Susurros de Sangre y Luna

Capítulo 13: La Grieta en la Luna

Kael no había dormido desde que vio la grieta cruzar la luna. Aunque Elara descansaba en paz, él sentía que algo se movía más allá del cielo. Algo que no debía estar despierto.

Esa noche, mientras el bosque dormía, Kael se dirigió al altar del claro. El colgante de Elara brillaba con una luz tenue, como si respondiera a una llamada silenciosa.

—Muéstrame —susurró.

La piedra vibró. Y una imagen se formó: una puerta suspendida en el cielo, hecha de luz quebrada. Detrás, una figura encapuchada caminaba entre ruinas flotantes.

Kael apretó los puños.

—No dejaré que la historia se repita.

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Elara despertó con una sensación de vacío. Como si algo hubiera sido arrancado de su alma. Al buscar el colgante, lo encontró frío. Silencioso.

—Kael —susurró.

Pero él no estaba.

Lioren apareció en la puerta.

—Ha cruzado la grieta.

Elara se levantó de golpe.

—¿Solo?

—Creía que debía protegerte. Pero el vínculo no se protege con distancia. Se fortalece con presencia.

Elara tomó su capa.

—Entonces vamos por él.

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La grieta lunar no era física. Era un umbral entre realidades. Elara y Lioren cruzaron el velo, guiados por el colgante. Al otro lado, el mundo era fragmentado: islas flotantes, cielos invertidos, ruinas suspendidas en el aire.

Kael estaba allí, enfrentando a la figura encapuchada.

—¿Quién eres? —gritaba.

La figura se giró. Su rostro era una máscara de plata. Sus ojos, lunas negras.

—Soy lo que fue olvidado. Lo que los dioses ocultaron. Soy el eco del primer vínculo.

Elara se acercó.

—¿Qué significa eso?

La figura extendió una mano. Y una visión los envolvió.

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Elara vio un mundo antiguo, antes de Lirien. Un cielo sin luna. Una tierra sin magia. Y luego, una chispa: el primer vínculo entre dos almas. No era hechicería. Era amor puro. De ese vínculo nació la luna. Y de la luna, los dioses.

Pero no todos aceptaron ese origen.

Uno de ellos, el dios del Olvido, fue desterrado. Su nombre borrado. Su historia silenciada.

—Yo soy su memoria —dijo la figura—. Y he regresado para reclamar lo que me fue negado.

Kael levantó su espada.

—No lo permitiremos.

La figura sonrió.

—Entonces enfrenten la prueba.

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El suelo tembló. Elara y Kael fueron separados por una barrera de luz. Cada uno enfrentaba una ilusión.

Elara vio a Kael, herido, culpándola por su destino.

—Si no me hubieras amado, no habría sufrido.

Kael vio a Elara, distante, diciendo:

—Tu amor me encadenó. Me hizo débil.

Ambos sabían que no era real. Pero el dolor era auténtico.

Elara cerró los ojos.

—El vínculo no es prisión. Es elección.

Kael gritó.

—Y yo elijo seguir contigo.

La barrera se rompió.

La figura encapuchada retrocedió.

—Entonces el vínculo ha superado la prueba.

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Al volver a Lirien, la luna estaba completa. La grieta había desaparecido. El colgante brillaba con una nueva luz: dorada, cálida, viva.

Seren los esperaba en el claro.

—¿Lo enfrentaron?

Elara asintió.

—Y elegimos recordar.

Seren sonrió.

—Entonces el mundo está a salvo. Por ahora.

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Esa noche, Elara escribió una nueva página en el libro de la Alianza:

> “El vínculo no se rompe con sombra. Se fortalece con luz.
> Que el mundo recuerde que el amor fue el primer hechizo.
> Y que la luna… nació de dos corazones.”

Kael la abrazó.

—¿Y si otra grieta aparece?

Elara lo miró.

—Entonces cruzaremos juntos.

La luna brilló.

Y el eco… se desvaneció.

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