. Caminaba con paso decidido, sus sentidos en alerta, sabiendo que cada paso la acercaba más a su propio ser. Con cada segundo, sentía que las sombras se volvían más densas, más palpables, como si intentaran reclamarla. Ya no había miedo en su interior, solo una creciente curiosidad.

De pronto, un sonido rompió la quietud del bosque. Algo se movía entre los árboles, algo que parecía acercarse cada vez más. Evelyn giró la cabeza, buscando el origen de aquel ruido, pero las sombras se movían con rapidez, ocultando a su misterioso visitante.

Azrael se mantuvo impasible, observándola con interés. Era claro que aquello formaba parte de la prueba, un reto que debía enfrentar sola. Evelyn apretó los puños, dispuesta a hacer frente a lo que fuera que se aproximara.

La figura que emergió de las sombras era la imagen de alguien que Evelyn no esperaba ver: su propio reflejo, aunque oscuro y distorsionado, con ojos que parecían pozos sin fondo. Aquella figura era una versión de sí misma que emanaba una frialdad y una fuerza que le resultaban inquietantes.




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