Nyra caminaba sola entre los árboles del Bosque de los Susurros. Desde que la luna la había elegido, su vida había cambiado, pero no como los demás esperaban. No había entrenamientos, ni runas, ni ceremonias. Solo silencio. Y escucha.
Cada noche, la luna descendía un poco más sobre ella, como si esperara algo. Pero Nyra no preguntaba. Solo observaba. Solo sentía.
—La luna no quiere que la sigan —susurró una noche—. Quiere que la acompañen.
Y el bosque respondió.
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Una tarde, mientras recogía hojas para sus escritos, Nyra escuchó un sonido que no era viento ni agua. Era un susurro. Bajo. Tembloroso. Como si el bosque hablara con miedo.
Siguió el sonido hasta una grieta entre dos raíces antiguas. Allí, acurrucada en la sombra, estaba una criatura que no aparecía en los libros de la Alianza. Pequeña, con ojos como lunas rotas y pelaje que cambiaba de color con la luz.
—¿Quién eres? —preguntó Nyra.
La criatura no respondió con palabras. Solo con un temblor.
Nyra se sentó frente a ella.
—No tienes que hablar. Solo estar.
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Durante días, Nyra volvió al mismo lugar. No intentó tocar a la criatura. No intentó nombrarla. Solo escribía en sus hojas, y dejaba una cada noche junto a la grieta.
La criatura comenzó a acercarse. Primero con cautela. Luego con confianza. Hasta que una noche, se acurrucó junto a Nyra mientras ella escribía.
La luna descendió sobre ambas.
Y una nueva espiral se formó en el cielo. Pequeña. Azul. Silenciosa.
Nyra la miró.
—¿Es esto un vínculo?
La luna no respondió.
Pero la criatura sí.
Se apoyó en su mano.
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Al día siguiente, Seren llegó a la Torre con una revelación.
—Las runas han detectado una nueva espiral. Pero no está conectada a magia. Ni a historia. Está conectada… a escucha.
Elara frunció el ceño.
—¿Nyra?
Seren asintió.
—Ha formado un vínculo. No con poder. Con presencia.
Eron sonrió.
—Entonces el ciclo sigue evolucionando.
Kael observó el cielo.
—¿Y si hay más criaturas como esa?
Elara respondió:
—Entonces Nyra será quien las escuche.
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Una noche, mientras Nyra escribía bajo la luna, la criatura levantó la cabeza y emitió un sonido distinto. No era susurro. No era temblor. Era palabra.
—Nyra.
Ella se detuvo.
—¿Puedes hablar?
La criatura asintió.
—Solo contigo. Porque tú no me pediste que lo hiciera.
Nyra acarició su pelaje.
—Entonces hablaremos. Cuando tú quieras. Y callaremos. Cuando tú lo necesites.
La luna brilló.
Y el vínculo… respiró.
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En la Torre de los Ecos, Elara escribió:
> “Hoy, el vínculo ha hablado sin ser llamado.
> Ha nacido sin ser buscado.
> Y ha elegido sin ser guiado.
> Que el ciclo escuche.
> Que la luna acompañe.
> Y que Nyra… siga escribiendo.”
Eron cerró el libro.
—¿Crees que ella cambiará el ciclo?
Elara sonrió.
—No. Ella lo está enseñando a escuchar.
La luna brilló.
Y el bosque… susurró.
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