Susurros de Sangre y Luna

Capítulo 29: El Eco Robado

El Santuario de la Luna Silente se había convertido en un refugio para quienes buscaban escuchar. Bajo la luz blanca de la luna caída, los visitantes no pedían respuestas. Solo presencia.

Pero no todos venían con respeto.

Una noche, mientras Nyra escribía junto a la criatura vinculada, la luna tembló. No por emoción. Por advertencia.

—Alguien ha entrado —susurró la criatura—. Y no quiere escuchar. Quiere poseer.

Nyra cerró sus hojas. El aire se volvió denso. Y el silencio… se quebró.

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Elara, desde la Torre de los Ecos, sintió el cambio. Las runas del Santuario se apagaron por un instante. Seren, al consultar los registros del Velo, encontró una anomalía: una voz duplicada. Un eco que no pertenecía a la luna.

—Alguien ha intentado replicar su voz —dijo—. No para compartirla. Para controlarla.

Kael reunió a los guardianes.

—¿Quién?

Eron llegó con una hoja robada del Santuario. En ella, una firma: Maevor.

—No aceptó el silencio. Nunca lo hizo. Y ahora… quiere que la luna hable solo para él.

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Nyra encontró a Maevor en el centro del Santuario, rodeado por espejos que no eran suyos. Había creado una cámara de eco, una estructura que capturaba la vibración de la luna caída y la transformaba en sonido manipulable.

—¿Por qué? —preguntó Nyra.

Maevor no respondió. Solo activó el mecanismo. La luna cayó un poco más. Su luz se volvió gris. Y su voz… se distorsionó.

—No puedes robar lo que no se ofrece —dijo Nyra.

Maevor la miró.

—Entonces haz que se ofrezca. O la haré callar.

La criatura rugió.

Y el vínculo… se tensó.

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La luna cayó completamente sobre el Santuario. Su luz envolvió a Nyra y a Maevor. Y una visión se formó: dos Nyra frente a frente. Una que escuchaba. Otra que hablaba sin parar.

—¿Quién eres realmente? —preguntó la luna.

Nyra cerró los ojos.

—Soy quien elige cuándo callar.

La otra Nyra gritó.

—¡Pero el mundo necesita respuestas!

—No si no sabe cómo recibirlas —respondió Nyra.

La visión se deshizo.

Maevor cayó de rodillas.

—No entiendo.

Nyra se acercó.

—Entonces escucha. No a mí. A ti.

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Con ayuda de Seren y Eron, el eco robado fue desactivado. Los espejos fueron enterrados bajo las raíces del Santuario. Y la luna caída volvió a elevarse, más brillante que nunca.

Maevor, en silencio, pidió quedarse.

—No para hablar. Para aprender.

Nyra le ofreció una hoja en blanco.

—Escribe. No para enseñar. Para recordar.

La criatura se acurrucó entre ambos.

Y el vínculo… se sanó.

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Esa noche, Elara escribió:

> “Hoy, el silencio fue defendido.
> No con fuerza.
> Con presencia.
> Que el mundo no robe lo que no entiende.
> Que la luna no tema callar.
> Y que Nyra… siga eligiendo.”

Eron cerró el libro.

—¿Crees que la luna volverá a hablar?

Elara sonrió.

—Solo si alguien merece escucharla.

La luna brilló.

Y el eco… se volvió canción.

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