Susurros de Sangre y Luna

Capítulo 11: Más allá del Velo

Elara se encontraba en la cima de la Torre de los Ecos, observando cómo el cielo parecía más pálido cada noche. Las estrellas ya no brillaban con la misma intensidad. Los susurros del bosque se habían apagado. Y en los Lagos de Nymira, el agua ya no cantaba.

El Silencio avanzaba.

Kael se acercó, su capa ondeando con el viento.

—¿Estás lista?

Elara asintió.

—Seren dijo que el origen del Silencio está más allá del velo. En el lugar donde la magia nació. Y donde también puede morir.

Lioren apareció entre las sombras.

—El Velo del Tiempo no es un lugar. Es una frontera. Si cruzan, no hay garantía de regreso.

Elara miró el cielo.

—Entonces crucemos.

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El Velo del Tiempo se encontraba en el límite entre las Ruinas de Elarion y el Desierto de las Voces. Era invisible, pero se sentía. El aire vibraba. El suelo temblaba. Y el tiempo parecía doblarse.

Elara, Kael y Lioren cruzaron el umbral.

Todo cambió.

El cielo se volvió blanco. El suelo, líquido. Las voces del pasado y del futuro se mezclaban. Elara vio a su madre, joven, riendo. Vio a Kael, anciano, escribiendo en un libro. Vio a sí misma… dividida.

—¿Dónde estamos? —preguntó Kael.

Lioren respondió:

—En el Origen. Donde la luna fue creada. Donde el vínculo nació.

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En el centro del Velo, una figura los esperaba. No era humana. No era criatura. Era luz y sombra, envuelta en capas de tiempo.

—Bienvenidos —dijo con una voz que parecía hecha de viento—. Soy Elyra, la primera guardiana lunar.

Elara se acercó.

—¿Qué es el Silencio?

Elyra extendió una mano. Una imagen se formó: una luna partida, una sombra sin nombre, y una chispa que se apagaba.

—El Silencio no es enemigo. Es consecuencia. Cada vez que la magia se usa para alterar el destino, el equilibrio se rompe. Y el Silencio llega para restaurarlo.

Kael frunció el ceño.

—¿Entonces es inevitable?

Elyra lo miró.

—No. Pero requiere sacrificio. No de poder. De memoria.

Elara sintió un escalofrío.

—¿Qué debemos hacer?

Elyra señaló una puerta de luz.

—Entren. Y entreguen lo que más los define.

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Dentro de la puerta, Elara vio su historia: su madre, su magia, su vínculo con Kael. Cada recuerdo flotaba como una estrella.

—Debes elegir —dijo Elyra—. Un recuerdo que será borrado. Para que el Silencio se sacie.

Kael tomó su mano.

—No podemos perder lo que somos.

Elara lo miró.

—Pero podemos elegir lo que dejamos atrás.

Después de un largo silencio, Elara tocó un recuerdo: el momento en que descubrió que era hija del eclipse.

La luz se apagó.

Y el Silencio se detuvo.

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Al salir del Velo, el mundo había cambiado. Las estrellas brillaban. El agua cantaba. El bosque susurraba.

Pero Elara ya no recordaba su origen.

Kael la abrazó.

—¿Lo hiciste?

Elara sonrió.

—No lo sé. Pero siento paz.

Lioren se acercó.

—El Silencio ha sido contenido. Pero el precio fue alto.

Seren apareció entre los árboles.

—Y ahora, el vínculo debe renacer. No como magia. Como legado.

Elara tomó la mano de Kael.

—Entonces que el mundo recuerde lo que elegimos olvidar.

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En la Torre de los Ecos, Elara escribió una nueva profecía:

> “Cuando el Silencio llegue, que encuentre memoria.
> Cuando la luna se apague, que el amor la encienda.
> Y cuando el vínculo se rompa, que el corazón lo reconstruya.”

Kael la observó.

—¿Y si el Silencio regresa?

Elara cerró el libro.

—Entonces volveremos a elegir.

La luna brilló.

Y el Velo… se cerró.

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