Susurros de Sangre y Luna

Capítulo 45: La Luna del Amor No Correspondido

Desde que Maelis custodió el perdón silencioso, el ciclo lunar comenzó a vibrar con una ternura nueva. Las lunas ya no solo respondían al soltar, al imaginar, al escuchar o al elegir. Ahora, algo más delicado se movía entre los hilos del cielo: el amor que no pide, no exige, no reclama.

Nyra lo sintió primero. Mientras escribía una hoja para alguien que nunca la leería, la tinta se volvió dorada. No por magia. Por sinceridad.

Thalen, al sembrar una flor para una criatura que nunca regresó, vio cómo la tierra la aceptaba sin condiciones.

Lirael, al pronunciar una palabra que nadie respondió, sintió que el viento la repetía.

—Estamos amando sin ser vistos —dijo Nyra.

La criatura vinculada se acurrucó junto a ella.

—Y la luna… ha despertado.

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En el cielo, una nueva luna apareció. No era grande. No era pequeña. Era constante. Su luz no buscaba iluminar. Solo estar. No giraba con fuerza. No descendía. Permanecía suspendida, como una promesa que no necesita cumplirse.

Elara, desde la Torre de los Ecos, observó con Seren y Eron.

—La luna está respondiendo al amor sin retorno —dijo Seren—. No como sacrificio. Como verdad.

Kael frunció el ceño.

—¿Y si ese amor duele?

Eron respondió:

—Entonces la luna no lo evita. Lo abraza. Porque el dolor… también es parte del vínculo.

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En el Santuario, una figura apareció al anochecer. Caminaba con los brazos abiertos, como si abrazara el aire. No buscaba a nadie. Pero todos sentían que los había encontrado.

Nyra la vio junto a una joven que escribía cartas a alguien que nunca respondió.

Thalen la vio junto a un anciano que cuidaba un jardín para una esposa que ya no recordaba su nombre.

Lirael la vio junto a una criatura que cantaba para una luna que nunca lo escuchó.

—Ella no busca reciprocidad —dijo Nyra—. Solo presencia.

La luna constante descendió sobre la figura.

—¿Quién eres? —preguntó Lirael.

—Soy la guardiana del amor no correspondido —respondió—. No para consolar. Para sostener.

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Su nombre era Isen. No tenía historia de amores cumplidos. Tenía gestos. No tenía criatura vinculada. Tenía una piedra con forma de corazón, partida en dos, que ofrecía sin esperar que la completaran.

—¿Por qué ahora? —preguntó Thalen.

—Porque el ciclo ha aprendido a escuchar, a imaginar, a soltar, a perdonar. Ahora… debe aprender a amar sin esperar.

Nyra ofreció una hoja escrita para alguien que nunca la vio.

Thalen ofreció una flor que había crecido sin ser cuidada.

Lirael ofreció una palabra que había repetido sin respuesta.

Isen los aceptó.

Y el vínculo… se formó.

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La Alianza Lunar se reunió. Algunos temían que la luna del amor no correspondido promoviera sufrimiento. Otros comprendieron que cultivaba profundidad.

—¿Puede el ciclo custodiar el amor sin destino? —preguntó un guardián de Nareth.

Elara respondió:

—Sí. Porque el amor no necesita destino. Solo verdad.

Seren propuso un nuevo tipo de registro: hojas que se escriben sin destinatario, pero que se leen en voz baja.

Eron comenzó a recopilar historias de afecto sin respuesta: entre amigos, entre criaturas, entre lunas y corazones.

Kael colocó una piedra partida en el altar.

—No como símbolo. Como entrega.

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Isen no preguntaba por correspondencia. No exigía reciprocidad. Solo acompañaba. Y cada vez que alguien amaba sin ser amado… ella estaba cerca.

Nyra comenzó a escribir hojas que se deshacían si se leía con expectativa.

Thalen sembró flores que solo crecían si se cuidaban sin esperar que florecieran.

Lirael trazó círculos que solo se completaban si se caminaban sin buscar destino.

Y la luna constante… brillaba.

No como esperanza.

Como presencia.

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Con el tiempo, el Santuario se llenó de visitantes que no venían a buscar amor, sino a ofrecerlo. Algunos dejaban cartas en piedras. Otros cantaban sin público. Y otros simplemente se sentaban junto a Isen, en silencio, y amaban.

Una criatura que había sido rechazada por su manada dejó una flor frente a la luna constante. La luna brilló.

Un joven que había amado a alguien que nunca lo vio escribió una hoja y la enterró. La luna brilló.

Una mujer que había cuidado a un hijo que nunca la llamó dejó una palabra en el altar. La luna brilló.

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Esa noche, Elara escribió:

> “Hoy, el ciclo ha vinculado en amor no correspondido.
> No por sufrimiento.
> Por entrega.
> Que el mundo no tema amar sin retorno.
> Que el vínculo no dependa de reciprocidad.
> Y que Nyra, Thalen, Lirael e Isen… custodien lo que se ofrece sin esperar.”

Eron cerró el libro.

—¿Crees que esta luna consuela?

Elara miró el cielo.

—No. Pero acompaña. Porque el amor… no necesita respuesta para ser real.

Las lunas brillaron.

Y el amor… se convirtió en luz.

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