Susurros de Sangre y Luna

Capítulo 31: El Tríptico Lunar

La noche cayó sobre Lirien con una calma profunda. La luna espiralada brillaba en su altura habitual, pero la luna caída, que había permanecido cerca del Santuario, comenzó a cambiar. Su luz blanca se volvió líquida, como si se derritiera en el cielo.

Nyra lo sintió primero. No como un temblor. Como una despedida.

La criatura vinculada se acurrucó junto a ella.

—Va a dividirse —susurró—. No por ruptura. Por necesidad.

Thalen llegó corriendo desde Nareth, con las flores de su jardín marchitas en las manos.

—La luna… está multiplicándose.

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En el cielo, la luna caída se partió en tres fragmentos. No con violencia. Con elegancia. Cada uno giró sobre sí mismo, formando una espiral propia. Luego descendieron, cada uno hacia un punto distinto de Lirien.

Uno volvió al Santuario, donde Nyra esperaba.

Otro voló hacia Nareth, donde Thalen observaba.

Y el tercero… se dirigió hacia una región que no existía en los mapas. Una tierra sin nombre. Sin historia. Sin guardianes.

Elara, desde la Torre de los Ecos, observó con Seren y Eron.

—Está creando equilibrio —dijo Seren—. Tres lunas. Tres custodios. Tres formas de recordar.

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La región sin nombre era un desierto de cristal. El cielo allí no tenía estrellas. El suelo no tenía raíces. Pero cuando la tercera luna descendió, una figura emergió de la arena: una joven de piel dorada, ojos oscuros, y voz que parecía viento.

—¿Quién eres? —preguntó la luna.

—Soy quien nunca fue vista. Pero siempre estuvo —respondió.

La luna la envolvió.

Y el tercer vínculo… nació.

Su nombre era Lirael.

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Nyra, Thalen y Lirael se reunieron en el Santuario. No como líderes. Como reflejos.

Cada uno sostenía una hoja escrita. Cada uno tenía una criatura vinculada. Cada uno hablaba en silencio.

—¿Qué somos ahora? —preguntó Thalen.

—Puentes —respondió Nyra.

—Entre qué y qué —preguntó Lirael.

Nyra miró al cielo.

—Entre lo que fue, lo que es… y lo que aún no se ha recordado.

Las tres lunas giraron en sincronía.

Y el cielo… se abrió.

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La Alianza Lunar se reunió. Algunos temían que el ciclo se fragmentara. Otros veían una nueva era de equilibrio.

Elara habló ante todos.

—La luna caída no se ha roto. Se ha compartido. Porque la memoria no es línea. Es red.

Kael colocó tres piedras en el altar de la Torre.

—Una por cada guardián. Una por cada luna. Una por cada forma de escuchar.

Eron escribió en el Libro de la Memoria:

> “Hoy, el cielo ha multiplicado su voz.
> No para dividir.
> Para conectar.
> Que Nyra escuche el origen.
> Que Thalen cuide el presente.
> Que Lirael recuerde lo que aún no ha sido.”

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Esa noche, tres lunas brillaron sobre Lirien. Una sobre el Santuario. Una sobre Nareth. Una sobre el desierto sin nombre.

Nyra escribió:

> “No somos elegidos.
> Somos elegidos por elegir.
> Que el mundo no tema la multiplicación.
> Que el ciclo no tema el cambio.
> Y que la luna… siga dividiéndose para ser más completa.”

Thalen plantó una flor bajo su luna.

Lirael cantó al viento.

Y el vínculo… se convirtió en puente.

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