Desde que Veyra custodió la distorsión, el ciclo lunar comenzó a vibrar con lo incierto. Las lunas respondían no solo a lo dicho, lo olvidado o lo soñado, sino también a lo imaginado. Y una noche, algo nuevo ocurrió.
Nyra despertó con lágrimas en los ojos. Había soñado con una despedida que nunca vivió.
Thalen escribió una hoja sobre un lugar que no existía.
Lirael sintió nostalgia por una criatura que jamás había conocido.
—Estamos recordando lo que no hemos vivido —dijo Nyra.
La criatura vinculada se estremeció.
—Y la luna… está escuchando.
---
En el cielo, una nueva luna apareció. No era brillante. No era tenue. Era reflejo. Su luz cambiaba según quien la mirara. Para algunos, era dorada. Para otros, azul. Para otros… invisible.
Elara, desde la Torre de los Ecos, observó con Seren y Eron.
—La luna está reflejando memorias que no pertenecen —dijo Seren—. No como error. Como posibilidad.
Kael frunció el ceño.
—¿Y si esas memorias no son reales?
Eron respondió:
—Entonces son más poderosas. Porque han sido elegidas.
---
En el Santuario, una figura comenzó a aparecer entre los visitantes. No preguntaba por su origen. No hablaba de su pasado. Solo escuchaba las historias que nadie había vivido.
Nyra la vio junto a una niña que recordaba una madre que nunca tuvo.
Thalen la vio junto a un anciano que hablaba de batallas que no ocurrieron.
Lirael la vio junto a una criatura que lloraba por un vínculo que no existía.
—Ella recoge lo imaginado —susurró Nyra.
La luna reflejo descendió sobre la figura.
—¿Quién eres? —preguntó Lirael.
—Soy la guardiana del recuerdo prestado —respondió—. No para validar. Para custodiar.
---
Su nombre era Auren. No tenía historia propia. Tenía ecos. Fragmentos de otros. Pedazos de sueños ajenos. Y la luna la seguía. No como guía. Como espejo.
—¿Por qué ahora? —preguntó Thalen.
—Porque el ciclo ha aprendido a escuchar lo que fue, lo que se perdió, lo que se soñó, lo que se torció. Ahora… debe aprender a escuchar lo que se imagina.
Nyra ofreció una hoja escrita sobre un recuerdo que no era suyo.
Thalen ofreció una flor que había visto en un sueño ajeno.
Lirael ofreció una palabra que había escuchado en la voz de otro.
Auren los aceptó.
Y el vínculo… se formó.
---
La Alianza Lunar se reunió. Algunos temían que el ciclo se confundiera. Otros comprendieron que se estaba expandiendo.
—¿Puede el ciclo custodiar lo que no ocurrió? —preguntó un guardián de Nareth.
Elara respondió:
—Sí. Porque lo imaginado también forma parte de quienes somos.
Seren propuso un nuevo tipo de registro: hojas compartidas, escritas por más de una voz, sobre memorias que no tienen dueño.
Eron comenzó a recopilar historias que nadie reclamaba como propias, pero que todos sentían.
Kael colocó una piedra de espejo en el altar.
—No como símbolo. Como reflejo.
---
Auren no preguntaba por la verdad. No buscaba coherencia. Solo recogía lo que vibraba en el corazón, aunque no tuviera raíz.
Nyra comenzó a escribir hojas que cambiaban según quien las leyera.
Thalen sembró flores que adoptaban el color del recuerdo más cercano.
Lirael trazó círculos que se completaban con la presencia de otros.
Y la luna reflejo… brillaba.
No como certeza.
Como posibilidad.
---
Esa noche, Elara escribió:
> “Hoy, el ciclo ha vinculado en lo imaginado.
> No por confusión.
> Por expansión.
> Que el mundo no tema lo que nunca ocurrió.
> Que el vínculo no dependa de propiedad.
> Y que Nyra, Thalen, Lirael y Auren… custodien lo que se recuerda sin haber vivido.”
Eron cerró el libro.
—¿Crees que estas memorias son reales?
Elara miró el cielo.
—Sí. Porque lo que se siente… siempre encuentra forma.
Las lunas brillaron.
Y la imaginación… se convirtió en historia.
---