Desde que Nyra vinculó la luna caída, algo había cambiado en Lirien. No en los cielos, sino en los rincones olvidados del mundo. Regiones que no respondían a magia, que no obedecían al ciclo, comenzaban a vibrar con una energía distinta. No era poder. Era reconocimiento.
Elara lo notó en los mapas: zonas que antes eran manchas vacías ahora mostraban trazos vivos. Eron lo sintió en las runas: símbolos que nunca se habían activado comenzaban a responder. Y Nyra… lo escuchaba en el viento.
—Hay un lugar —dijo una noche— que solo la luna caída puede tocar.
---
Virelen era una región que no existía en los registros. No por olvido, sino por negación. Se decía que allí la luna nunca había brillado, que los vínculos se deshacían al entrar, y que las criaturas que vivían en su interior no tenían nombre.
Nyra, acompañada por la criatura vinculada, decidió ir. Elara y Kael quisieron acompañarla, pero Nyra negó con suavidad.
—Este lugar no necesita protección. Necesita presencia.
Eron le entregó una hoja del Libro de la Memoria.
—Para que recuerdes quién eres, si el mundo intenta borrarlo.
Nyra sonrió.
—Si el mundo lo intenta, lo escucharé primero.
---
Al entrar en Virelen, la luna espiralada se detuvo en el cielo. Pero la luna caída descendió. Su luz blanca tocó el suelo, y la tierra respondió. Las piedras se encendieron. Los árboles se inclinaron. Y el aire comenzó a cantar.
Nyra caminó sin miedo. La criatura a su lado temblaba, pero no por temor. Por reconocimiento.
En el centro de Virelen, una estructura se alzaba: un círculo de piedra con símbolos que giraban lentamente. En su interior, una criatura dormía. Enorme. Antiguo. Olvidado.
Nyra se acercó.
—Te escucho —susurró.
Y la criatura despertó.
---
La criatura era distinta a todo lo que Nyra había visto. No tenía forma definida. Era raíz, roca, sombra y luz. Sus ojos eran lunas apagadas. Su voz, un temblor en el suelo.
—¿Quién eres? —preguntó.
Nyra se sentó frente a él.
—Soy quien la luna caída eligió. No para guiar. Para acompañar.
La criatura tembló.
—Fui guardián antes del primer ciclo. Cuando el mundo aún no sabía cómo recordar. Me encerraron aquí… porque no obedecía.
Nyra extendió una hoja escrita.
—Entonces escribe conmigo.
La criatura la tomó.
Y el vínculo… se encendió.
---
Mientras Nyra conectaba con Virelen, una sombra se movía en los límites de Lirien. No era el Devorador. No era el Cronista. Era algo nuevo. Algo que no quería borrar la memoria… quería apagarla.
Elara lo sintió como un silencio agresivo. Eron lo vio en los espejos del Santuario: una figura que absorbía luz, que convertía las palabras en piedra.
—Quiere apagar la luna caída —dijo Seren—. Porque no puede controlarla.
Kael preparó a los guardianes.
—Pero no puede tocar a Nyra. Porque ella no lucha. Ella escucha.
---
La sombra llegó a Virelen. Pero no encontró resistencia. Encontró presencia.
Nyra se colocó en el centro del círculo de piedra. La criatura ancestral a su lado. La luna caída sobre ella.
—No te enfrentaré —dijo—. Te escucharé.
La sombra tembló. No por miedo. Por confusión.
—¿No me temes?
—No. Porque no quiero vencerte. Quiero entenderte.
La sombra se deshizo. No por poder. Por falta de propósito.
Y Virelen… despertó por completo.
---
De regreso en la Torre de los Ecos, Elara escribió:
> “Hoy, la luna caída ha guiado sin mando.
> Ha despertado sin gritar.
> Y ha defendido sin herir.
> Que el ciclo aprenda.
> Que el mundo escuche.
> Y que Nyra… siga caminando.”
Eron colocó una hoja junto al colgante.
—¿Crees que ella es lo que el ciclo necesitaba?
Elara sonrió.
—No. Ella es lo que el ciclo no sabía que podía ser.
La luna brilló.
Y Virelen… cantó.
---