Susurros de Sangre y Luna

Capítulo 40: La Luna de la Mentira

Desde que Sira custodió el olvido, el ciclo lunar comenzó a responder a lo invisible. Las lunas ya no solo brillaban por presencia, sueño o silencio. Ahora, algo nuevo se gestaba en los márgenes de la verdad.

Nyra lo sintió primero: una hoja que había escrito cambió de contenido sin que ella la tocara. Thalen escuchó una frase que no había pronunciado. Lirael vio una imagen que no correspondía a ningún recuerdo.

—Alguien ha mentido —dijo Nyra—. No por maldad. Por miedo.

La criatura vinculada se estremeció.

—Y la luna… ha respondido.

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En el cielo, una luz apareció por primera vez. No era blanca, ni dorada, ni violeta. Era quebrada. Como si la luna se reflejara en agua agitada. No giraba. Se deslizaba. Y cada vez que alguien decía algo que no era cierto… brillaba.

Elara, desde la Torre de los Ecos, observó el fenómeno con Seren y Eron.

—La luna está reaccionando a la distorsión —dijo Seren—. No a la mentira como acto. A la mentira como ruptura.

Kael frunció el ceño.

—¿Y si alguien miente sin saberlo?

Eron respondió:

—Entonces la luna no juzga. Solo revela.

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En el Santuario, una figura comenzó a aparecer entre los visitantes. No hablaba. No preguntaba. Solo observaba. Y cada vez que alguien decía algo que no sentía… ella se acercaba.

Nyra la vio junto a un joven que afirmaba estar en paz. Thalen la vio junto a una mujer que decía haber olvidado. Lirael la vio junto a un anciano que decía no tener miedo.

—Ella escucha lo que no se dice —susurró Nyra.

La luna quebrada descendió sobre la figura.

—¿Quién eres? —preguntó Lirael.

—Soy la guardiana de lo torcido —respondió—. No para corregir. Para acompañar.

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La guardiana se llamaba Veyra. No tenía colgante. No tenía criatura. Pero la luna la seguía. No como guía. Como espejo.

—¿Por qué ahora? —preguntó Thalen.

—Porque el ciclo ha aprendido a escuchar el silencio, el sueño, el olvido. Ahora… debe aprender a escuchar la distorsión.

Nyra ofreció una hoja que había cambiado sola.

Thalen ofreció una flor que había crecido torcida.

Lirael ofreció una palabra que no significaba lo que parecía.

Veyra los aceptó.

Y el vínculo… se formó.

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La Alianza Lunar se reunió. Algunos temían que la luna de la mentira juzgara. Otros comprendieron que revelaba.

—¿Puede el ciclo custodiar lo que no es verdad? —preguntó un guardián de Elarion.

Elara respondió:

—Sí. Porque la verdad no siempre nace completa. A veces… se descubre en lo torcido.

Seren propuso un nuevo tipo de registro: hojas que cambian con el tiempo, que se reescriben solas, que se contradicen.

Eron comenzó a recopilar testimonios que no eran consistentes, pero sí sinceros.

Kael colocó una piedra quebrada en el altar.

—No como símbolo. Como espejo.

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Veyra no corregía. No confrontaba. Solo acompañaba. Y cada vez que alguien decía algo que no sentía… ella estaba cerca.

Nyra comenzó a escribir hojas que se deshacían si no eran honestas.

Thalen sembró flores que solo crecían si se hablaba con verdad.

Lirael trazó círculos que se rompían si se ocultaba algo.

Y la luna quebrada… brillaba.

No como juicio.

Como reflejo.

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Esa noche, Elara escribió:

> “Hoy, el ciclo ha vinculado en distorsión.
> No por castigo.
> Por revelación.
> Que el mundo no tema lo torcido.
> Que el vínculo no dependa de perfección.
> Y que Nyra, Thalen, Lirael y Veyra… custodien lo que no se dice.”

Eron cerró el libro.

—¿Crees que esta luna juzga?

Elara miró el cielo.

—No. Solo muestra. Y eso… es suficiente.

Las lunas brillaron.

Y la mentira… se convirtió en verdad revelada.

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