La luna brillaba con una intensidad inusual. No era su luz dorada habitual, ni la plateada de los antiguos ciclos. Era una mezcla de ambas, como si el pasado y el presente se fundieran en un solo resplandor.
Elara lo sintió primero. Un tirón en el pecho, como si el colgante que ya no llevaba aún la llamara. Eron lo sintió después, como un eco en la sangre. Lioren levantó la cabeza, inquieto. Kael, en silencio, observaba el cielo.
—Están convocando —dijo Seren, apareciendo en la entrada de la Torre de los Ecos—. Los dioses lunares quieren hablar.
Elara se levantó.
—¿Por qué ahora?
—Porque el ciclo ha cambiado. Y no todos están de acuerdo.
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La convocatoria no era física. Era espiritual. Elara, Eron, Kael y Lioren se reunieron en el Santuario del Velo, donde las barreras entre mundos eran más delgadas. Seren trazó un círculo de runas antiguas, y la luna descendió sobre ellos como una cortina de luz.
—Cierren los ojos —dijo—. Y recuerden quiénes son.
Al hacerlo, sus cuerpos se desvanecieron. Y sus almas ascendieron.
El plano lunar era vasto, silencioso, y lleno de constelaciones vivas. En el centro, cinco figuras los esperaban. No tenían forma humana, pero cada una irradiaba una esencia distinta: sabiduría, fuego, agua, sombra… y silencio.
—Bienvenidos —dijo la figura de sabiduría—. El ciclo ha sido alterado. Y debemos decidir si continúa… o se reinicia.
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Elara dio un paso adelante.
—El ciclo no fue alterado por ambición. Fue salvado por elección.
La figura de sombra habló.
—Pero el vínculo fue reescrito. Y con él, las leyes que nos rigen.
Eron se adelantó.
—Las leyes no protegen si no evolucionan.
La figura de fuego rugió.
—¿Y si esa evolución destruye lo que somos?
Kael intervino.
—Entonces no merecen ser dioses. Solo guardianes del pasado.
El silencio se hizo más profundo.
La figura de silencio habló por primera vez.
—La memoria es poder. Pero también es peso. ¿Están dispuestos a cargarlo?
Elara y Eron se miraron.
—Sí —dijeron al unísono.
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Los dioses ofrecieron dos caminos:
1. Restaurar el ciclo original, con magia, vínculos predestinados, y guardianes elegidos por linaje.
2. Aceptar el nuevo ciclo, donde el vínculo nace de elección, la magia se transforma en memoria, y los guardianes se forjan por experiencia.
—Pero si eligen el nuevo ciclo —advirtió la figura de agua—, el equilibrio será más frágil. Y el mundo, más libre… pero más vulnerable.
Elara pensó en su madre. En Lysandra. En Umbrael. En el Devorador. En cada sombra enfrentada.
Eron pensó en su infancia sin nombre. En su reflejo corrupto. En la visión del futuro.
—Elegimos el nuevo ciclo —dijeron.
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Los dioses se reunieron en círculo. La luna se partió en tres fragmentos, que giraron sobre sus cabezas. Luego, se fundieron en una nueva forma: una luna espiralada, con tres capas de luz.
—Entonces el pacto está hecho —dijo la figura de sabiduría—. El ciclo lunar será guiado por memoria, no por magia. Por vínculo, no por sangre. Por elección… no por destino.
Elara sintió que algo se encendía en su pecho. No era magia. Era legado.
Eron sintió que algo se liberaba en su alma. No era poder. Era propósito.
Kael tomó sus manos.
—Y que el mundo nos escuche.
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Al regresar al plano terrenal, la luna brillaba con su nueva forma. Los guardianes de las regiones se reunieron en la Torre de los Ecos, observando el cielo con asombro.
Elara escribió una nueva página:
> “Hoy, el ciclo lunar ha sido reescrito.
> No por dioses.
> Por humanos.
> Que el vínculo sea elección.
> Que la memoria sea escudo.
> Y que la luna… sea testigo.”
Eron cerró el libro.
—¿Y si fallamos?
Elara lo miró.
—Entonces volveremos a elegir.
La luna brilló.
Y el ciclo… comenzó de nuevo.
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