Susurros de Sangre y Luna

Capítulo 23: El Vínculo Rechazado

La luna espiralada brillaba sobre Lirien, pero su luz no alcanzaba todos los rincones del mundo. En los límites del Bosque de los Susurros, más allá de los ríos que cantaban y las montañas que recordaban, existía una región donde la luna se negaba a mirar: Elenvar.

Elenvar no aparecía en los mapas. No por olvido, sino por decisión. Era un lugar donde los vínculos eran considerados maldición, donde la memoria se convertía en castigo, y donde un guardián había rechazado su llamado.

—Ha despertado —dijo Seren, con voz grave—. El vínculo que nunca quiso ser elegido.

Elara cerró el Libro de la Memoria.

—Entonces debemos escucharlo. No para convencerlo. Para comprenderlo.

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Elara, Eron, Kael y Lioren partieron al amanecer. El camino hacia Elenvar era distinto. Las runas se apagaban al paso. Los árboles se volvían grises. Y el aire parecía resistirse a ser respirado.

—Este lugar no quiere ser recordado —dijo Kael.

—Porque fue herido por la memoria —respondió Elara.

Al llegar, encontraron una ciudad intacta pero silenciosa. No había ruinas. No había señales de abandono. Pero tampoco había vida. En el centro, una torre de cristal oscuro se alzaba como un faro invertido.

—Allí está —susurró Eron.

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Dentro de la torre, una figura esperaba. No era sombra ni luz. Era humano. Joven. Pero sus ojos estaban marcados por siglos de dolor.

—No quiero ser parte del ciclo —dijo antes de que hablaran—. No quiero el vínculo. No quiero la luna.

Elara se acercó con cautela.

—¿Quién te obligó?

—Nadie —respondió—. Pero todos esperaban que lo aceptara. Y cuando dije no… me convirtieron en historia rota.

Eron se arrodilló.

—Entonces cuéntanos tu historia. No para que te elijamos. Para que te liberes.

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Al escuchar su historia, la luna espiralada comenzó a apagarse. No por eclipse. Por respeto.

El guardián, llamado Nareth, había sido elegido por la luna en el ciclo anterior. Pero al sentir que su vínculo lo alejaba de quienes amaba, lo rechazó. Los dioses lo silenciaron. La Alianza lo borró. Y Elenvar se convirtió en su refugio.

—El vínculo me pedía renunciar a mí —dijo—. Y yo elegí quedarme.

Kael se acercó.

—¿Y ahora?

Nareth lo miró.

—Ahora quiero que el mundo sepa que decir no… también es una forma de elegir.

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Elara abrió el Libro de la Memoria.

—Entonces tu historia será escrita. No como guardián. Como testimonio.

Eron añadió una página:

> “El vínculo no obliga.
> El ciclo no exige.
> Y la luna… debe aprender a escuchar.”

La torre brilló. No con magia. Con aceptación.

La luna espiralada volvió a encenderse. Pero una parte de ella permaneció oscura. No como castigo. Como homenaje.

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De regreso en la Torre de los Ecos, Elara escribió:

> “Hoy, el ciclo lunar ha aprendido que no todos los vínculos deben ser tomados.
> Que el silencio también habla.
> Y que la memoria… debe incluir todas las voces.”

Kael la abrazó.

—¿Crees que habrá más como Nareth?

Elara sonrió.

—Espero que sí. Porque cada historia, incluso la que no quiere ser contada, merece ser escuchada.

La luna brilló.

Y Elenvar… fue recordado.

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