Susurros de Sangre y Luna

Capítulo 22: La Luna que Nunca Fue

La noche cayó sobre Lirien con un silencio distinto. No era el silencio del bosque dormido ni el de la luna en reposo. Era un vacío. Una ausencia.

Elara lo sintió primero, como un tirón en el alma. Eron lo percibió como un eco que no tenía origen. Y Lioren, inquieto, caminaba en círculos, olfateando un aire que no pertenecía a este mundo.

—Algo ha cambiado —dijo Kael, observando el cielo—. La luna… no está.

Y era cierto. La luna espiralada había desaparecido.

No eclipsada. No oculta.

Simplemente… ausente.

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Seren llegó con el rostro pálido y los ojos cargados de una verdad que no quería pronunciar.

—Se ha abierto un umbral —dijo—. Uno que no debería existir. Una fisura entre realidades.

Elara frunció el ceño.

—¿A dónde lleva?

—A una dimensión donde el ciclo lunar nunca fue creado. Donde el vínculo no existe. Donde la luna… nunca nació.

Eron dio un paso adelante.

—¿Y por qué ahora?

Seren bajó la mirada.

—Porque alguien está intentando borrar todo lo que hemos escrito. No solo en este mundo. En todos.

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Elara, Eron, Kael y Lioren se reunieron en el Santuario del Velo. Las runas temblaban. El aire estaba cargado de una energía inversa, como si la magia se replegara sobre sí misma.

—¿Estás segura? —preguntó Kael.

Elara asintió.

—Si alguien quiere borrar la memoria, debemos recordarla desde el origen. Incluso si ese origen… nunca fue.

Al cruzar el umbral, el mundo cambió.

El cielo era negro, sin estrellas. El suelo era gris, sin vida. Y el aire… no tenía sonido.

Era un mundo sin historia.

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Caminaron por horas sin encontrar señales de vida. No había árboles, ni ríos, ni viento. Solo estructuras vacías, como esqueletos de ciudades que nunca fueron habitadas.

En el centro, una torre invertida se alzaba hacia abajo, como si desafiara la lógica.

—Aquí es donde se escribe el olvido —dijo Seren—. Donde las historias se deshacen.

Dentro, encontraron una figura encapuchada, sentada ante un libro en blanco.

—¿Quién eres? —preguntó Eron.

La figura levantó la vista. Sus ojos eran espejos vacíos.

—Soy el Cronista del Silencio. Y he venido a borrar lo que ustedes insisten en recordar.

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El Cronista se levantó. A su alrededor, las palabras comenzaron a desvanecerse. Elara sintió que sus recuerdos se deshilaban. Eron cayó de rodillas, con el colgante apagado. Kael gritó, pero su voz no tenía eco.

—Cada historia que escribieron —dijo el Cronista—. Cada vínculo que forjaron. Cada luna que imaginaron. Todo será devuelto al vacío.

Lioren rugió, pero fue detenido por una barrera de sombra.

Elara, temblando, sacó el Libro de la Memoria.

—Entonces escribe esto —dijo—. Que incluso en el mundo sin luna, elegimos recordar.

El libro brilló.

Y el Cronista retrocedió.

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Eron se levantó. Su cuerpo rodeado de una luz azul intensa. No era magia. Era voluntad.

—No puedes borrar lo que fue elegido —dijo—. Porque el vínculo no vive en las palabras. Vive en nosotros.

El Cronista gritó. El mundo tembló. Las estructuras se deshicieron. El cielo se rasgó.

Y por primera vez… una luna nació en ese mundo.

Pequeña. Frágil. Pero real.

Elara tomó la mano de Eron.

—Lo hiciste.

Eron sonrió.

—Lo elegimos.

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De regreso en Lirien, la luna espiralada volvió a brillar. Más fuerte. Más clara. Como si supiera que había sido defendida.

Elara escribió una nueva página:

> “Incluso en los mundos donde la luna no existe,
> el vínculo puede nacer.
> Porque la memoria no necesita permiso.
> Solo decisión.”

Kael la abrazó.

—¿Y si vuelven a intentar borrarlo?

Elara lo miró.

—Entonces volveremos a escribirlo.

La luna brilló.

Y el mundo… recordó.

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