Susurros de Sangre y Luna

Capítulo 48: La Luna del No Saber

Desde que Elarin custodió el recuerdo sin encuentro, el ciclo lunar comenzó a vibrar con una resonancia más libre. Las lunas ya no solo respondían al amor, al perdón, a la ausencia o al eco. Ahora, algo más sutil se movía entre los hilos del cielo: la elección de no saber.

Nyra lo sintió primero. Mientras escribía una hoja sobre una pregunta que la había perseguido durante años, decidió no buscar la respuesta. La tinta se volvió transparente.

Thalen encontró una flor que nunca había podido identificar. En lugar de investigarla, la regó y la dejó crecer sin nombre.

Lirael se sentó frente al viento y no pidió que le hablara. Solo lo escuchó sin esperar sentido.

—Estamos eligiendo no saber —dijo Nyra.

La criatura vinculada se acurrucó junto a ella.

—Y la luna… ha respondido.

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En el cielo, una nueva luna apareció. No era clara. No era oscura. Era difusa. Su luz no iluminaba caminos. Solo los envolvía. No giraba con precisión. Se movía como si dudara. Como si supiera que no saber también es sabiduría.

Elara, desde la Torre de los Ecos, observó con Seren y Eron.

—La luna está respondiendo a la renuncia al control —dijo Seren—. No como ignorancia. Como entrega.

Kael frunció el ceño.

—¿Y si alguien se pierde?

Eron respondió:

—Entonces la luna no lo guía. Lo acompaña. Porque perderse… también es parte del viaje.

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En el Santuario, una figura apareció al amanecer. No llevaba mapas. No tenía libros. Solo una capa tejida con hilos de preguntas sin respuesta. Su presencia no era sabia. Era serena. Como alguien que ha dejado de buscar para empezar a vivir.

Nyra la vio junto a una joven que había dejado de preguntar por su origen.

Thalen la vio junto a un anciano que había cerrado el libro de su linaje sin leer la última página.

Lirael la vio junto a una criatura que había dejado de buscar su nombre.

—Ella no responde —dijo Nyra—. Pero todos se sienten comprendidos.

La luna difusa descendió sobre la figura.

—¿Quién eres? —preguntó Lirael.

—Soy la guardiana del no saber —respondió—. No para enseñar. Para acompañar.

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Su nombre era Siven. No tenía historia de certezas. Tenía pausas. No tenía criatura vinculada. Tenía una piedra sin forma, que cambiaba según la luz.

—¿Por qué ahora? —preguntó Thalen.

—Porque el ciclo ha aprendido a escuchar, a imaginar, a soltar, a amar, a recordar. Ahora… debe aprender a aceptar el misterio.

Nyra ofreció una hoja escrita con preguntas que decidió no responder.

Thalen ofreció una flor que había crecido sin saber de dónde venía.

Lirael ofreció una palabra que había dejado de definir.

Siven los aceptó.

Y el vínculo… se formó.

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La Alianza Lunar se reunió. Algunos temían que la luna del no saber promoviera confusión. Otros comprendieron que cultivaba libertad.

—¿Puede el ciclo custodiar lo que no se entiende? —preguntó un guardián de Nareth.

Elara respondió:

—Sí. Porque entender no siempre es necesario. A veces… basta con estar.

Seren propuso un nuevo tipo de registro: hojas que se escriben sin intención, y se leen sin buscar sentido.

Eron comenzó a recopilar historias de quienes eligieron no saber: sobre orígenes, sobre destinos, sobre lunas que no se explican.

Kael colocó una piedra sin contorno en el altar.

—No como símbolo. Como espacio abierto.

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Siven no preguntaba por razones. No ofrecía respuestas. Solo acompañaba. Y cada vez que alguien elegía no saber… ella estaba cerca.

Nyra comenzó a escribir hojas que se deshacían si se intentaban interpretar.

Thalen sembró flores que solo crecían si se aceptaban sin nombre.

Lirael trazó círculos que solo se completaban si no se buscaba su centro.

Y la luna difusa… brillaba.

No como guía.

Como compañía.

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Con el tiempo, el Santuario se llenó de visitantes que no venían a entender, sino a aceptar. Algunos escribían palabras sin significado. Otros caminaban sin rumbo. Y otros simplemente se sentaban junto a Siven, en silencio, y respiraban.

Una criatura que había buscado su origen durante años dejó de preguntar. La luna brilló.

Un joven que había querido saber por qué fue elegido decidió no saber. La luna brilló.

Una mujer que había vivido esperando respuestas soltó su cuaderno. La luna brilló.

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Esa noche, Elara escribió:

> “Hoy, el ciclo ha vinculado en no saber.
> No por ignorancia.
> Por entrega.
> Que el mundo no tema el misterio.
> Que el vínculo no dependa del control.
> Y que Nyra, Thalen, Lirael y Siven… custodien lo que se acepta sin entender.”

Eron cerró el libro.

—¿Crees que esta luna enseña?

Elara miró el cielo.

—No. Pero transforma. Porque el misterio… también es hogar.

Las lunas brillaron.

Y el no saber… se convirtió en sabiduría.

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