El Espejo del Origen se apagó lentamente, como si hubiera entregado todo lo que podía. Elara y Kael permanecieron en silencio, aún arrodillados frente a la piedra. El aire en los Lagos de Nymira era más frío ahora, cargado de una energía que parecía observarlos.
—¿Lo sentiste? —susurró Elara.
Kael asintió, sin apartar la vista del espejo.
—No fue solo una visión. Fue una advertencia.
Elara se levantó, con el colgante aún flotando sobre el espejo. Lo tomó con cuidado, sintiendo cómo la piedra latía con una fuerza renovada. Algo había cambiado. El vínculo se había fortalecido, pero también se había vuelto más frágil. Como una cuerda tensada al límite.
—Tenemos que ir a la Torre de los Ecos —dijo ella—. Si Lysandra fue expulsada de allí, entonces los secretos que dejó atrás podrían ayudarnos.
Kael frunció el ceño.
—La Torre está protegida por magia ancestral. Solo los elegidos pueden entrar.
Elara se giró hacia él.
—Y si el vínculo nos ha elegido, entonces somos más que elegidos. Somos necesarios.
Kael la miró por un largo momento. Luego, asintió.
—Entonces vamos.
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🏰 La Torre de los Ecos
El camino hacia la torre fue largo y silencioso. Atravesaron campos de niebla, donde las voces del pasado susurraban entre las brumas. Elara escuchó fragmentos de su infancia, risas de su madre, gritos de advertencia. Kael escuchó el rugido de batallas, el llanto de su padre, el eco de su propia culpa.
La Torre de los Ecos se alzaba sobre una colina cubierta de árboles retorcidos. Era alta, construida con piedra negra, y su cima estaba coronada por una luna de cristal que giraba lentamente. A medida que se acercaban, las runas en sus muñecas comenzaron a brillar.
—Nos reconoce —dijo Elara.
Kael extendió la mano hacia la puerta. Esta se abrió con un crujido profundo, como si despertara de un largo sueño.
Dentro, la torre estaba vacía. No había guardianes, ni luces, ni voces. Solo ecos. Cada paso que daban resonaba como si el pasado caminara con ellos.
En el centro de la sala principal, una espiral de símbolos flotaba en el aire. Elara se acercó, y los símbolos comenzaron a girar más rápido.
—Es un archivo de memoria —dijo—. Un hechizo que guarda pensamientos.
Kael tocó uno de los símbolos. Una imagen se proyectó en el aire: Lysandra, joven, de pie frente a un consejo de hechiceros. Su voz era firme.
—La luna no es equilibrio. Es poder. Y yo lo reclamaré.
La imagen cambió. Lysandra robando un libro. Lysandra invocando sombras. Lysandra enfrentando al Guardián del Vínculo.
—Ella sabía lo que hacía —dijo Kael—. No fue una traición. Fue una elección.
Elara tocó otro símbolo. Esta vez, apareció una figura encapuchada diferente. Un hombre. Alto, con ojos dorados.
—¿Quién es? —preguntó Kael.
La imagen habló.
—Mi nombre es Thalen. Fui el primer Guardián. Y si estás viendo esto, es porque el vínculo ha sido corrompido.
Elara sintió un escalofrío. Thalen continuó:
—Solo hay una forma de restaurar el equilibrio. Deben encontrar el Corazón de la Luna. Una gema escondida en las Ruinas de Elarion, protegida por el último lobo lunar.
Kael se tensó.
—Los lobos lunares están extintos.
Thalen sonrió.
—No todos.
La imagen se desvaneció.
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🐺 El nuevo aliado
Al salir de la torre, el cielo estaba cubierto de nubes. Elara y Kael descendieron la colina en silencio, procesando lo que habían visto. Pero al llegar al borde del bosque, una figura los esperaba.
Era un lobo. Enorme, de pelaje plateado, con ojos dorados que brillaban como el sol. No gruñía. No se movía. Solo los observaba.
Kael dio un paso adelante.
—¿Eres el último?
El lobo inclinó la cabeza. Luego, habló. No con palabras, sino con pensamientos.
—Soy Lioren. Guardián del Corazón. Y ustedes... son los elegidos.
Elara se acercó.
—¿Nos ayudarás?
Lioren se giró, y comenzó a caminar hacia el bosque.
—Sí. Pero primero, deben enfrentar la sombra que los persigue.
Kael frunció el ceño.
—¿Lysandra?
Lioren se detuvo.
—No. La sombra dentro de ustedes.
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Elara sintió que el aire se volvía más denso. Sabía que Lioren tenía razón. El vínculo no solo los unía. También los exponía. Cada secreto, cada miedo, cada deseo oculto... todo estaba al alcance del otro.
Y si querían salvar Lirien, tendrían que enfrentarlo.
Juntos.
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