El bosque se volvió más denso a medida que Elara, Kael y Lioren se acercaban a las Ruinas de Elarion. Las ramas formaban arcos sobre el camino, como si el bosque mismo los guiara. La luna, ahora menguante, apenas iluminaba el sendero, pero el colgante de Elara brillaba con una luz constante, como si supiera hacia dónde iban.
Lioren caminaba al frente, sus patas apenas tocaban el suelo. El lobo lunar no hablaba, pero sus pensamientos fluían como corrientes de agua en la mente de Elara. Imágenes, emociones, fragmentos de historia. Ella veía a Lioren de cachorro, corriendo entre los árboles, siendo entrenado por los antiguos guardianes. Veía la caída de Elarion, el fuego, la sangre, la luna llorando.
Kael, por su parte, estaba más silencioso que nunca. Desde que el espejo les mostró sus secretos, algo en él había cambiado. No era debilidad. Era vulnerabilidad. Y Elara lo sentía como una llama encendida en medio de la oscuridad.
—¿Estás listo para lo que venga? —preguntó ella.
Kael la miró. Sus ojos ya no brillaban con furia, sino con una calma peligrosa.
—No. Pero eso nunca me ha detenido.
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Las ruinas aparecieron como fantasmas entre la niebla. Columnas rotas, estatuas derrumbadas, y un altar central cubierto de musgo y runas antiguas. En el centro, una piedra flotaba sobre el suelo, girando lentamente. Era negra, con vetas plateadas que pulsaban como venas vivas.
—El Corazón de la Luna —susurró Lioren en sus mentes.
Elara se acercó, pero la piedra se alejó, como si la rechazara.
—Solo puede ser tocada por quien conoce su verdadero origen —dijo Lioren.
Kael frunció el ceño.
—¿Qué significa eso?
Elara cerró los ojos. Las visiones del espejo, las palabras del Guardián, los susurros del bosque… todo apuntaba a una verdad que había temido enfrentar.
—Mi madre no era solo una hechicera —dijo—. Era una guardiana. Y yo… yo fui creada por la luna.
Kael la miró, incrédulo.
—¿Qué estás diciendo?
—No nací como los demás. Fui invocada durante un eclipse lunar, cuando la magia estaba en su punto más alto. Mi madre ofreció su vida para que yo existiera. Por eso la luna me habla. Por eso el vínculo me eligió.
La piedra se detuvo. Luego, descendió lentamente hasta tocar el suelo frente a Elara.
—Ahora puedes tomarla —dijo Lioren.
Elara extendió la mano. Al tocar la piedra, una explosión de luz la envolvió. Vio estrellas, constelaciones, dioses antiguos. Vio a Lysandra, de niña, llorando frente a una puerta cerrada. Vio a Kael, solo, rodeado de sombras. Y luego, se vio a sí misma, de pie entre ambos, con la luna sobre su cabeza.
La luz se desvaneció. Elara sostenía el Corazón de la Luna.
Pero no estaban solos.
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Lysandra apareció entre las ruinas como una sombra hecha carne. Su cabello blanco flotaba como si el viento la evitara, y sus ojos rojos brillaban con una furia contenida.
—Qué conmovedor —dijo, con una sonrisa torcida—. La niña de la luna y el hijo de la sangre. ¿Creen que pueden detenerme con recuerdos?
Kael desenvainó su daga.
—No con recuerdos. Con verdad.
Lysandra levantó una mano, y el suelo tembló. Sombras emergieron de las grietas, criaturas sin forma que chillaban como almas perdidas.
—La verdad es débil —dijo—. El poder está en el dolor. Y yo tengo siglos de él.
Elara sostuvo el Corazón de la Luna. La piedra brilló, y las sombras se detuvieron, como si dudaran.
—El dolor no te hace fuerte —dijo ella—. Te hace esclava.
Lysandra gritó, y las sombras se lanzaron. Kael luchó con furia, moviéndose como un torbellino de acero. Lioren rugió, atacando con garras de luz. Elara cerró los ojos, concentrándose en la piedra.
—Muéstrame lo que debo hacer —susurró.
La piedra respondió. Una luz blanca emergió de ella, envolviendo a Elara. Sus runas brillaron, y su cuerpo se elevó unos centímetros del suelo. La luna, aunque menguante, pareció detenerse en el cielo.
—Kael —gritó—. Tócala conmigo.
Kael corrió, esquivando sombras, y tomó la mano de Elara. La luz se intensificó. Lysandra gritó, pero no pudo acercarse.
—Ofrecemos lo que nunca se ha dicho —dijo Elara—. Lo que duele. Lo que libera.
Kael la miró.
—Te amo.
Elara sonrió.
—Y yo a ti.
La luz explotó.
Las sombras desaparecieron.
Lysandra cayó al suelo, inconsciente.
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Cuando todo terminó, el bosque estaba en silencio. El Corazón de la Luna flotaba sobre el altar, brillando con una luz suave. Lioren se acercó.
—El vínculo ha sido purificado. El equilibrio restaurado. Pero la guerra apenas comienza.
Kael ayudó a Elara a levantarse.
—¿Qué significa eso?
Lioren miró al cielo.
—Lysandra no está sola. Hay otros que desean el poder de la luna. Y ahora saben que ustedes existen.
Elara apretó el colgante en su mano.
—Entonces que vengan.
Kael sonrió.
—Estamos listos.
La luna brilló una última vez antes de ocultarse tras las nubes.
Y el destino de Lirien siguió escribiéndose.
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