Susurros de Sangre y Luna

Capítulo 35: El Olvido Elegido

Las tres lunas giraban sobre Lirien con una armonía que nunca antes se había visto. La espiralada, la compartida y la que escribía. Cada una con su guardián. Cada una con su propósito. Pero esa noche, la tercera luna —la que había escrito su propia historia— se detuvo.

No por miedo.

Por decisión.

Lirael lo sintió como un susurro que no llegaba a pronunciarse. Un pensamiento que se negaba a convertirse en palabra. La criatura vinculada se acurrucó junto a ella, inquieta.

—Va a olvidar —dijo—. No por error. Por amor.

Lirael cerró los ojos.

—Entonces debemos acompañarla. No para impedirlo. Para entenderlo.

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Desde que la luna había escrito su historia en la arena del desierto sin nombre, el cielo había cambiado. Las estrellas parecían más cercanas. El viento hablaba con más claridad. Y los guardianes comenzaban a sentir cosas que no les pertenecían.

Nyra soñaba con recuerdos que no eran suyos. Thalen escuchaba canciones que nadie había compuesto. Lirael veía rostros que aún no habían nacido.

Elara, desde la Torre de los Ecos, observaba los registros del Velo. Las runas mostraban líneas que se deshacían al ser leídas. Seren, al consultar el Libro de la Memoria, encontró páginas que se borraban lentamente.

—La luna está retirando su historia —dijo Seren—. Como si ya no quisiera que fuera conocida.

Kael frunció el ceño.

—¿Por qué?

Eron respondió:

—Tal vez porque algunas memorias… no necesitan ser compartidas. Solo vividas.

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Lirael viajó sola al desierto. La luna descendía sobre ella, más tenue que nunca. La arena ya no escribía. Solo respiraba.

—¿Por qué quieres olvidar? —preguntó.

La luna respondió con una imagen: un momento en que fue traicionada por quienes la crearon. Un recuerdo que dolía incluso al ser mostrado. Una herida que no sanaba con palabras.

—Porque recordar me impide avanzar —susurró la luna—. Y olvidar… me permite renacer.

Lirael se arrodilló.

—Entonces no te detendré. Pero estaré contigo mientras lo haces.

La criatura se acurrucó entre ambas.

Y el vínculo… se preparó para despedirse.

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Nyra y Thalen llegaron al desierto. No por llamado. Por intuición. Cada uno traía algo:

- Nyra, una hoja escrita con escucha.
- Thalen, una flor que aún no tenía color.
- Lirael, una palabra que aún no existía.

La luna los envolvió con su luz. No para agradecer. Para recordar una última vez.

—Ustedes me dieron voz —dijo—. Pero ahora… debo elegir el silencio.

Elara, desde la Torre, observaba con Seren y Eron.

—¿Qué ocurre si una luna olvida? —preguntó Seren.

—Entonces el ciclo cambia —respondió Elara—. No por pérdida. Por transformación.

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Lirael trazó un círculo en la arena. No con magia. Con intención. Nyra colocó su hoja en el centro. Thalen plantó su flor. La criatura vinculada se acostó junto a ellos.

La luna descendió por completo. Su luz se volvió transparente. Y las palabras que había escrito comenzaron a deshacerse, como si nunca hubieran sido pronunciadas.

Pero no desaparecieron.

Se transformaron en viento.

En susurros que no podían ser capturados. En memorias que solo podían ser sentidas.

Lirael cerró los ojos.

—Gracias por confiar en nosotros.

La luna tembló.

—Gracias por permitirme elegir.

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Al amanecer, la luna ya no estaba. No en el cielo. No en la arena. Pero su presencia seguía viva en los guardianes.

Nyra comenzó a escribir hojas que no necesitaban tinta. Thalen sembró flores que crecían sin tierra. Lirael hablaba con el viento, y el viento respondía.

Elara reunió a la Alianza.

—Una luna ha elegido olvidar. Y con ello… ha renacido.

Algunos temieron que el ciclo se debilitara. Otros comprendieron que el ciclo había aprendido a soltar.

Kael colocó una piedra en el altar de la Torre.

—No como símbolo. Como espacio. Para lo que aún no ha sido.

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Esa noche, solo dos lunas brillaron sobre Lirien. La espiralada y la compartida. Pero el cielo no estaba incompleto. Estaba en pausa.

Elara escribió:

> “Hoy, una luna ha elegido olvidar.
> No por debilidad.
> Por amor.
> Que el mundo no tema el silencio.
> Que el ciclo no tema la ausencia.
> Y que Nyra, Thalen y Lirael… custodien lo invisible.”

Eron cerró el libro.

—¿Crees que volverá?

Elara sonrió.

—No como antes. Pero sí. Porque lo que se olvida por amor… siempre encuentra una nueva forma de ser recordado.

Las lunas brillaron.

Y el cielo… respiró en paz.

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