Las primeras luces del amanecer empezaban a teñir el cielo, pero Evelyn no podía distinguir entre la noche y el día.
Desde el momento en que había sellado su decisión, algo en su percepción del tiempo y el espacio había cambiado. Sentía que el mundo mortal y el mundo de las sombras se entrelazaban en su mente, como si ambos existieran en un plano distinto y, sin embargo, no podía escapar del vínculo profundo que la unía a ellos.
Azrael caminaba a su lado, sin esfuerzo alguno, como si fuera parte de la misma atmósfera. Su figura, que en otro tiempo hubiera inspirado terror o asombro, se le hacía ahora una extensión de ella misma. Los latidos de su corazón se alineaban con los ecos de su presencia, y en su pecho se percibía una mezcla de paz y expectación que la conectaba a una realidad mucho más antigua y desconocida.
Evelyn observaba el mundo con una claridad inédita, como si cada sombra le susurrara secretos, fragmentos de historias pasadas y futuros aún por descubrir. Se dio cuenta de que ya no temía a la oscuridad, ni a los cambios en su propio ser.
Había renunciado a su humanidad, pero a cambio había adquirido una percepción que iba mucho más allá de cualquier comprensión humana. Sus pensamientos giraban en torno a ese sentimiento de unión, y una mezcla de incertidumbre y emoción se apoderaba de ella mientras avanzaban juntos hacia lo que parecía un destino desconocido.
Mientras caminaban, Azrael se detuvo frente a un claro en el bosque, donde el amanecer lanzaba tenues rayos de luz a través de las ramas. Era un espacio tranquilo y, sin embargo, cargado de una energía que parecía sacudir el ambiente. Evelyn sintió una vibración en el aire, como si algo en aquel lugar esperara su llegada.
—Es aquí donde se hará el pacto final —su tono se mantenía neutral, sin la intensidad con la que siempre la había envuelto. Había en él una solemnidad que solo lograba aumentar la tensión en el ambiente.
Evelyn asintió, comprendiendo lo que estaba a punto de hacer. Aquella decisión la llevaría más allá de cualquier vida conocida. Miró a Azrael, sintiendo en él una fuerza que parecía alimentar las sombras, y comprendió que estaba preparada. En su interior, la mezcla de humanidad y oscuridad se había fusionado de una forma que antes le parecía imposible.
Azrael extendió su mano hacia ella, y Evelyn la tomó sin dudar, sintiendo una corriente de energía oscura y profunda. Una sensación cálida le recorrió el brazo, extendiéndose hasta su corazón. En ese instante, supo que el lazo entre ellos había sido forjado, y que el mundo de los humanos y el de las sombras nunca volverían a ser lo mismo.
—A partir de este momento, Evelyn, eres parte de mí, y yo soy parte de ti —murmuró él, mientras el vínculo crecía y se anclaba en sus almas.
La energía entre ambos se intensificó hasta que todo el claro fue envuelto en una penumbra vibrante. Evelyn sintió cómo su cuerpo cambiaba, cómo la oscuridad la abrazaba y transformaba. En su interior, algo se rompió y se reconstruyó, y cada fibra de su ser adoptó aquella nueva esencia que Azrael le había prometido.
De pronto, un estallido de recuerdos inundó su mente, recuerdos de una vida que parecía no haber sido vivida nunca. Era su vida humana, cada fragmento, cada emoción, cada relación… todo comenzaba a disolverse, como humo llevado por el viento. Evelyn sintió un dolor punzante, una mezcla de nostalgia y pérdida, pero sabía que no había vuelta atrás.
Ese era el precio de su elección.
A lo lejos, en las sombras del bosque, figuras comenzaron a materializarse, moviéndose en silencio, observándola con una reverencia silenciosa. Eran entidades de las sombras, seres que, hasta ahora, solo conocieron a través de los fragmentos de relatos que Azrael le había contado. Sabía que aquellos eran sus nuevos compañeros, seres que compartían su vínculo con el mundo de las sombras y que ahora la reconocían como uno de ellos.
Una de las figuras, una criatura de ojos oscuros y facciones afiladas, se acercó y la saludó con una inclinación leve, como si reconociera en ella una nueva líder. Evelyn, aún sintiéndose vulnerable en su nueva identidad, avanzó en respuesta, aceptando aquella muestra de respeto. Miró a Azrael, y en sus ojos percibió algo parecido a la aprobación.
—Ahora, el tiempo y el espacio ya no son barreras para ti
Evelyn comprendió lo que significaban aquellas palabras. Sabía que podía moverse entre las sombras, traspasar el velo que separaba el mundo humano del mundo que ahora le pertenece. La libertad que había ganado era inimaginable, pero también sabía que esa libertad llevaba consigo una responsabilidad que solo ahora comenzaba a comprender.
—¿Qué ocurrira ahora? —preguntó finalmente, observando a Azrael, que permanecía imperturbable, con una sonrisa apenas visible en el rostro.
Él la miró y, por primera vez, su expresión se suavizó.
—Ahora, el mundo te pertenece, Evelyn. Todo lo que ves y lo que no ves está a tu alcance. Puedes guiar las sombras, ser una con ellas. Pero, sobre todo, puedes elegir —su tono era sereno, lleno de una confianza que ella misma comenzaba a sentir.
La oscuridad y la tranquilidad del claro la envolvieron, y una paz que nunca había conocido la invadió. Sabía que, a partir de ese momento, sus decisiones tendrían un impacto en ambos mundos, que cada elección resonaría en los confines del universo. En ese instante, comprendió que la dualidad que antes la atormentaba ahora era su fortaleza.
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Editado: 04.11.2024