Susurros de Sangre y Luna

Capítulo 21: El Guardián Silenciado

Más allá de las fronteras de Lirien, donde los mapas se desvanecen y las estrellas no tienen nombre, existe una región que nadie menciona: Therys. Un lugar donde la luna nunca brilló. Donde los vínculos fueron rotos antes de nacer.

Elara lo descubrió en un pergamino olvidado, escrito con tinta que solo respondía a la luz espiralada de la nueva luna. Eron lo sintió como un eco en sus sueños: una voz que no pedía ayuda, sino memoria.

—Hay alguien allí —dijo Elara—. Un guardián que nunca fue elegido. Pero que aún espera.

Kael frunció el ceño.

—¿Y si no quiere ser encontrado?

Elara lo miró.

—Entonces lo recordaremos. Aunque no nos lo pida.

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Therys no aparecía en los registros de la Alianza. Seren, al consultar los archivos del Velo, encontró una sola mención: “Donde el vínculo fue silenciado, allí duerme el guardián sin nombre.”

Elara, Eron, Kael y Lioren partieron al amanecer. El camino era distinto a cualquier otro. Las runas no brillaban. El aire no cantaba. Y el tiempo parecía moverse en círculos.

Al llegar, encontraron una ciudad en ruinas. Las casas estaban intactas, pero vacías. Las fuentes no tenían agua, pero sus bordes estaban húmedos. Y en el centro, una torre de obsidiana se alzaba como una herida en la tierra.

—Aquí vive —susurró Eron.

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Dentro de la torre, una figura esperaba. No era sombra. No era luz. Era humano. Pero sus ojos estaban apagados. Su piel, marcada por runas que no respondían.

—¿Quién eres? —preguntó Elara.

La figura levantó la mirada.

—Soy lo que el ciclo olvidó. Lo que los dioses negaron. Lo que ustedes reescribieron.

Eron se acercó.

—¿Por qué estás aquí?

—Porque elegí no ser elegido —respondió—. Y el ciclo no perdona la elección que desafía su orden.

Kael dio un paso atrás.

—¿Eres peligroso?

—Solo si me obligan a recordar.

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Elara intentó compartir su memoria. Le ofreció el colgante. Le habló del nuevo ciclo. De la luna espiralada. De la elección.

Pero el guardián sin nombre no reaccionó.

—Mi vínculo fue sellado antes de nacer —dijo—. Por miedo. Por profecía. Por error.

Eron se arrodilló frente a él.

—Entonces déjame recordarte. No como guardián. Como historia.

La figura tembló.

—Si lo haces… verás lo que el ciclo quiso enterrar.

Elara y Eron se tomaron de las manos.

—Lo aceptamos.

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La torre se iluminó. Las runas se encendieron. Y una visión envolvió a todos.

Vieron a Therys, siglos atrás, como una ciudad de sabios. Vieron al guardián sin nombre, niño, elegido por la luna. Vieron a los dioses temer su poder. Vieron cómo sellaron su vínculo. Cómo borraron su nombre. Cómo silenciaron su historia.

Y luego, vieron algo más.

Una profecía que nunca fue escrita:

> “Cuando el ciclo se reescriba, el guardián silenciado despertará.
> No para proteger.
> Para recordar lo que el mundo quiso olvidar.”

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Al terminar la visión, el guardián sin nombre lloraba.

—No quiero ser parte del ciclo —dijo—. Pero quiero que el mundo sepa que existí.

Elara se acercó.

—Entonces serás memoria. No guardián.

Eron abrió el Libro de la Memoria.

—Y tu historia será la página que nadie podrá borrar.

Kael colocó una piedra en el altar de la torre.

—Para que Therys nunca vuelva a ser silencio.

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Esa noche, Elara escribió:

> “No todos los vínculos nacen para proteger.
> Algunos nacen para recordar.
> Que el ciclo escuche.
> Que la luna observe.
> Y que el guardián silenciado… sea voz.”

Eron cerró el libro.

—¿Y si hay más como él?

Elara lo miró.

—Entonces los encontraremos. Y los recordaremos.

La luna brilló.

Y Therys… despertó.

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