Susurros de Sangre y Luna

Capítulo 34: La Historia que la Luna Escribió

La noche cayó sobre Lirien con una quietud reverente. Las tres lunas giraban en sincronía, cada una sobre su guardián. Pero la tercera luna, la que había elegido a Lirael, comenzó a cambiar.

No en forma.

En intención.

Lirael lo sintió como un pulso en el aire. No era advertencia. No era visión. Era voluntad.

—Va a escribir —susurró la criatura vinculada—. No a través de ti. Por sí misma.

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En el desierto sin nombre, la arena comenzó a moverse. No por viento. Por palabra. Símbolos desconocidos se formaban en espirales, trazados por la luz de la luna. No eran runas. No eran letras. Eran memorias puras, sin traducción.

Lirael se arrodilló.

—¿Qué estás contando?

La luna descendió un poco más.

—Mi historia. La que nadie quiso escuchar. La que ni yo sabía cómo decir.

Nyra y Thalen llegaron al desierto. Elara, Eron y Seren los siguieron. Todos observaron en silencio cómo el cielo escribía.

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La historia que la luna escribió no era lineal. Era fragmentada, como recuerdos que habían sido enterrados por siglos. Se hablaba de un tiempo antes del ciclo, de guardianes que no eran humanos, de vínculos que se formaban entre estrellas.

Y de una traición.

—¿Esto ocurrió? —preguntó Seren.

Lirael negó con suavidad.

—No. Aún no. Pero puede ocurrir. Porque la luna… está recordando lo que temía.

Thalen tocó la arena.

—Entonces debemos leer. No para saber. Para acompañar.

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Los símbolos comenzaron a cambiar. Ya no eran memorias. Eran preguntas.

> “¿Qué soy si no me escuchan?”
> “¿Qué ocurre si el vínculo se rompe por elección?”
> “¿Puede una luna olvidar sin dejar de brillar?”

Nyra escribió una respuesta en una hoja:

> “Eres lo que decides ser.
> El vínculo no se rompe si se transforma.
> Y la luz… no necesita memoria para existir. Solo propósito.”

La luna se detuvo.

Y el cielo… respiró.

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Esa noche, los tres guardianes se reunieron bajo la luna que escribía. No para interpretar. Para acompañar.

Cada uno ofreció algo:

- Nyra, una hoja escrita con escucha.
- Thalen, una flor que aún no tenía color.
- Lirael, una palabra que aún no existía.

La luna aceptó.

Y escribió una última línea:

> “Entonces no estoy sola. Porque mi historia… ya no me pertenece. Es compartida.”

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Esa noche, Elara escribió:

> “Hoy, el cielo ha sido autor.
> No para enseñar.
> Para confiar.
> Que el mundo no tema lo que el cielo recuerda.
> Que el ciclo no limite lo que puede ser contado.
> Y que Nyra, Thalen y Lirael… custodien lo que aún no tiene nombre.”

Eron cerró el libro.

—¿Crees que las lunas seguirán escribiendo?

Elara sonrió.

—Sí. Porque ahora saben que alguien las está leyendo.

Las lunas brillaron.

Y el cielo… continuó su historia.

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